El declive de Ciudadanos no comenzó con la moción de censura en Murcia, ni con el batacazo en las pasadas elecciones generales del 10 de Noviembre sino cuando el partido naranja decidió dejar entrar a sus cargos electos en los gobiernos locales, autonómicos y nacional.
Ese día, los mercenarios empezaron a mover hilos para colocarse en los puestos de salida en las listas electorales, se empezó a fraguar la banda del señor Lobo, ex-Secretario de Organización de Albert Rivera. Cs pasó de ser un partido de centro, útil y que luchaba por la regeneración política, a convertirse en una estructura piramidal cuyo único objetivo era beneficiar a sus líderes y acólitos.
Aparecieron las luchas de poder que asfixiaron la democracia interna y provocaron la decadencia de las agrupaciones, los clanes se multiplicaron como si de una organización criminal se tratara. Ya no se valoraba el trabajo, esfuerzo o la dedicación de los afiliados sino el apadrinamiento de los mismos.
Se prescindió de los fundadores que nos sacrificamos para crear la base de un partido político que empezaba a despertar muchas simpatías entre la población, se eliminó de un plumazo toda voz crítica que expresara una opinión distinta a la del todopoderoso líder y se suprimieron las primarias salvo casos excepcionales, situaciones donde las votaciones eran teledirigidas desde «la Organización».
En la provincia de Cádiz, el tándem formado por Sergio Romero, parlamentario andaluz, y Almudena Camacho, ex-responsable provincial de Organización, hicieron una auténtica escabechina arrasando con los portavoces municipales y colocando a sus fieles súbditos, algo que influyó negativamente en los resultados electorales que no llegaron a lo esperado, además de provocar una revolución entre los afiliados como se pudo ver en la elección de compromisarios para la última Asamblea General.
Ese fue el principio del fin, la avaricia de unos pocos destruyó la esperanza y el esfuerzo de muchos que, actualmente, nos encontramos huérfanos de un proyecto político que pretendía dar una bocanada de aire fresco a los que de verdad creemos que es posible servir a la ciudadanía sin buscar el beneficio propio. Y ahora, algunos se extrañan de las continuas deserciones que estamos viendo en los últimos días, este goteo incesante no parará hasta que la última alimaña abandone el cuerpo sin vida de un partido moribundo cuyo destino ya está escrito. La desaparición.