Creo que podemos constatar que, entre las muchas lecciones que nos está dando esta aguda crisis postpandémica, seguimos sin queremos aprender la lección más importante, la principal: que nadie va a venir permanentemente en nuestro auxilio, a pesar de la cantinela de los políticos pregonando lluvia de millones de ayudas que no llegan a los verdaderamente necesitados. Somos nosotros mismos, claro está, los que debemos tirar de nuestra vida para, con suerte, salir del atolladero en el que nos tienen metido nuestros politicastros, ya que, sin esfuerzo, no hay azar que nos sonría, excepto el azar de la Lotería, cosa que no recomiendo a nadie como solución.
Ya sé que es arduo y trabajoso el hecho de no aceptar que la crisis nos ahogue, y mucho menos, que no nos afecte cuando diariamente vemos el drama de miles y miles de personas y familias a las que la vida les ha cambiado trágicamente. Pero es indispensable tomar esa posición para salir adelante, porque, cual naúfragos, sólo tenemos una solución y esa es nadar sin descanso hacia tierra firme, trabajando y arrimando el hombre.
La sociedad en la que estamos inmersos, parece que le ha cogido gusto a la idea unidireccional de que esto se hunde y pienso, en algún momento de rara lucidez, que ningún país puede cerrar como se cierra una tienda. A través de la historia, todos los países han sobrevivido en las peores circunstancias -recordemos la Argentina del corralito o la España de las posguerra-, que sobrevivieron mal, con una gran dureza, pero siguieron adelante con una gran lección del instinto de supervivencia que todos llevamos dentro. Ahora ese instinto este adormecido por la vida fácil que hemos llevado en las últimas décadas, cuando parecía que “la fuente de las subvenciones” no dejaría de fluir… y el despilfarro se mezcló, equivocadamente, con lo llamado “Estado de Bienestar”, haciéndonos creer que el Estado era ese “Pater” que todo lo da gratuitamente, cuando en realidad, sólo tiene que ser un Administrador de las cosas públicas y, sobre todo, moderador de los desmanes… cosas que, desde luego, no ha hecho ni por aproximación.
Frente a ese despilfarro, esa “fuente de subvenciones” puede estar a punto de dejar de fluir y solo queda una reacción individualizada en busca de nuevas oportunidades, y una revolución, persona a persona, basada en la sensatez, en el trabajo real, en el tesón, en el esfuerzo y en el sacrificio para enfocar, con esperanza y de una nueva manera, una vida más sencilla, con menos “signos externos” y con más “signos internos”.
Busquemos esas nuevas oportunidades enfocando nuestras vidas hacia la realidad y defendámoslas con fe. Es lo que toca, pienso yo.
Antonio Poyatos Galián