En mi devenir diario, en las tertulias con familiares o amigos, en reuniones con conocidos o mientras tomo un café en KRubio, observo con desolación que todo el que discute sobre un determinado asunto, pretende llevar razón.
¡Tener razón! ¡Qué maravilla! El placer de enfadarse, de discutir, de pelear por tener la razón es insuperable. Y digo tener la razón, no que nos la den, ya que, en general, no conocemos los límites a la hora de pretender tener toda la razón sobre lo que se esté discutiendo, y aunque no la podemos ver ni tocar (la razón), no dudamos de pelearnos por ella con quien se tercie, exigiéndola con dureza o reclamándola con suma indignación si no nos la dan.
Yo creo que la razón tiene un trasfondo de egoísmo y en la mayoría de los casos es un preciado objeto de deseo, un premio que se consigue tras una discusión en la que todos dicen poseerla y, por ende, todos tratan de imponer su criterio o decir la última palabra sobre el asunto de que se trate, pensando que eso los hará más eruditos o mejores personas.
La realidad es que la mayoría de las conversaciones que se establecen entre sujetos, tienen que ver con la opinión que cada uno tiene sobre lo que sucede a su alrededor, y es seguro que esa opinión depende subjetivamente-, de las vivencias, de la educación y de la formación de cada uno. Por ello, solemos pensar que nuestro criterio o nuestro prisma es mejor que el de nuestros interlocutores y olvidamos, generalmente, que las opiniones de los demás son merecedoras del mismo respeto que las nuestras. Y así no hay manera. Ese trasfondo de egoísmo que decía antes, – ¿o, quizá soberbia? -, lleva a la intolerancia de no tener en cuenta las razones de los demás y defender nuestras razones a costa del respeto hacia los demás y a costa muchas veces-, del sentido común.
A veces, hastiado, me pregunto ¿realmente, qué importancia tiene llevar la razón en una discusión por asuntos banales? ¿qué se consigue con ello? ¿nos convierte en más felices o más eruditos o mejores? ¿o quizá solo pretendemos que lo parezca? Por ello, intento poner cortafuegos ante la gente que ha erradicado de su vocabulario frases como me equivoqué o perdón, estaba equivocado, o llevabas razón o algo similar, ya saben.
Antonio Poyatos Galián