Señor Director de La Tribuna: En sus columnas de opinión veo opiniones controvertidas de diferentes y variados autores, que lo validan como un medio democrático donde cabe la critica y el pensamiento libre, se esté o no de acuerdo con él.
En esa línea de dar cabido a la diversidad, ¿se atrevería a publicar esta opinión?
En la tragicomedia española de los últimos de Catalunya va a acabar procesado hasta el apuntador. Si no lo están ya Rajoy y algún otro del gobierno es en gran medida por respetos mundanos. Esos respetos de la justicia hacia un poder político por debajo de toda sospecha que tienen su prestigio por los suelos, a los pies de la Infanta, de Urdangarin, de Rato, etc. Los respetos que llevan a los magistrados a aceptar una deposición testifical del presidente a su mismo nivel simbólico, no en el lugar reservado a los testigos. Y a dar por buena la declaración sin preocuparse por las acusaciones de que en ella incurrió el deponente en falsedad al asegurar que no tenía conocimiento de las aspectos económicos de las campañas electorales, cuando hay un vídeo en el que da cumplida (y seguramente falsa también) cuenta de esos aspectos en una elección concreta.
Es patente que este gobierno y su partido no debieran estar en el poder. Procesados, imputados, acusados, condenados, con un presidente y ministros que parecen haber estado recibiendo sobresueldos durante años, la política española se hace en los tribunales y en las cárceles y la labor del gobierno está condicionada por los calendarios procesales. Su obcecación en mantenerse en un poder que, en el fondo está usurpando, obedece al miedo a perder la impunidad y el aforamiento. Es capaz de romper el país por conseguirlo.
No, dice el bloque nacional español, es el independentismo el que rompe el país. Puede ser. Pero, como sabe todo el mundo, el independentismo quintuplicó su fuerza a partir de 2010, en respuesta a la evidente campaña anticatalana del PP que la usó para encaramarse en el poder. Es el PP y su política de confrontación a ultranza con Cataluña para tapar lo que de todas formas no puede taparse lo que rompe España.
Da risa escuchar al presidente de un gobierno y partido con 700 involucrados en procesos penales y él mismo bajo acusación de haber cobrado sobresueldos, da risa, digo, escucharlo decir que va a restablecer la legalidad en Cataluña. Porque, piénsese bien, esos sobresueldos ilegales, también son dineros públicos que luego se hurtan a los ciudadanos mediante prácticas ilegales. Los sobresueldos de M. Rajoy no son solo presuntamente ilegales y del partido; son dineros públicos.
Ayer Pablo Iglesias tuvo un intervención irreprochable en el Congreso en relación a Rajoy y luego unas declaraciones muy ajustadas en la calificación del comportamiento del PSOE. De sus otros juicios tengo mis reservas, especialmente en relación a Cataluña, pero en el análisis de giro de 180º en la política del PSOE, nadie puede dudarlo: de la plurinacionalidad, ni mú; de echar a Rajoy a respaldar a Rajoy (que, además, con este respaldo, se crece); de la amistad con Podemos al matrimonio con el PP.
Palinuro lleva tiempo diciéndolo: Catalunya ha triturado a la izquierda española; en Cataluña en cuanto que española y en España en cuanto que izquierda.
Y todo para nada. La política de represión es inútil; y más a lo bestia, que es como hace las cosas la derecha, la extrema derecha, la derecha franquista que está en el gobierno. Lo ha sido hasta ahora, lo es y todos sabemos que lo será, si sigue. Reprimir por los tribunales y la fuerza bruta un movimiento popular esencialmente pacífico ha sido siempre, como muestra la experiencia, el último error del represor.
Y algo tiene todo el mundo meridianamente claro: el independentismo catalán es un movimiento, una revolución en realidad, no violenta. Aunque la política oculta y la manifiesta del gobierno sea incitar a la violencia en Cataluña, nunca, nadie ha podido probar violencia contra las personas o las cosas en las acciones independentistas. En las nacional españolas siempre hay violencia y agresión de bandas de energúmenos a ciudadanos pacíficos. Esa es la imagen que todo el mundo conoce: un pueblo en movimiento democrático, pacífico en afirmación de lo que siente son sus derechos, en busca de un lugar propio en la historia y en el concierto de las naciones.
Enfrente, ¿qué hay? Un gobierno minado por la corrupción, desprestigiado, con un líder sistemáticamente el peor valorado, gestionando de forma impopular, agresiva, injusta, desmantelando el Estado del bienestar, arruinando el país y llevándolo a la quiebra. Un gobierno que ha roto todos los consensos y actúa arbitrariamente mediante un art. 155 que interpreta como un decreto de plenos poderes, incluido el de prorrogarlo si, por ejemplo, el resultado de las elecciones del 21D no le gusta.
Y eso es exactamente lo que el PSOE apoya.
Lo hace por miedo, por pánico cerval a que el independentismo catalán rompa España.
Esta España.
Ramón Cotarelo