Como digo en algunas ocasiones, ¡inoportuna madurez! Ya ha cumplido un año más, el armazón en que reside mi espíritu de Géminis, aprisionado en el tiempo desnortado en que le ha tocado vivir. Y aunque el espíritu se encuentra joven, en el armazón se nota el paso del tiempo. Las canas lo inundan todo, el pelo comienza más que a escasear y los esfuerzos se pagan con más tiempo de recuperación las ganas de salvar al mundo flaquean ante el hastío inmisericorde que me produce la constatación de vivir en un mundo gélido, con egoístas procederes, con una humanidad perdida paseando, ciega y orgullosa, frente al avispero
En el armazón en que reside mi espíritu, como digo, comienzan a aparecer goteras por doquier, y aunque existen remedios para taponarlas, este que suscribe no encuentra remedios para taponar las otras goteras, las del espíritu, no encuentra remedios para rellenar los surcos profundos producidos en el corazón por miles de historias a través de los años y de las puñaladas traicioneras. Las fuerzas, tristemente, comienzan a flaquear, las buenas personas que conociste se van yendo y te rindes sin condiciones ante nuevas batallas, amoldando tu existencia a la comodidad de esta realidad de rumbo perdido.
Pero mi espíritu joven se niega a parar, sigue predicando en este desierto moral carente de valores… aún sabiendo que es vana ilusión, que lo que se ve venir desde hace tiempo no encuentra gente joven capaz de ser el catalizador de esfuerzos que opongan resistencia a la fuerza de la gravedad que nos empuja al despeñadero y la sensación de derrota moral, de no haber aprendido lo suficiente de los errores cometidos, aumenta en mí con los años, y el resquemor por esa culposa sensación de que, quizás podría haber hecho algo más, queda más patente en este joven espíritu en cuerpo de mayor, que no se resigna, a pesar de todo, a ser partícipe de la ruina moral que nos ha sobrevenido.
Me queda, esos sí, la experiencia, el sosiego para analizar las cosas que pasan y contarles cómo las veo desde esta pequeña atalaya en la que muestro las letras juntadas para que digan algo. Hoy, -pido perdón por ello- lo que les he contado no es como lo veo, sino que les he contado a grandes rasgos, y sin que sirva de precedente, cómo me veo con un año más ¡inoportuna madurez!
Antonio Poyatos Galián