En alguna noche de insomnio, repaso los canales de Tv. Buscando un programa “decente” que pueda abstraer mi mente hasta la somnolencia, y solo encuentro innumerables canales donde aparecen “seres iluminados” salidos de deleidades hechas a imagen y semejanza de tarjetas de crédito.
Algo está fallando… y ese algo punza mi raciocinio, porque -a la vista está-, cada día se cree más en supercherías y menos en religiones ancestrales, y como digo, estos tipos -y tipas-, aprovechando la desmoralización actual del personal, no se cortan un pelo a la hora de hablar de sus súper poderes, con los cuales ayudarán a aquella persona que llame por teléfono y ruegue con la mayor fe posible, que llegue un trabajo para el hombre que lleva cuatro o cinco años buscando sin encontrar, aunque, eso sí, la petición va aderezada con rogativas en forma de llamada telefónica cuyo coste supera los 1,50 € el minuto…
Algunos de estos sabedores del trancazo que está por venir, dotados de un Wifi ultra sensorial, y poniendo cara de constipado crónico, conectan con tu tía de Ciudad Real, por ejemplo, la cual murió de asombro hace más de diez años, y gracias a la sabiduría de estos “vivos”, te contesta a preguntas incontestables… y esto me encabrona, oigan, porque ¿tan alicaído esta nuestro ánimo que estamos dispuestos a llamar a un fulano -o fulana-, con túnica o ropa de payaso, para preguntarle cómo está la situación?
Se me arruga la próstata a causa de tantos “vivos”, amigos, y aunque parezca gracioso el tema, no estaría de más que el Estamento pertinente tomase cartas en el asunto, ya que a los veinte días de la llamada, auguro que esos incautos, que se ven indiferentes ante un mundo corrupto, sin valores, sin respeto y con muy pocas esperanzas, lo único que van a recibir, además de la constatación de que todo sigue igual, es una factura de teléfono más angustiosa aún que su situación personal… y rememoro a Spinoza cuando decía: “La causa que hace surgir y fomentar la superchería es el miedo”. Y de miedos, es triste, pero es así, nos hallamos cercados…
Antonio Poyatos Galián.