El Ministro Principal de Gibraltar, Fabian Picardo, ha ofrecido un discurso en la Cuarta Comisión de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas.
Este año se cumplen 70 años desde que fuimos inscritos por primera vez en la lista de territorios no autónomos y para brindar un contexto a las palabras que acaban de escuchar del distinguido Embajador del Reino de España, debemos echar la vista atrás hasta el 11 de octubre de 1966, hace cincuenta años.
Esta fue la fecha en que el Reino Unido hizo una oferta formal al Gobierno de España para resolver todos los aspectos de la disputa territorial en torno a Gibraltar en la Corte Internacional de Justicia.
El Gobierno español rechazó la propuesta de una decisión judicial independiente y objetiva de sus reivindicaciones y decidió proceder por la vía del chantaje político y el estrangulamiento económico de Gibraltar.
No lo consiguió.
Fracasó entonces y volverá a fracasar.
Pero medio siglo después seguimos viviendo las consecuencias de tal decisión.
Porque todos los beneficios económicos que derivarían de la cosoberanía y que se han enumerado podrían haberse obtenido ya si España tan solo respetara nuestra elección de no ser españoles. Dicho de otra manera, la cosoberanía no es el ingrediente esencial para una prosperidad que podría fluir ahora mismo si España dejara de bloquearla.
Tras rechazar la oportunidad de dirimir la controversia de forma pacífica en la CIJ, España ha insistido a lo largo de cinco décadas en que las negociaciones bilaterales con el Reino Unido son la única vía para determinar el futuro de la patria de los gibraltareños.
No me cabe duda alguna de que un llamamiento a negociaciones para una prosperidad incrementada puede, a primera vista, parecer benigno y razonable a esta Comisión.
Pero no es el caso.
Las negociaciones que propone España son negociaciones de las que se excluye a los gibraltareños por derecho propio, quedando relegados a formar solo parte de una delegación británica como hoy han oído decir al distinguido Embajador.
Se trata de negociaciones en las que el único resultado aceptable a ojos de España es la anexión de Gibraltar a España.
¿Por qué ha elegido el Gobierno español seguir la política de sabotaje económico en vez de exponer su causa en la Corte Internacional de Justicia?
¿Por qué no disfrutamos ya de los beneficios económicos que se nos han planteado aquí esta tarde? Lo cierto es que España tiene buenas razones para temer presentar su reivindicación de soberanía territorial al escrutinio de un tribunal imparcial.
Como ve, Señor Presidente, España se enfrente a un obstáculo jurídico insuperable: ella misma cedió la soberanía de Gibraltar a Gran Bretaña a perpetuidad a través de un tratado legal celebrado hace más de 300 años.
Y este año, los argumentos sobre la soberanía territorial española por fin llegaron a un tribunal internacional por primera vez, cuando se pidió al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) que decidiera si Gibraltar tenía derecho a ser un miembro de la FIFA.
El argumento presentado ante la FIFA fue que Gibraltar no podría ser aceptado como miembro porque se trataba de un territorio «en disputa», un «caso excepcional».
Pero el panel de tres distinguidos árbitros del TAS, todos ellos reconocidos expertos en materia de derecho internacional, rechazó de lleno estos argumentos.
El panel decidió que Gibraltar sí tenía derecho a ser miembro de la FIFA.
Defendió que «en virtud del derecho internacional público, la soberanía de Gibraltar es claramente británica y no existe ninguna disputa pendiente en la actualidad».
Asimismo, concluyó que «no existe una disputa legítima, puesto que España cedió Gibraltar al Reino Unido en 1713».
Para rebatir este enorme revés judicial, el Ministro de Asuntos Exteriores español en funciones adopta una postura marcadamente retrógrada de cara a Gibraltar.
Ha declarado que ve el reciente voto del Reino Unido a favor de la salida de la Unión Europea como una oportunidad excepcional para avanzar la reivindicación territorial española.
José Manuel García-Margallo ha insistido en que cree que puede chantajearse a los gibraltareños para que acepten la soberanía española a cambio de conservar los lazos de Gibraltar con la Unión Europea.
Ustedes han oído hoy la oferta de progreso y beneficios económicos. A nosotros sin embargo se nos bombardea a diario con amenazas que qué ocurrirá si rechazamos esta oferta. Hoy se disertado sobre los alicientes para que vendamos nuestra tierra. Nosotros en cambio escuchamos a diario todo lo opuesto incluyendo a amenazas de volver a cerrar la frontera. El Señor Margallo escrito a los ministros de exteriores de la UE para transmitir su causa medieval defendiendo la transferencia de nuestra soberanía por encima de nuestras cabezas.
Los gibraltareños votaron con una mayoría del 96% a favor de la permanencia en la Unión Europea y, ciertamente, desearíamos mantener algunos aspectos de nuestra relación con la UE, incluso ahora que el Reino Unido busca negociar las condiciones de su salida.
Pero permítanme que sea claro: no estamos dispuestos a renunciar a nuestra soberanía para conseguirlo.
Ya lo hemos dicho.
En dos referéndums libres y justos celebrados en 1967 y en 2002 también insistimos en que deseamos seguir siendo británicos y que no deseamos ver cómo el Peñón pasa a manos españolas.
En 2002, el 98% de los gibraltareños rechazó en un referéndum libre y justo la oferta de cosoberanía que se ha vuelto a plantear aquí hoy.
Por lo tanto, ¿qué parte de este NO no entiende José Manuel García-Margallo?
Seré tan claro como uno puede ser.
En lo que respecta a la cuestión de si transferiremos toda o parte de nuestra soberanía a España, nuestra respuesta no cambiará nunca.
Es clara y sencilla:
«¡DE NINGUNA MANERA, JOSÉ!»
Jamás pondrá la mano en el Peñón.
Nunca.
Se acompañe de amenazas o se aderece con ventajas, nuestra respuesta a la reivindicación de nuestra soberanía es simple y directa:
N. O.
No.