«Populismo» ha sido designada, y con razón, la palabra del año. Pero lo mejor de este 2016 que. Afortunadamente, ya ha terminado es que, la gran batalla política, el populismo la perdió frente a un Rajoy que ha demostrado saber manejar los tiempos mejor que ellos.
Populismo es aprovecharse del poder en lugar de ejercer la autoridad. Populismo es quererse ahorrar el precio de cada cosa, significa escribir distinto de lo que se vive, significa también exigir a los demás lo que uno en su lugar no sería capaz de hacer; Y como no, populismo es el linchamiento, es la falta de piedad, es la apología de lo que nunca funcionó, y también es haber arrasado con todo e insistir en querer tener razón.
Populismo es proponerte como la única solución cuando realmente eres el problema, basar tus promesas en el dinero de los demás, la libertad sin responsabilidad, la democracia sin la Ley, tener la piel fina y la autoexigencia relajada, llamar fascista a quien no piensa como tú y tratar de silenciarle en lugar de rebatir sus argumentos con audacia.
La victoria del populismo ha sido apabullante en nuestro quehacer cotidiano. Resulta dramático tener una ciudadanía tan débil y tan fácil de engañar, con tanta vanidad y tan poca autoestima, tan gregaria como incapaz de tomar las riendas de su vida. Podemos es populismo, pero también el PSOE de Pedro Sánchez. Menos mal que , en esta caso, ha habido sensatez.
De todos modos, estuvimos tan cerquita del abismo que a algunos todavía no se nos ha quitado el susto de encima.
Yo me alegro de que Rajoy sea el presidente y de que la recuperación económica tenga su continuidad pese a los alborotos; pero sobre todo me siento aliviado porque, gracias a Dios, no gobiernan los del Populismo.
Patricio González