Por José Luis Yagüe Ormad, Decano de los periodistas de la Costa del Sol.
Al explicar cómo fueron los comienzos del Turismo en la Costa del Sol, Rafael de la Fuente Milanés (Director en el VillaMagna, de Madrid, Los Monteros y Don Carlos en Marbella, Escuelas de Hostelería de La Fonda y La Cónsula) se refiere al hecho histórico de que al no haber aeropuerto abierto al tráfico comercial en la Costa, fueron los viajeros británicos que llenaban cada día los diferentes aviones de la BEA British European Airways que llegaban a Gibraltar, los que a bordo de una flota de aquellos entrañables minibuses de Capurro y los autocares “verdes” de Francis y Gibraltar Motorways, los que distribuían el pasaje por los pocos hoteles de la Costa, comenzando por el Hotel RAF, en Estepona, Guadalmina, El Rodeo de Ricardo Soriano, El Fuerte y el Alhamar, en Calahonda.
Por la experiencia vivida por mí como periodista, al margen de coincidir en las vivencias, con Rafael de la Fuente, tengo que aportar que los comienzos de Torremolinos llegaron más tarde, cuando el general gobernador militar del Campo de Gibraltar y delegado de Orden Público, cortó por lo sano las noches de fiesta que tenían lugar en la desembocadura del Rio Guadarranque, donde Jesús Tamborero, un vasco residente en Londres construyó los primeros bungalows turísticos para grupos de ingleses en la misma desembocadura del Guadarranque, donde las juegas eran memorables. Pero ante el constante asedio de la Guardia Civil cortó por lo sano, cogió a todos sus grupos y los llevó a Torremolinos, donde se respiraban otros aire de libertad. De su mano comenzaron los primeros vuelos charter desde Londres a Málaga.
El aeródromo militar de El Rompedizo, dedicado al “as” de la aviación nacional “García Morato” tenía una cierta importancia bélica ya que era la base de medio centenar de bombarderos Heinkel 111 que Hitler había cedido a Franco (y que luego sirvieron para el rodaje de la película “La Batalla de Inglaterra”), junto con algunos cazas, pero carecía de actividad civil, porque era un recinto militar alérgico a cualquier tipo de espionaje extranjero. Que algún avión civil hubiese aterrizado por allí, era algo anecdótico.
Con el auge del Turismo en la Costa, en los 60 comenzaron las inquietudes por su desarrollo. Desde el Marbella Club, el príncipe Alfonso de Hohenlohe, pronto lideró la Cooperativa de Promotores de la Costa del Sol, involucrando a los joyeros Mato y Alberola, dueños del Pez Espada, a Ignacio Coca, de Los Monteros, a los Goizueta, de Guadalmina, a Salvador Guerrero, de Elviria a los Tahillefer y unos cuantos promotores turísticos más junto a personalidades del Régimen, como el ministro José Antonio Girón de Velasco, muy unido a Coca, el ministro de Obras Públicas, Federico Silva Muñoz, el ministro del Aire, general González Gallarza y con el aval del general González Badía que desempeñaba la Jefatura de la Casa Militar de Franco, sin olvidar la mano de monseñor Don Rodrígo Bocanegra Pérez, como gran conseguidor, abriendo muchas puertas. Doña Carmen, nada le negaba a su confesor.
Con esos avales y esas inquietudes, la Cooperativa de Promotores del Costa del Sol, aparte de construir el Palacio de Congresos de Torremolinos y otras infraestructuras, validó la apertura de la base militar “García Morato” del Rompedizo a los vuelos civiles (el general González Gallarza, uno de los dueños de la Ginebra Larios, por cierto, se empeñó en ello y aunque ya había vuelos regulares de Aviaco e Iberia con Madrid, a él le gustaba siempre pilotar un Heinkel 111 para venir los fines de semana desde su ministerio en Madrid a su casa de Málaga.
El aeropuerto de Málaga despegó y se abrió ya en los 60 a los vuelos comerciales aportando contingentes de turistas, suecos, ingleses y de Bélgica con los aviones de Sabena, que tanto ayudaron a la promoción de la Costa con aquella “Embajada volante Marbellí” que lideraba Luis Callejón padre, a la sazón director del Hotel Skol (Hoy Da Bruno), en la que viajaban hoteleros, guitarristas, bailaoras como Ana María y cantaores de flamenco, para dar a conocer en aquel entonces, mucho antes de llegar Banús, las excelencias de Marbella y su clima.
Desde Gibraltar, la compañía Gib Airways que tenía 4 vuelos diarios Gibraltar-Tánger con un pequeño pero muy rápido De Haviland Dragón, de 8 plazas, bimotor de dos alas pilotado por el as de la aviación polaca Chiemelozky, intentó con poco éxito vuelos Gibraltar-Málaga con enlace a Tánger.
Hay que recordar la importancia que para el aeropuerto de Málaga, con 2 vuelos diarios a Londres tuvo la Gibraltar Airways de la gibraltareña familia Gaggero, muy potente en el sector turismo con el lujoso Rock Hotel y la compañía Bland Group, con actividades navieras desde 1860, que ya representaba a la BEA en Gibraltar cuando ante la demanda de los viajeros ingleses a Marbella y Estepona hubo de aumentar frecuencias y que desde 1995 voló con la siglas GB como franquicia de British Airways , desde Málaga a Londres con una flota propia de una veintena de modernos Boeing 737 “tapizados en piel” y además en leasing 11 Airbus 320 y 7 Airbus 321 transportando 3 millones de pasajeros al año, cubriendo muchos destinos desde Londres tanto a Málaga, como a Gibraltar (Gibraltar-Madrid hizo incluso tras los acuerdos Córdoba), Casablanca o Malta hasta que en el 2008, el griego Stelios Haji que acababa de fundar Easy Jet, compró toda la flota de Gib Airways al gibraltareño James Gaggero.
Es decir el Aeropuerto de Málaga, cuya primera terminal funcionaba en un preciso chalet cuyas terrazas llenas de geráneos (como los de Franks Corner) eran la delicia de los viajeros o de quienes esperábamos la llegada del humeante Conver de Iberia desde Madrid. Era la década de los 70 cuando de verdad el Aeropuerto de Málaga comenzó a bullir de actividad.
En ese chalecito a la sombra de la fábrica de Cervezas San Miguel está ahora Aviación Civil, es decir el control de todos esos jet privados y avionetas que llegan a Málaga.
La Cooperativa de Promotores de la Costa del Sol tenía mucho empuje. Tanto que la Dirección General de Carreteras planeó para toda España el Plan Redia que consistía en dotar de anchos arcenes las angostas carreteras de entonces, eliminando curvas y cuestas. Pasar de Torremolinos a Fuengirola era un auténtico calvario de curvas cerradas y cuestas: el Plan Redia, las eliminaba. Pero en la Cooperativa de Promotores, un hombre de tanta visión como Alfonso de Hohenlohe, dijo que no, que Redia, de ninguna manera.
Con el poderío de tanto ministro y promotor turístico en la Junta directiva, convocaron al ministro de Obras Públicas y lo convencieron de que de Plan Redia, nada. La Costa del Sol necesitaba desdoblarse en vías de doble sentido en cada lado. Un poco a regañadientes, el director general de Carreteras fue convencido por el ministro de la bondad de una buena autovía para ir del Aeropuerto a Marbella. Y mal que bien, sobre la marcha se enmendaron las obras, logrando ensanches espectaculares, como los conseguidos en el faro de Calaburras, para poder bordear el faro. La Autovía, se había conseguido, tal y como existe hoy. No ha habido ensanches ni mejoras apenas, desde entonces hasta hoy.
Pero pronto retumbó una potente voz de protesta.
Angel Farinós, el alcalde de Estepona se plantó donde hiciera falta para argumentar que cómo se iba a dejar marginada a Estepona. Quería ir a ver hasta Franco e hizo temblar a los cooperativistas. Y el ministro de Obras Púbicas, Federico Silva Muñoz firmó la ampliación del ensanche hasta Estepona, para que no muriese en Marbella. Como tenía que ser.
Años más tarde sería la Cooperativa de Promotores y su presidente Alfonso de Hohenlohe quien abanderó la campaña para construir la Autopista de la Costa del Sol con un trazado por la montaña. Alberto Díaz Fraga ingeniero de Caminos, Canales y Puertos que había construido el Puerto Banús y el Puerto de Marbella, asesoraba al príncipe. Pero no lo tuvieron fácil. La Costa se colapsaba (y colapsada está). Con un coste de dos millones de pesetas, un capital en aquella época, pagaron el estudio, magnífico por cierto y de lectura obligada para todo aquel que quiera opinar sobre la Costa del Sol, que sirvió de herramienta de trabajo y que pronto corrió de Ministerio en Ministerio con unos promotores pidiendo con urgencia la Autopista por la montaña. Ni caso. Meses, años de lucha estéril. La Autopista no llegaba. Y tardó demasiado en construirse.
La Cooperativa de Promotores de la Costa hizo un importante trabajo de “cabildeo” para influir en conseguir cosas para la Costa del Sol. Una presión que el ministro Herrera Esteban, reconocía.
Sin embargo, al príncipe Hohenlohe le quedó una “espinita” clavada, que no consiguió. El quería y yo también, que desde el Aeropuerto hasta Marbella, todos los ribazos, es decir todas las laderas que bordean el camino hasta Marbella fuesen un jardín, de verdor y de flores, regadas y cuidadas debidamente, para que el viajero se sorprendiera de tanta belleza y la imagen y la marca, fuesen irrefutables.
Lo mismo quería hacer entre las pistas de rodadura y de despegue del aeropuerto donde ahora crece la maleza y los matojos secos no dan una imagen muy grata que se diga. Quería el príncipe que el aeropuerto de Málaga fuese un vergel, con sistema de riego permanente para que el césped y las flores estuviesen siempre perennes y que, nada más tomar tierra y asomarse por la ventanilla, el viajero alegrase la vista con una imagen única. Diciendo: “Ya hemos llegado a la Costa del Sol”.
Quiero recordar mis vivencias al lado del príncipe Alfonso de Hohenlohe, aportando inquietudes que luego con el paraguas de la Cooperativa de Promotores de la Costa del Sol se hicieron posible. Como aquella promoción en Nueva York con Antonio Ordóñez y su amigo Ernest Hemingway, de tanto impacto mediático en EE.UU. O como aquella presentación de la Costa del Sol ante la prensa internacional destacada en Munich, dos días antes del sangriento ataque terrorista de los Juegos Olímpicos, del que nos libramos por regresar a Marbella un día antes ya que habíamos contratado un cuatrimotor de hélice, cuyos motores echando chispas en la noche hicieron dar gritos al guitarrista Parrilla de Jerez, arte en el Tablao de Ana María: “Señorita, señorita, que estamos ardiendo!” “No, mire usted-le respondía la azafata-. Eso es así y significa que los motores van quemando bien la gasolina”. Cuando se habían organizando timbas de cartas, Rafael Lima Balboteo, el alma del Atalaya, le dijo: “Parrilla que haces sentado todo el tiempo y pegada la cara a la ventanilla”. Y el gitano le respondió: “De aquí no me muevo Rafael, vaya a ser que se apague la candela”. Y no se apagó y el viaje fue un éxito.
Otra promoción de mucho impacto en Alemania la hizo el príncipe Hohenlohe como presidente de la Cooperativa de Promotores durante el Carnaval de Munich, llenando el Deutsches Theater de miles de claveles transportados desde Marbella por una divertida embajada donde además de Paco Cantos, el alcalde y el príncipe Alfonso de Hohenlohe iban constructores, comerciantes y personas relevantes de la sociedad marbelli, que con la alegría andaluza, revolucionamos Munich.
Es verdad que la historia del Aeropuerto de Málaga en su actividad comercial corre pareja con el auge de la Costa del Sol.
Un inciso para recordar con todo cariño el acierto de Pancho Sanz Cagigas, director del Diario SUR” y su Redactor Jefe, Francisco Lancha para acuñar el término “Costa del Sol” que yo aplaudí como muy acertado desde el diario “SOL de ESPAÑA”.
Aquellos primeros turistas ingleses que llegaban en los vuelos de BEA a Gibraltar hoy son millones y aunque Gibraltar sigue manteniendo varios vuelos diarios con el Reino Unido aportando su granito de arena a los campos de golf de San Roque, Benalup de Sidonia y las playas de Tarifa, es el Aeropuerto de Málaga, sesenta años después de abrirse al tráfico comercial, el que mantiene, no solamente el puente aéreo más importante que existe con Gran Bretaña, con muchos vuelos diarios que ojalá el Brexit no merme, sino con otros destinos de Europa, del Medio Oriente, USA, Rusia, Israel y otros lugares que aportan contingentes de turistas muy considerables.
Y que no pare.
Así, en 50-60 años, la Costa del Sol se ha hecho grande, se ha hecho importante con el esfuerzo y la dedicación de muchos. Y la aportación del dinero, de los grandes capitales de todo el mundo que aquí llegaron para contribuir a ese éxito. Algo que siempre tenemos que agradecer a ese capital que lo hizo posible, aunque se le pongan tantas trabas (y es que en aquellos entonces, no había y un duro, era un duro y el ministro de Hacienda de Felipe González, Carlos Solchaga así lo reconoció en Marbella, agradeciendo la inversión extranjera que llegaba desde Gibraltar).
Y ese éxito turístico de la Costa del Sol, indiscutible, ha de seguir siéndolo. Que nadie lo apague.