En Luces de Bohemia de Valle Inclán , su personaje central Max Estrella se mira ante unos espejos cóncavos de la calle de El gato que le devuelven una imagen deformada de si mismo . Como aquellos espejos de feria. Pues , de igual forma, y salvadas todas las distancias , España entera se mira el 4 de Mayo en un espejo que proyecta una imagen de toxicidad política y carácter prebélico que no se corresponde con la de la sociedad española y , por supuesto, una imagen difícil de encontrar en los países de Europa Occidental. Miro a mi alrededor y no noto, no percibo en la calle tanta toxicidad como en estos momentos sacude a una parte de la política española. ¿ Es una percepción mía y no es real el escenario de violencia extrema que nos sirven las noticias? ¿ O la violencia es efectivamente real y la normalidad de la sociedad es una percepción mía?
Pasa exactamente igual con el tema del crimen organizado en la Costa del Sol. De acuerdo con un reportaje aparecido en estos días en un periódico nacional vivimos en una zona que es el centro de operaciones del crimen organizado en torno a la droga. El reportaje parece bien documentado y con referencias directas de personas que trabajan en el campo de la investigación de este tema. Puede leerse en él , a modo de resumen que “La Costa del Sol es una especie de hub, de lugar de encuentro, de centro de coworking [espacio compartido de trabajo] en el que están presentes casi todos los grupos criminales organizados del mundo”, nada menos que 59.
Pues bien, miro a mi alrededor, a mi entorno, conozco y sigo los avatares de mi ciudad y las vecinas y no percibo la peligrosidad que supondría tal escenario como el que se describe en el reportaje. ¿ Es real y no lo percibimos así o es irreal pues no afecta a la ciudadanía de a pie que puede hacer una vida diaria compatible con el máximo peligro potencial que implicaría ser el centro global de ese submundo tenebroso?
Ciertamente se puede decir que la Costa del Sol es hoy por hoy un lugar seguro, cualquier ciudadano lo podría corroborar y , por supuesto, los miles de turistas que se dan codazos para solazarse aquí así lo confirman . Lo que sucede es que de cuando en cuando tenemos noticias de ajustes, de operaciones que tienen lugar por aquí así como de reportajes como el que cito de los que no podemos desentendernos como si la cosa no fuera con nosotros.
Claro que va con nosotros. Los munícipes se quitan el muerto de encima rápidamente diciendo que «la competencia y la responsabilidad» en estos casos es del Ministerio del Interior . O simplemente ni se dan por aludidos como en este caso. Cuando se está en el gobierno se insiste mucho en tapar lo negativo y no alarmar a la sociedad pues puede afectar a nuestra imagen turística y de negocios. Si los que gobiernan son otros entonces , entonces la cosa cambia. Entonces se habla de relajación por parte de los responsables políticos, se echa mano de declaraciones de empresarios afectados, se habla del peligro de un deterioro de la imagen y de enorme preocupación. La política es a veces así de desvergonzada.
No se puede decir que lo aireado ahora sea ni nuevo , ni exclusivo de esta zona , ni que suceda por casualidad. Pero lo cierto es que motivo para la preocupación haylo. Desde hace tiempo se vienen dando las condiciones necesarias para que este tipo de grupos mafiosos se consideren seguros e inmunes para llevar a cabo sus actividades delictivas tomando como centro de operaciones esta zona. A mi juicio, el fenómeno tiene que ver con una cierta indolencia, pasividad y negacionismo tanto institucional como ciudadano.
De manera que una cierta responsabilidad tiene la ciudadanía y las instituciones más cercanas ante la imagen que nos devuelve el espejo cóncavo en el que podemos mirarnos tras conocer los escalofriantes datos como contiene el reportaje citado. Comenzando por admitir y no negar lo evidente en lugar de ocultarlo.
Ante el empeoramiento de la situación bueno es que los ciudadanos nos preguntemos por las causas y nos cuestionemos qué valores y qué estilos de vida estamos promocionando. Hay que ser autocríticos con nosotros mismos y reflexionar en torno a cuestiones básicas como quiénes somos, dónde vivimos y qué hacemos. Seguro que, si dejamos que la conciencia hable, encontraremos respuestas a muchas cosas que pasan y nos avergüenzan. Y actuar en consecuencia, claro.
Enrique Monterroso Madueño