19.130 españoles han muerto ya en estas semanas terribles. Y se nos han ido para siempre sin hacer ruido, como cada día se muere la tarde, en medio del silencio que sobrecoge en nuestras calles. Un silencio solo roto cada jornada a las ocho de la tarde que es el momento de los aplausos con los que animamos y nos animamos. Desde este pasado domingo de resurrección , a las doce de la mañana, repican las campanas de muchas iglesias de España.
Raúl del Pozo escribía hace unos días que «la gente de nuestro tiempo, como no oye doblar las campanas, ignora que la parca con sus mudos pasos nos está buscando y la lee como una estadística». Que es una forma metafórica de decir que los muertos no están apareciendo en los telediarios, seguramente porque al poder no le interesa, y quedan reducidos a una cifra.
Hemos estado silenciando el adiós a los muertos hasta este domingo de resurrección.
Los confinados hablamos poco de los muertos. Quizás sea por el lenguaje político que se utiliza. Pedro Sánchez aprovecha su homilía de cada fin de semana para destacar «la fuerza del enemigo que nos ha invadido», mencionar la «Segunda Guerra Mundial», prometer que vamos a «superar la guerra» y pedir un gran pacto de estado porque se avecina la «posguerra». Un auténtico lenguaje de guerra para todo menos para hablar de los «caídos», ¿no es extraño?
Pasarán muchos días, demasiados, hasta que el coronavirus deje de matar en España. Mientras, hoy, asistimos a tantas muertes sin apenas emoción, como si no fueran con nosotros. Cuando el portavoz de turno aparece cada mañana suelta el dato fríamente y resulta que tenemos que celebrar que mueran solo 500 personas porque 24 horas antes habían muerto 600. Contagiados por el ambiente y la propaganda, hablamos de «doblar la curva» , de picos, de mesetas y dejamos la muerte en un segundo plano. Justo lo contrario es lo que simboliza el repique de las campanas.
¿Por quién doblan las campanas?, de Hemingway fue mi primer libro comprado al Círculo de Lectores( creo que ya ni existe). Está amarillo y con olor a libro, a papel. Y en él, Hemingway utiliza versos de un poeta inglés del siglo XVII que decía:»la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti». Seamos o no religiosos, creamos o no en la resurrección, las campanas hasta ahora silenciadas doblan por los muertos y por todos nosotros. Nos recuerdan que somos mortales.
Algeciras a 16 de abril de 2020
Patricio González