Las historias y los momentos de un mismo día se solapan en los cuadros de Christian Hook. El pintor añade una capa tras otra, hace, deshace, inventa geometrías e introduce elementos del mundo exterior en sus obras. No es una cuestión de técnica, como él mismo suele decir, sino un reflejo de su manera de entender el arte y los lugares que ha recorrido gracias a sus proyectos. Si se mira atentamente sus pinturas, es posible intuir un rastro de sus viajes, en los que ha tenido ocasión de ver los fragmentos invisibles de la realidad. La realidad escondida es, muchas veces, dolorosa. La convicción de que el arte puede cerrar algunas de esas heridas le ha llevado a donar los beneficios de algunas de sus obras para aliviar situaciones que le han conmovido.
Hook no lo menciona. Su amor a las causas por ganar surge casi de rebote en la conversación. Cuando explica que ya no hace retratos por encargo, a pesar de haber recibido ofertas de hasta seis dígitos, dice que solo lo haría por “algo que estuviera pasando en el mundo”. La pregunta de “¿cómo qué?” parece activar algún resorte. Es entonces cuando arranca un discurso atropellado sobre la satisfacción de poder actuar para aliviar tristezas y disonancias.
Recuerda un trabajo realizado hace unos seis años en Liverpool, cuando aún hacía retratos. Era un trabajo con la actriz británica Sue Johnston para un documental del canal Sky Arts. Hook tenía intención de pintarla en el estadio de fútbol local, ya que lo consideraba un emblema de la ciudad, pero no fue posible debido a que estaba en obras. Finalmente, una amiga de Johnson, Margaret Aspinall, les ofreció las oficinas del Grupo de Apoyo a las Familias de Hillsborough. Este colectivo respaldaba a los afectados por la tragedia en la que murieron aplastadas 96 personas en 1989 durante una avalancha en el estadio Sheffield (Inglaterra), en un partido entre el Liverpool y el Nottingham Forest. La actriz había perdido a un hermano de 24 años en el incidente; su amiga, a un hijo de 18. El grupo culpaba a la policía de lo sucedido y trataba de recaudar fondos para hacer frente a los elevados costes judiciales de la denuncia.
Hook se ofreció a pintar una obra cuyos beneficios fueran para los familiares. El resultado fue un cuadro de la estación de trenes de Liverpool y sus alrededores. Un comprador anónimo lo adquirió en una subasta. “Sabíamos que Christian era un artista brillante, pero Margaret y yo no nos dimos cuenta de cuánto valían sus pinturas. Rezábamos para que hiciera algo de dinero porque no queríamos ver a Christian decepcionado, pero estábamos encantadas de que valiera 35.000 libras”, comentaba Johnston al Liverpool Echo[1].
El retrato de Sue Johnston[2], se encuentra ahora en la sala dedicada a The Beatles del Museo de Liverpool[3]. “Un cuadro mío en el museo junto a todo lo de The Beatles, es surrealista, no se me habría ocurrido pensar algo así”, comenta Hook.
“Me enteré de que habían ganado el juicio poco después de haber salido del quirófano”, recuerda el artista, años después. “Me habían operado y me llamaron de una televisión inglesa para pedirme unas declaraciones, en ese momento no podía hacerlas, pero no te imaginas la alegría que me llevé”.
La asociación Humming Bird[4], dedicada a la lucha contra el tráfico de menores y jóvenes en India, fue otra de las beneficiarias. Hook había viajado a la ciudad de Jodhpur para hacer un retrato del Marajá como parte de un proyecto organizado por British Polo. Allí, durante sus paseos, vio las circunstancias en las que se encontraban miles de niños. Alguien le comentó que había familias que, para subsistir, vendían alguna de sus hijas a quienes estuvieran dispuestos a pagar por ellas.
Hook pintó entonces Night On a White Horse (Noche sobre un caballo blanco), una obra en la que muestra un caballo galopando entre la noche y el día. El título es un juego de palabras en el que ha quitado la “k” de “knight” (“caballero” en inglés). Según el autor, “el caballo blanco era una metáfora”. “Allí en la India esas niñas no tienen un caballero que venga en un caballo blanco a salvarlas y yo quería hacer algo por ellas”. El cuadro se vendió en Londres “por una fortuna” y el importe fue para Humming Bird.
La obra de Hook, sin embargo, supuso para Humming Bird, algo más que apoyo económico: le dio visibilidad[5]. El artista había comprado una cometa del mercado de Jodhpur. Un día antes de la inauguración de la exposición de Navidad en la galería londinense Clarendon, supo cómo utilizarla. La desmontó para hacer construir con ella un nuevo lienzo en forma de rombo. Lo usó para pintar el retrato de dos niños que eran, en realidad, todos los niños que había visto en India. Un día después, allí estaban los dos, en el corazón de Londres, mirando fijamente desde su lienzo-cometa. “El concepto”, afirma Hook, “se mete en la vida real y se activa con algo”. “Como yo lo veo, en arte no termina en el cuadro, sino que empieza”.