El buen comportamiento de la demanda turística en el último año a pesar de los datos económicos y la incertidumbre era algo que resultaba totalmente inexplicable. Parece un acto de autodefensa como si antes de que nos venga la siguiente , necesitamos lanzarnos a una locura total en la que nos metemos todos .
Ni el propio sector turístico entendía cómo podía seguir tan fuerte la demanda en plena escalada de los tipos de interés y de la inflación, y con unos precios de las tarifas hoteleras y de los billetes de avión que están por las nubes. La situación era como si todos nos hubiéramos vuelto locos.
Desde el sector turístico se achacaba esa demanda inelástica y nada sensible a los altos precios a lo que ellos mismos denominaron«efecto revancha» tras el covid. Estuvimos meses confinados y otro tanto con restricciones y, una vez recuperada la libertad, todos quisimos volver a vivir y recuperar el tiempo perdido sin que nos importase nada más.
Además, contábamos para ello con un tema importante y era el colchón de dinero que no gastamos en los meses de confinamiento, cuando los gastos se redujeron de forma sustancial. Hubo quien compró una piscina hinchable o una bicicleta estática pero nada que ver con los gastos habituales de una familia en su día a día normal.
Los sectores más prudentes advertían de que ese colchón de dinero se acabaría en algún momento y que volvería la contención del gasto pero el boom de las reservas nos desmentía cada día esa previsión.
Ahora parece que ha llegado ese momento. Las reservas turísticas se han estancado de repente y las cadenas hoteleras y las plazas turísticas extrahoteleras empiezan ya a plantearse ofertas y bajadas de precios para tratar de animar la demanda que se está viniendo abajo en pleno verano.
Las aerolíneas también han empezado a notar el enfriamiento de la demanda y comienzan a plantearse nuevas estrategias( aunque nunca se han planteado la estrategia de bajar los preciors. La locura parece llegar a su fin.
Patricio González