Tras un año de ministro,
Salvador, qué “maravilla”
de gestión nos has dejado.
¿No enrojece tu mejilla
ante tamaño fracaso?
No llena ni una cuartilla
el trabajo realizado.
Algo más que calderilla
te has llevado en el bolsillo
por labor harto flojilla.
Tu nombre de Salvador
y tu apariencia sencilla,
dime a cuántos han salvado
de la pandemia amarilla.
Sin dar cuentas al Congreso,
saliste por la trampilla
de la calleja de atrás
en busca de la tortilla
del negocio catalán.
Es lo de Salvadorilla,
que huyendo de sus errores
se largó para Sevilla
y lo más que consiguió
fue que perdiera su silla.
***
Aunque de nombre Fernando,
todos le llaman Simón,
como a aquel enterrador,
mas Fernando tiene un don
para el recuento de muertos
y una especial vocación
para contar contagiados
en cada televisión,
al tiempo que cuenta cosas
que están en contradicción.
Así lleva casi un año
con el mismo culebrón,
con notable desprestigio,
fiel a su clara adicción
y fiel al poder político
que lo tiene de peón
para bregar con el virus
y la pública opinión.
¡Qué encargo tan poco digno!
¡Qué pervertida misión
el confundir a la gente
presa de tribulación!
¡Este sabio advenedizo
más bien parece un bufón!
***
Son el Illa y el Simón
como una gran pesadilla
en noche de indigestión.
Famosos de pacotilla,
científicos de salón,
son el Simón, como el Illa,
políticos de ocasión,
fulanos en los que brilla
su poca preparación.
Ellos y su camarilla,
como se deja un botón
o la usada mascarilla,
quedarán en un rincón
del cajón de mi mesilla.
Juan Manuel Ballesta Gómez
(Rapsoda de moda)
La Línea, febrero 2021