Recuerdo con cierta nostalgia y algo más de preocupación, que una de las muchas esperanzas frustradas de mi generación, era la de conseguir una sociedad más culta para ser mejor y más feliz. Y recuerdo a mis lectores que la sociedad de entonces, la de hace cuarenta años, era, sin lugar a dudas, más culta de lo que lo es ahora, en los tiempos actuales.
Según el Diccionario de la Lengua que yo manejo, y mientras no nos lo cambien, cultura se define como “conjunto de conocimientos que permiten a alguien desarrollar su juicio crítico”, pero por un proceso, posiblemente estudiado, se ha ido creando la ilusión de que la cultura es otra cosa, nada de juicios críticos, solamente conseguir un bienestar material para el que no hace falta tener cultura. De hecho, en la actualidad, los incultos son los “triunfadores” -así nos va-, y con ello la cultura ha pasado a un plano inferior porque -piensan- que no es rentable.
Vivimos en una sociedad de figurantes, de poses, de envoltorios… y la ausencia de cultura a la que nos han llevado, hace que, por ejemplo, los votantes de los diferentes partidos políticos no sean críticos con éstos, solo hace falta que sean “de los nuestros” para votarles, así que el resultado es lo que vemos que está pasando a ras de calle, no lo que predican medios de “comunicación” o los políticos de turno desde sus atalayas, y a los que, obviamente, no les interesa que seamos críticos y, por ende, que seamos cultos. Esa, pienso yo, es la madre del cordero.
¿Qué decir de los libros? Ellos son, por antonomasia, los grandes contenedores de la cultura. Nunca se fabricaron tantos libros como ahora y nunca se vendieron tantos libros como ahora… y sin embargo, nunca hubo una sociedad más inculta con tantos medios a su alcance ¿Qué es, me pregunto, lo que lee el ciudadano corriente y para que le sirve? ¿Cultura? En la actualidad es todo lo relacionado con ferias, fiestas y demás zarandajas. Parece que el personal solo anhela sobrevivir con mientras menos esfuerzo, mejor, animado -eso sí- por los politicastros que nos pastorean.
Antonio Poyatos Galián.