Presumo de tener un amigo que sabe volar. Bueno , lo tenía porque Arturo se nos fue este mes de Agosto de forma imprevista. ¡ Teníamos proyectados tantos vuelos juntos…! Dijo el historiador Henri Pirenne en su día “Si yo fuera un anticuario me gustarían las cosas viejas pero soy historiador y por eso amo la vida”. Pues exactamente eso, que Arturo era una persona mayor atípica , un adulto de segunda generación que amaba profundamente la vida en forma presente y tremendamente humana. A Arturo le han arrebatado, cobardemente, unos añitos más en los que hubiera podido seguir echando vida a los años que es lo que a él le gustaba. De ahí su alegría siempre presente en su semblante .
Yo reivindico la vejez, la alegría y la amistad, las tres cosas juntas en un solo envoltorio. Bueno, creo que falta un cuarto ingrediente, la inocencia que siempre me llama y me procura y que Arturo también representaba, haciéndose pasar por un ingenuo consciente porque hace falta mucha ingenuidad para volver a empezar todos los días en un mundo tan malo.
Echo mano de uno de mis escritores favoritos- Fernando Pessoa- para recordar a Arturo en su vuelo más allá de la atmósfera que tenemos aquí abajo , densa, azul oscura casi negra, amenazadora; para reivindicarlo como ser humano en esas cuatro dimensiones: permanentemente adulto, amigo, alegre e inocente.
“Mis amigos son todos así: mitad locura, otra mitad santidad. No los escojo por la piel sino por la pupila que ha de tener un brillo cuestionador y una tonalidad inquietante. Escojo a mis amigos por la cara lavada y el alma expuesta. No quiero sólo el hombro o el regazo, quiero también su alegría. El amigo que no sabe reír conmigo, no sabe sufrir conmigo.
Mis amigos son todos así : mitad bromas, mitad seriedad. No quiero risas previsibles ni llantos piadosos. Quiero amigos serios de esos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje pero que luchan para que la fantasía, la ingenuidad y la risa no desaparezcan.
No quiero amigos adultos ni comunes. Los quiero mitad infancia y mitad vejez. Niños para que no se olviden del valor del viento en el rostro ,y ancianos para que nunca tengan prisa. Tengo amigos para saber mejor quién soy yo pues viéndolos locos ,bromistas y serios, niños y ancianos a un tiempo, nunca me olvidaré que la normalidad es una ilusión estéril ” Hasta aquí Fernando Pessoa.
Arturo ha muerto de Covid, que equivale a una muerte a traición, cuando no tocaba, en la quinta ola de esta pandemia. Claro, Arturo no sabía tomar las olas; lo suyo era volar que es lo que hizo buena parte de su vida cuando remontaba el vuelo, trascendía de lo efímero y escribía con dos dedos y nos dedicaba novelas como si de un primerizo se tratara. Escribía y escribía para hacerle un corte de mangas a eso que llaman patologías previas y que, lejos de abrumarle, no le impedían reírse y hacer pedorretas.
El virus asesino le atacó cuando volaba para encontrarse con las olas del Cantábrico y sus paisajes. Recalaba con asiduidad en Pechón localidad cántabra, que significa un pecho grande capaz de albergar un corazón tan grande como el suyo. Pechón también como antídoto contra la ira que le tentaba once meses , atento como estaba él a los desmanes y desvaríos del solar patrio. Pechón como la Itaca de Homero , meta y destino de infortunios pero botín de frescura y de sonrisas. Pechón para dejar atrás la calima que inflama aún más la miasma que no cesa y que hace del Mediterráneo un lugar calenturiento y bajo sospecha.
En realidad, Arturo, como tú y yo bien sabemos, el Mediterráneo no existe.Se trata tan sólo de unas aguas de la dicha ya vivida, de un mar interior que uno debe sobrevolar cada día. Sus aguas son el fondo azul de la memoria que , con el paso del tiempo, alguien anda empeñado en convertir en un mar de detritus y de hamacas. Nada que ver con el Cantábrico.
No llores por ese mar, Arturo. Si alguien te llega diciendo que en aquel espacio luminoso de la niñez navegan ahora buques pestilentes cargados de oro falso y de inmundicia , no lo creas. Delfines muy azules seguirán saltando mientras mantengas limpio el corazón.
Adiós querido amigo. Nos vemos en la estratosfera.
Enrique Monterroso Madueño
Marbella 1 de Septiembre de 2021