Regresé hace unas horas de un viaje en el que lo profesional y la parte lúdica han resultado felizmente combinadas en un equilibrio perfecto y que solo se ha visto perturbado por una información revivida de un joven colega francés que está estudiando profundamente el asunto. He tomado consciencia de la gravedad del problema repasando unas cuantas notas que me facilitó y me he quedado profundamente impresionado, por lo que escribo ahora, a estas horas tardías, tratando de evitar el olvido de algunas ideas.
El problema afecta a los jóvenes, principalmente los comprendidos entre los trece y los dieciocho o veinte años, y en gran medida viene causado por los indiscriminados excesos de uso de la nuevas tecnologías, por un lado, y la falta de comunicación en el seno de las familias, especialmente entre padres e hijos. Y si escribo estas líneas lo hago desde la perspectiva de quien no teniendo hijos dentro del abanico de edades en el que los fenómenos que he de señalar se producen, se pregunta si en mi entorno, si entre mis amigos se conoce este tipo de comportamientos que en Francia, Alemania e Inglaterra llevan al suicidio a un buen numero de jóvenes cada año.
Se trata del acoso, de un acoso que no es ya el mero y de por si preocupante, acoso escolar que se da con frecuencia ya en España y que ya ha llevado a quistarse la vida a varias muchachas y muchachos. El acoso escolar la ha habido siempre y por diversos motivos, fuere la persecución y el abuso cometido contra quienes son más destacados, o contra quienes tienen mayor rendimiento académico, o son mas susceptibles por ser más débiles física o psíquicamente, algo que ha pasado los límite de otras épocas y hoy adquiere la gravedad que implica la crueldad que se manifiesta en el cuerpo o estrato social que compone la juventud en general. ¡Los jóvenes de nuestros tiempos crecen y se desarrollan en un medio en el que la exaltación de la violencia en sus más amplios aspectos abona la inquietud, la necesidad de ejercer fortaleza, brutalidad y crueldad despiadada para alcanzar el respeto en el grupo, en el colectivo de amigos
Esa violencia y esa agresividad se desarrollan desde temprana edad, y cuentan con la inestimable ayuda de las redes sociales de internet y la facilidad con la que permiten la difusión de imágenes. Todos los casos que conocemos en España de acosos graves han tenido como elemento común la difusión de las agresiones o vejaciones a través de internet, las imágenes o los videos colgados en las redes como muestra de las monstruosidades emitidas
.
Pero hay otra variedad de acoso, esa de la que acabo de tener noticias y que me aterra más aún: Este acoso se aprovecha de la falta de comunicación paterno filial, de la codicia y afán de satisfacer las necesidades materiales que nuestros jóvenes le crean los medios de comunicación y de la inmoralidad implantada en nuestras sociedades donde la amistad, la fidelidad, la confidencialidad han muerto.
Pero hay otra variedad de acoso, esa de la que acabo de tener noticias y que me aterra más aún: Este acoso se aprovecha de la falta de comunicación paterno filial, de la codicia y afán de satisfacer las necesidades materiales que nuestros jóvenes le crean los medios de comunicación y de la inmoralidad implantada en nuestras sociedades donde la amistad, la fidelidad, la confidencialidad han muerto.
Y es en el terreno sexual en el que se da este fenómeno, no siendo cuestión de pedofilia o abusos cometidos contra menores por mayores que se aprovechen de su superioridad o ascendencia contra aquellos ya que el elemento actuante mayor de edad no existe.
La ya secular tradición del inicio en los conocimientos de los misterios del sexo dentro del circulo de las propias amistades ante la imposibilidad de poder preguntar con naturalidad a sus mayores, el inició de prácticas por curiosidad o el reconocimiento en el entorno de los más íntimos compañeros los de toda la vida de la homosexualidad, o de la primera vez son ahora los temas que producen las más repugnantes situaciones de acoso.
Me decía este colega que afecta a los dos sexos pero no había llegado a comprender como en el género masculino era más letal, produciendo mayor número de suicidios. La cuestión es obtener una prueba
. Una amistad indiscutible con la víctima y un teléfono móvil son los elementos esenciales y no se escatima en bajeza. Así me ponía el ejemplo de una víctima, muchacho de trece años que había reconocido sus tendencias homosexuales y las mantenía ocultas en su familia y en su círculo de amigos y compañeros hasta que se confió en los que habían sido sus inseparables camaradas desde que prácticamente nacieron, ellos difundieron a otros la noticia y estimaron que podría ser rentable, por lo urdieron un plan en el que uno de ellos se ocuparía de situar una cámara accionable a distancia en el dormitorio del muchacho debidamente enfocada, algo fácil gracias a esa amistad que le permití acceder la casa de la víctima, otro, un año mayor y también amigo, aunque inscrito en un centro escolar distinto se ofreció si el menor escrúpulo para ser el amante iniciador del joven en las prácticas homosexuales, ejerciendo como activo y el objetivo fijado sería grabar un video comprometido. Durante cinco semanas los dos más amigos fueron convenciendo a la víctima de que aceptaban con normalidad su condición y de que el tercero, también amigo, había comentado su sentimiento pasional por el joven. Todo quedó perfectamente articulado, el plan tuvo el éxito debido, el tercero despareció de escena y un cuarto joven, este no precisamente amigo de la víctima se encargo a esta de comunicarle la existencia del video y la exigencia de una suma de 3000 libras para recuperarlo. La falta de confianza en su familia, el temor a la reacción de los padres y la vergüenza forzaron al joven a robar en su casa y en la de sus abuelos
. Consiguió el dinero, lo entregó y le dieron una copia pero el video estaba colgado en la red porque unos desaprensivos se lo habían comprado a los infames muchachos por una alta suma. El muchacho acabó bajo las vías del tren y los autores y cómplices de tan rastrera y execrable acción se beneficiaron de la legislación penal de menores, siendo además, dos de ellos inimputables.
Otro caso, esta vez ocurrido en Francia consistió en la extorsión a una niña, también de trece años, a la que sus amigas le pusieron en bandeja y en la cama al muchacho que a ella le atraía y que la iba a iniciar en un mundo mágico, como dejo escrito en su diario. Con un procedimiento más o menos similar, el precio a pagar sería practicar sexo con los amigos del chico, siendo grabadas todas las ocasiones las que la muchacha se veía obligada a someterse a las vejaciones que le imponían. No se atrevió a hablar con su familia, ni con sus profesores, ni a pedir ayuda a las autoridades sino que encontró su liberación desangrándose en la bañera de su casa. Los acosadores y vejadores eran todos menores de trece años, inimputables, que se jactaron y deben seguir haciéndolo de su criminal hazaña
Muchos más casos, a cual más ruin y repugnante, me fueron narrados y expuestos, y que no estimo preciso narrar pues quien lea estas líneas puede hacerse cargo de las posibilidades que se abren en la más absoluta impunidad prácticamente a este tipo de violencia, a cual más escalofriante.
No he tenido constancia de este tipo de fenómeno en nuestro país pero me resulta imposible imaginar que no se esté dando. Pienso que en este siglo XXI tan avanzado en la técnica, se precisa que las mentalidades sean más abiertas por parte de padres y responsables de menores y que, abandonando ñoñerías y pudores ridículos, sean estos los que aborden con sus hijos, con naturalidad, sin ridículos aspavientos temas como el sexo, su importancia, su práctica, evitando como mínimo que accedan a informaciones erróneas y sesgadas y también, y resulta fundamental, los peligros que entraña la práctica de conductas que puedan ser exhibidas y explotadas por terceros, por muy amigos por los que se les pueda tener.
Por supuesto ningún tipo de conducta de este género que se detecte puede dejar de ser denunciada, y mal ayuda se le prestará a la víctima ocultando los hechos por vergüenza, por falsos pudores o por miedo al rechazo social pues existe un verdadero peligro de muerte, de unas muertes por suicido de jóvenes desesperado, acorralados aterrorizados y solos, por no atreverse a romper barreras que no deberían asistir.
Me gustaría que se difundiera este artículo lo suficiente como para que se tome consciencia de esta dura y perversa realidad.
Manuel Alba