Como yo lo veo, sufridos lectores, uno de los peores ímpetus que nos ha traído esta larga crisis fabricada por los poderosos, ha sido el egoísmo. Los Egos, en general, campan ahora a sus anchas por las arterias de esta sociedad crispada, hiriente y deshonrosamente arrodillada. En décadas pretéritas, nunca habíamos mirado tanto por nosotros mismos, dejando a un lado a las demás personas que, hoy más que nunca, necesitan nuestro apoyo para seguir adelante.
Y pienso yo, que el problema del egoísmo, sobre todo, es el problema de una humanidad a la que han descerebrado y está enferma de pedantería, de modas, de costumbres y cánones absurdos, porque hemos estado viviendo durante décadas por y para el beneficio propio e inmediato Vivir el presente -nos decían-, y no ha habido respeto, ni ética, ni normas morales, ni ganas de mejorar el país para el bien de todos sus ciudadanos, ¡sálvese quien pueda!
Esta ha sido la consecuencia de querer vivir aceleradamente, con pocas reglas morales, sin mirar por los retrovisores para ver lo que tantas veces ha pasado a través de los siglos, con un capitalismo crudo como única bandera y bajo un único lema: todo vale. Y ahora, tan desvalidos como estamos, la única salida verdadera de esta crisis, sobre todo moral, que padecemos, pasa por dejar a un lado los egos, agarrar con fuerza la mano de las personas más débiles para tirar de ellas, de esas personas que malamente pueden llegar a fin de mes, que los hay, a causa, sobre todo, de una sucesión de pésimos Gobiernos que dejaron la justicia social y la otra, en donde los fingidores dejaron la veracidad.
Lo he dicho en repetidas ocasiones: por mucho que nos hablen todos los días de igualdad, tolerancia y libertad, yo pienso que jamás hubo en este país y en Europa, en general, tantos entredichos, tanta doble moral, tantos discursos rancios, falsos y vacios de contenido -por parte de unos y otros-, a los que no les hemos plantado cara y si leemos entre líneas, veremos, además, que únicamente buscan su prosperidad personal y no el bienestar de todos y cada uno de nosotros, sobre todo la de los más desfavorecidos
Ególatras que nos intentan vender azufre por incienso, -es que no aprendemos-, y que están repartidos por todos y cada uno de los comunicadores, de los que crean modas y eslóganes, de los partidos políticos existentes, a los que no les importamos nada, sino sólo su beneficio personal, nos cueste lo que nos cueste, y a los que se podría aplicar la lúcida aclaración del filósofo Francis Bacon: El egoísta sería capaz de pegar fuego a la casa de su vecino, solo para hacerse freír un huevo. Pues eso.
Antonio Poyatos Galián