Enrocado entre las cuatro paredes de mi casa veo pasar los días sorprendiéndome cada día más de la quietud, de la calma que, al menos en apariencia, manifiesta el desarrollo cotidiano de la existencia humana, la vida diaria, en la que nada sobresalta, nada llama la atención y todo, absolutamente todo lo que acontece en el mundo resulta normal, a la vista de su repercusión en la sociedad. Llego a la conclusión de que la excepción a la normalidad la constituyo yo y, por lo tanto, bien hago en aislarme lo más posible para evitar extender el mal a un mundo tan feliz.
Normal resulta ser que a estas fechas no haya actividad parlamentaria y se lleven gastados, según leo en prensa, cinco millones de euros en emolumentos a esos representantes populares elegidos en los pasados comicios que aún no han calentado el asiento… normal es que sigan las polémicas de los pactos y negociaciones para formar mayorías de gobierno tanto a nivel nacional, como en otras instancias, con estrategias y combinaciones que no tienen en cuenta ni tan siquiera la necesidad, al menos por mera prudencia estética, de aparentar coherencia y no contradecir en unos lugares lo que se pretende o se compone en otros… Normal es proponer disparar el gasto público a sabiendas de que no hay de donde sacra recursos, o seguir al pie de la letra aquella recomendación dieciochesca de la conveniencia de engañar permanentemente al pueblo, por su bien, puesto que, al cabo, todo lo que se realiza bajo la forma ideal de Estado partitocrático es por el bien del ciudadano, que acaba como no quiso acabar, pero al fin y al cabo se lo buscó, como un ser sujeto a una tutela indeseada, involuntaria y tiránica.
Lo normal es eso, lo normal, que la gente no se queje, no se queje y que incluso llegue a creerse algunas consignas que por disparatadas no podrían sino silbar en los oídos, como, por ejemplo, las previsiones de la campaña turística, con cifras oficiales que contrastan con la cruda realidad de la caja de los taxistas o los comerciantes de las zonas turísticas punteras del país. Parece también normal que la gente, esa gente masa, a la vista de las noticias que no pueden ocultarse de aumento de la violencia, ese aumento de los casos de muertes de mujeres a manos de sus parejas o familiares a los que no parece poderse poner freno, a esa generalización de la violencia juvenil, de las bandas que se enfrentan, al aumento del crimen organizado, no reaccione sino encogiéndose de hombros y diciéndose que hay que ver cómo está el mundo, porque por lo que veo, a parte de una queja de este tipo, por lo bajo… todo sigue igual y la vida rutinaria en la que todavía se incluye para un buen número de personas el recurso al rato de asueto en la terraza de un bar en los atardeceres de verano no parece perturbarse por que haya o no haya gobierno, porque haya más o menos robos, siempre que ocurran al lado de casa, o por la situación internacional.
Esa es otra cuestión… ¿para qué tratar algo que es cosa “política”? y la política es cuestión que no interesa, ese ha sido el mayor de los logros de la globalización y de la homogenización de Occidente en los últimos siglos: crear un orden u organización, una sección de ciudadanos entrenados, formados, instruidos, forjados para ejercer el dominio y el control de los medios económicos y el poder político en la sociedad, primero con un especial cuidado en obtener la descomposición de los anteriores sistemas de ejercicio del poder, bien de modo pacífico, bien a través de la acción revolucionaria, para alcanzar después, en el momento actual un estado de absoluta unidad de objetivo. La política profesionalizada, en manos de filósofos, juristas, economistas, ideólogos, sociólogos que durante el tiempo que lo preciso produjo las escisiones, enfrentamientos, conflictos y fenómenos de destrucción necesarios para lograr un solo fin, alcanzado el cual ya no se precisarían ideologías ni más tapaderas…¿El fin de la Historia de Francis Fukuyama? Después, el poder por el poder….
Y a parte de esos agentes, dirigentes, profesionales del gobierno y el ejercicio del poder en nombre de un ente inexistente puesto que no tiene lo esencial que le caracterice como persona, no tiene vida: el Estado, o las entidades supra Estatales, están los miembros de la sociedad que cumplen una doble función, aunque la primera, que es dar legitimidad al sistema, es meramente formal y prescindible. La segunda no, pues la segunda es su esencia en el mundo contemporáneo, es su misión, es la razón por la que todo debe girar en torno a que se mantengan en el convencimiento de varias ficciones, las grandes falsedades del sistema:
Deben creerse que son libres y sentirse que lo son, algo que se articula a través de la creación de mecanismos de opinión y apariencia; esa misma apariencia y esa misma convicción debe llevarles a sentir que nadie ni nada puede ofrecerles más, y que ellos mismos por si son incapaces incluso de pensar en aspirar a más; deben entender que no cabe ninguna divinidad más allá que la que garantice la salvación material, que incluso ese otro mundo, esa vida eterna que las religiones ofertan consiste en una salvación en la que prima lo conceptuable como tangible, y las propias confesiones, muy especialmente el Catolicismo presente ayudan a ello con su extrema socialización; deben los miembros de esa sociedad masa creer en los dogmas laicos y dejar la “política para los políticos” pues ellos son los que saben, están preparados, por lo que la confianza debe ser de fe teológica; fruto de esa fe deben rechazar cualquier alternativa, pues, como en toda religión fanática, quien muestre oposición o un mínimo reparo es hereje y viene a tentar y a destruir en orden, a poner en peligro la salvación.
El ciudadano masa, el adepto al sistema, el que es normal y lo ve todo normal, aquel al que la política ni le va ni le viene porque es cosa de eso, de “políticos” cumple su función más importante on ser número, interesa que sea número, y que su existencia sea larga y duradera, porque va a ser el productor y receptor de bienes de producción que, en definitiva habrán de mantener el equilibrio económico para que los engranajes funciones. Se les fomentarán desvíos calculados según las reglas de la opinión y apariencia para que haya niveles en los que se pueda pecar contra los dogmas laicos, pecados que reciben absolución inmediata porque benefician al sistema, por lo cual la envidia calculada hasta determinados niveles de desigualdad se tiene que primar, la desigualdad económica no será jamás pecado mortal, incluso es virtud, de hecho lo fue en el tiempo de las ideologías y hasta los privilegios más discriminatorios en orden a la posesión de bienes materiales eran bendiciones con los que los sistemas más radicalmente marxistas premiaban a sus dirigentes, como aún siguen haciendo los que subsisten. El ciudadano masa, número puede así sentir la necesidad de adquirir un automóvil absolutamente inútil para sus necesidades pero mucho más lujoso que el de su vecino, o comprarse una casa cuyo mantenimiento le resulta confiscatorio pero se convierte en la envidia de la familia…¡Es normal!
No es normal llamar la atención sobre cosas que resultan insólitas, raras…. Así si protesto por un comentario de la Vicepresidenta en funciones del Gobierno sobre el feminismo y el socialismo, recordando el ya tradicional habito de salir de tono de mi ex compañera de facultad, me sorprende que alguien le dé la razón. Uno que lo del feminismo no lo asume, ni no ha de asumir, por motivos que no son del caso, recordaba a quien daba razón a la pobre Carmen Calvo, la de aquello de que el dinero público no tiene dueño, que sin irse a tiempos muy lejanos, antes de que fuese incluso socialista la lideresa Calvo, Pina López Gay, Amparo Rubiales, Dulce del Moral, y muchas más contemporáneas eran feministas y nada socialistas. No es normal que, por ejemplo, se le increpe a uno por desconocer absolutamente quienes son unos sujetos y personajes de los que hablan con familiaridad gente de cierto nivel cultural, o al menos yo se los he supuesto, que resultan participantes de concursos televisivos y cuya fama deriva de las imbecilidades que hacen o dejan de hacer y de las que un gran número de personas están pendientes. Tampoco es normal que se le dé el apelativo de “princesa del pueblo” a una señora, Dº. Belén Esteban, cuyo mérito es, según entiendo, su exhibicionismo en programas televisivos, junto con más gente, contando unas historias que a cualquier persona deberían traerle sin cuidado, pero ante mi irritación recibo auténticas sacudidas de ira porque debería ser imprescindible para mi saber de la vida y milagros de la Sra. Esteban y no se de cuantas otras personas más en vez de ocuparme de lo que me ocupo.
¡Y es verdad! ¿Qué puede tener de peligroso y anormal que haya una tensión importante en el Estrecho de Ormuz?. ¿Qué importancia puede tener que regrese la epidemia de Evola? .¿ Qué interés supone un terremoto en Grecia?. ¿Qué no hay gobierno? ¡Pues ya lo habrá!; ¿Qué no hay dinero? ¡Eso es cosa de los políticos!… Como consuelo, que no lo es para mí, el fenómeno es global y aunque en Francia, Italia, Holanda u otros países va remitiendo, también se pasa por algo semejante y por lo que me cuentan, se esperan tiempos feos. Pero al fin y al cabo España fue siempre diferente…. Y siempre habrá salvadores, y a la gente no le importará lo que pase, ni quien gobierne, ni de qué modo…. ¡Hasta que no pueda pagar el coche, ni la caña en el bar, ni incluso se pueda conservar el bienestar porque ya se haya perdido!… ¿Entonces?….
¿Qué más da?