Como he escrito en otros artículos, observo con honda preocupación en mi día a día, que en la actualidad nadie escucha a nadie. A lo más que llegan nuestros interlocutores es a oír, como el que oye llover, lo que pueda decirle el prójimo.
Yo creo, por eso, que aeste paso llegará un día antes que tarde, en que se creará el oficio de oyente o de escuchador previo pago del estipendio correspondiente, en el que este señor o señora prestará atención a lo que queramos decirle o contarle. Y eso pasará porque, como digo, nadie escucha a nadie, nadie nos escucha.
Estamos perdiendo a pasos agigantados la capacidad de escuchar porque, pienso yo, la sociedad actual tiene focalizado, exageradamente, el EGO como fusión y engañosa forma de sentirse mejor, debido a que las redes digitales han sobrehilado un mundo que no tolera otra cosa que no sea el espíritu subjetivo, de ahí que, escuchar sea el patito feo en las relaciones con los demás. Y cuando digo relaciones me refiero a las relaciones físicas, no virtuales.
Porque, de alguna manera, la escucha antecede al habla, y escuchar es lo único que hace que el otro hable. Pero en la comunicación digital de la actualidad se ha propiciado una comunicación despersonalizada que no precisa ni de voz ni de interlocutor. La mayoría de los mensajes de Twitter o de WhatsApp no se refieren a nadie en concreto, no van dirigidos a una persona concreta, y sin la presencia del otro la comunicación degenera en un intercambio acelerado y descontrolado de información fútil que nadie escucha, que nadie presta atención, por lo que, estando conectados, nos aísla totalmente de lo que es la vida real.
Escuchar, sigo pensando, es algo totalmente distinto a ese intercambio alocado de información que solo queda unos segundos en nuestras retinas -solo en nuestras retinas-. Al escuchar no se produce ningún intercambio de informaciónhelada porque escuchar no es un acto pasivo. Escuchar es tener una participación en la existencia de los otros, en sus alegrías, en sus dolores, en sus preocupaciones o en sus proyectos.
Deberíamos meditar muy seriamente sobre ello, porque evitaríamos muchas depresiones, muchas soledades
solamente escuchando con empatía y mucha atención, lo que nuestros próximos necesiten decirnos.
Antonio Poyatos Galián