El asalto al Capitolio protagonizado por grupos de extrema derecha, alentados por el presidente saliente de los Estados Unidos, es un claro ejemplo de las consecuencias de «normalizar» el discurso de políticos neofascistas que intentan doblegar la paz social y el estado del bienestar que tanto nos ha costado conseguir.
Los trumpistas, salvinis y abascales llevan años intentando enfrentar a la sociedad con un bombardeo continuo de fake news, falsedades cuyo único objetivo es crear suficiente crispación para utilizarla como medio para llegar al poder e implementar políticas xenófobas y discriminatorias.
La crisis económica generada en 2008 sirvió de caldo de cultivo para la resurrección de estos movimientos ultraconservadores que han recorrido el continente americano y europeo durante los últimos años. Parece mentira que la ciudadanía no sea consciente del daño que pueden generar los herederos del nazismo y franquismo.
Ya es hora de que nuestros representantes públicos dejen de blanquear la extrema derecha, se unan y hagan frente común contra este cáncer que vuelve a recorrer las instituciones antes de que sea demasiado tarde y no haya marcha atrás. Los ciudadanos debemos exigirles que aprendan de otros países europeos donde partidos políticos de diferentes ideologías no han dudado en dejar de lado sus diferencias para frenar el auge del neofascismo.