Una noche de insomnio, comencé a soñar despierto con el imaginado mundo que yo desearía, alejado de toda realidad actual. Después pensé que los que sueñan despiertos son cada vez menos y la realidad me dice que los soñadores pertenecen ya a una especie marginal en vías de extinción.
Decía Ernesto Sábato que, en la vida, lo más importante es la ilusión, la imaginación, el deseo y la esperanza. Yo añadiría como complemento y mayor claridad a los sueños, cosas todas ellas que se echan en falta en estos tiempos tan convulsos, ya que, hoy en día, la falta de ilusión, la apatía y la ausencia de esperanza –eso es lo peor-, se están adueñando del escenario mundial y se deja sentir más fuertemente en esta sociedad occidental en la que habitamos.
Estamos en un punto de difícil retorno, en el cual, el escepticismo y la incredulidad en uno mismo han anidado en el interior de las personas y el prójimo nos resulta cada día más ajeno y más lejano, con total ausencia de empatía –origen, por cierto, de casi todos los males que nos asolan-.
¿Cómo hemos llegado a esto? Hay varias respuestas, en opinión de este humilde juntador de letras, pero la obviedad me dice que son varias principalmente: por la pérdida de valores, porque nos hemos quedado sin “faro de referencia”, porque cada día crecen más los analfabetos funcionales, porque la “civilización” le ha arrebatado la infancia a los niños, que antes soñaban con cosas y se divertían con sencillos e inocentes juegos que precisaban de creatividad y, sobre todo, de imaginación. Ahora se les da valor a las cosas en detrimento del ser humano y los sueños, desde niños, han sido erradicados por el pragmático relativismo cultural. Y lo grave es que todo eso ha sido promovido por los poderes fácticos que mueven los hilos de nuestro futuro.
Los que cargamos en la mochila un importante número de años, nos ilusionábamos con un simple TBO o con cosas que aún estaban por suceder. Soñábamos con héroes virtuosos, soñábamos con un mundo mejor, más justo, y esos sueños, sin darnos cuenta, ayudaban a formar personas íntegras y no máquinas de consumo.
Pienso, por todo ello, que los sueños tienen muchísima importancia en la realización del ser humano y yo seguiré soñando despierto para paliar el grado de impotencia que siento ante el desolador panorama que se muestra en cuanto a pérdida de valores y de caminar sin rumbo. Además, durante esos sueños, soy feliz.
Antonio Poyatos Galián