¡Me resulta imposible dejar de indignarme!. ¡Indignaos! Era, por cierto, el título de un opúsculo que escribió un personaje que me resulta, precisamente, de lo más indigno, un tal Stéphane Hessel, quien a la vejez, y a dos pasos de la tumba se permitió el lujo de publicar su tratadito incitando a la insurrección “pacífica”, porque to es pacífico en el mundo moderno aunque se vandalicen las calles, se coaccione a la ciudadanía o se incendie y destruya el mobiliario urbano, todo es pacífico también cuando se ataca a las Fuerzas de Seguridad, se incendian vehículos o se saquean los comercios…. Después vendría otro opúsculo, en forma de entrevista, titulado ¡Comprometeos!…
En 2.010 el Sr. Hessel, a los 93 años de edad se señalaba como indignado y antisistema y en cierto modo encendió las mechas de muchos de esos movimientos que hoy dinamitan la convivencia. ¡Qué fácil le resultaba ahora!. Pero el Sr. Hessel no sintió esa indignación durante su vida activa como diplomático de la República Francesa, al servicio de políticas como las que a la vejez denunciaba y contra las que animaba a la insubordinación. ¡Ni siquiera renunció, aunque fuera como mero gesto, a ser Gran Oficial de la Legión de Honor!. El, que tras pasar por campos de concentración nazis, se puso a las órdenes del General De Gaulle en 1.944, formando parte de su gobierno en el exilio, no se indignó con la política francesa en cuestiones como Indochina o Argelia, el, que pertenecía a una familia muy acomodada y que jamás renunció a sus privilegios, incluidos los que ser Embajador de Francia le otorgaban, fue capaz de descargar en los últimos coletazos de su vida toda una carga de veneno y revanchismo que para colmo no le correspondían. Hessel fue un vivo ejemplo de aquello que se decía en mi juventud:¡ Una cosa es predicar y otra dar trigo!, pero la cuestión es que logró penetrar en unos estratos sociales deseosos de ponerse en pie de guerra, y lo logró, llegando a ser mitificado, sobre todo por los paladines de la izquierda intelectualoide y con el apoyo de aquel deleznable presidente François Hollande.
Personajes como Hessel ha habido en el mundo, hay y los habrá siempre, pero quizá no tan intensos y tan sin sentido como él, que fue miembro de la comisión que redacto la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, nunca se pronunció contra las actuaciones de su país en las guerras coloniales, a los hechos que señalé antes… La guerra de Indochina, en la que Francia se enfrentó con toda dureza y crueldad contra las fuerzas independentistas y defensoras de la emancipación colonial en Vietnam, Laos, Camboya. ¿Por qué no se indignó este infame señor cuando para mantener el imperio colonial y luchar contra los comunistas que al final de sus días defendía, Francia se sumergía desde 1.946 hasta 1.954 en una guerra en la que se perdieron muchas vidas y en la que fue derrotada?, ¿Cómo defendió los derechos Humanos el Sr. Hessel?.
Y después vendría Argelia, donde al tiempo que Francia salía derrotada de Indochina, ese mismo año 1.954, la frustración del trato que la metrópoli daba a los argelinos hacía estallar una guerra que duraría hasta 1.962, cuando a principios de julio la República Francesa no tuvo más remedio que claudicar reconociendo la independencia argelina. Esa guerra fue atroz y las barbaridades que hicieron los franceses estaban muy lejos de los Derechos Humanos, con masacres de civiles y barbaridades de todo tipo, incluyendo arrojar prisioneros desde helicópteros. De Gaulle, al que el embajador Hessel fue tan devoto, rigió los destinos de Francia a partir de una especie de golpe de estado operado en 1958 del que surgió la V República y una Constitución arropándola, aún en vigor , instauradora de un sistema presidencialista extremo a la medida de De Gaulle y su autoritarismo bonapartista. La Guerra de Argelia en su fase más cruenta se desarrolló bajo el mandato de De Gaulle y no se conoce que el indignado Hessel dijese esta boca es mía. Y es obvio el motivo: Este sujeto que revolucionó y alentó la insurrección de la juventud de viejo era en aquellos tiempos un diplomático y prestigioso miembros de los círculos culturales franceses, próximo al General De Gaulle y con toda seguridad apoyaba las fechorías de la política colonial y el belicismo de su país, o por lo menos no quería arriesgar nada, ni perder su estatus diplomático y sus prebendas. Después, jubilado, acabado y alentado por su egocentrismo daría rienda suelta a un juego peligroso para el mundo, y con 92 años, allá por el 2009 comenzaría su carrera hacia la estupidez destructiva con «la esperanza de ver surgir una izquierda impertinente con peso».
Desde entonces han florecido movimientos paranormales y en gran medida delictivos en cuanto a sus acciones que han llevado incluso a la cúspide del poder a elementos subversivos y mentes esquizoides con pretensiones bonapartistas, como ha ocurrido en España, entre otros lugares…. ¡Acordémonos de Grecia también!. Hoy hay líderes histriónicos, con actitudes y ambiciones hitlerianas y desmedidas ansias de poder que constituyen amenazas muy extremas para el orden y la armonía en la convivencia dentro de las naciones, dentro de esa “izquierda impertinente” que ha cobrado peso y contra la que más pronto o más tarde habrá de reaccionar. Y es esto, es esta la situación que me indigna y me repugna, una situación que ha hecho que se pierda mi Patria y mis señas identitarias disueltas en un permanente estado de confusión. Me indigna esta satrapía de presente y esta degeneración que ha volcado la historia. Me subleva un mundo en el que la distorsión de la realidad lleva a generalizar situaciones tan infames como la exaltación de la mediocridad a la gloria de lo sublime, como la reducción del ser humano al mero número, a la categoría de objeto y a un estado de esclavitud consentida, como el suicidio del género masculino, impuesto por aquello de la modernidad, que ha llevado a permitir sin la menor reacción que ser hombre sea sinónimo de ser delincuente y que la vida, la libertad y la integridad del varón estén supeditados a la voluntad caprichosa de las todopoderosas mujeres… algo que en algún momento hará saltar la chispa.
Y me indigno y me comprometo, como instaba a hacer el demente y absurdo Stéphane Hessel pero en el sentido contrario, a luchar por la vuelta a la tradición, al orden, al verdadero progreso en la senda de la verdad, a pelear contra la mediocridad y el adocenamiento, a alcanzar la alternativa única a un sistema muerto sobre el que ejercen el liderazgo en todos los lugares en que está instalado las aves carroñeras. Esos carroñeros, por otra parte sátrapas de baja categoría y decencia disipada, se permiten aquí o allá, seguir con su pantomima mientras la gente lo pasa mal, mostrando con cinismo desbordante cuáles son sus intereses. Así las luchas partitocráticas, los intereses de cada partido en cada lugar, priman sobre la crisis sanitaria y económica. ¿Y la gente, donde está la gente?
Pues ajena a todo, el pan y circo la mantiene entretenida, pendiente de las desventuras de un príncipe lelo y una peliculera mediocre, de las sandeces que dicen o no dicen y que, en definitiva , carecen de trascendencia como para ser todos los días noticias… pendientes de las hazañas ridículas del hijo de una cantante, o de la gran liberación que supone conoce con quien se ha revolcado un buen número de ejemplares de lo que en mis tiempos se llamaban putones verbeneros ascendidos a la categoría de famosos por las soberanía ejercida por los medios de comunicación. Mientras que el panorama no tiene buena pinta, las televisiones y las cadenas digitales, y demás medios de la comunicación moderna aumentan su audiencia llevando a los hogares de la gente este tipo de cuestión, o concursos verdaderamente corruptivos y asquerosos, pasando por los comentarios de cómo iba vestida la Reina de los Belgas en tal acto, o de la primera subida en bicicleta de algún principito de donde sea, o la infalible dación de cuentas de cómo iba disfrazada en la jornada la Reina Ortiz, Sra. de Borbón. Estos son los temas que le importan a la gente por lo que se deduce de los controles de audiencia ….. ¿Merece la pena discutir con tal tropa?
Como no espero que nadie me secunde por mi camino, me toca seguir avanzando solo, como lo hacen todos los que están concienciados en la necesidad de he de un cambio que implique una vuelta atrás, como lo hacen todos los que en la actualidad se debaten en la duda entre intervenir para acabar ya con esta feria fantasmal o dejar que siga el mundo moderno su curso degenerativo hasta que estalle en miles de pedazos, algo que no va a tardar demasiado.
Por supuesto mi opción es seguir la ruta que me he marcado sin permitir que nadie me perturbe ni me frene y seguramente lo haré advirtiendo a quien se me oponga con esa maravillosa exclamación holandesa que tanta rotundidad posee y cuya intensidad es mucho más agresiva que cualquier término español: ¡Opzij!, que entre otras muchas aplicaciones se usa para decir a quien a uno le estorba ¡o te quitas o te llevo por delante!.
Manuel Alba