Las jornadas del verano transcurren en calma, no se aprecia inquietud alguna en una sociedad narcotizada, anestesiada, pendiente más del circo que incluso del pan, que se sigue creyendo como si de un dogma de fe se tratase las patrañas y embustes que se les suministran día a día. Son días de euforia en los que ya se anuncian records en el sector turístico, llegadas de oleadas de visitantes, que ciertas son, pero con poder adquisitivo bien mermado. Quien no quiera verlo es que padece de ceguera voluntaria, puesto que ese visitante de alto nivel y poder adquisitivo no parece acudir a los establecimientos que se supone que deberían frecuentar. Masiva afluencia de personas que comparten alquileres de apartamentos y casas, en gran medida apañándose como pueden pues al fin y al cabo son unos días nada más los que han de convivir comprimidos en un reducido espacio los miembros de las dos familias, o más, que comparten gastos de alquiler para pasar las vacaciones.
Se encuentra, por lo general, mesa en restaurantes afamados, y de mediana categoría, y se llenan los establecimientos de comidas rápidas o se multiplican las idas y venidas de los repartidores de pizas, comida china y similares. El afamado Puerto de Yates de la ciudad luce el colorido de una multitud de paseantes que van y vienen pero que ni compran ni consumen en los establecimientos del lugar, lujosos y con precios en consonancia a su categoría. Hay colas, eso sí, en los lugares de comida menos cara, pero nada más que en esos. Las tiendas de marcas famosas, firmas de prestigio internacional, se ven visitadas por más gente que a lo más que llegan es a alborotar el orden en que los empleados tienen primorosamente colocados los artículos que el visitante dirá que volverá después para llevárselos, pero sin la menor intención de regresar.
Han llegado a la ciudad un número notable de ciudadanos procedentes de los países del Golfo Pérsico. Circulan con automóviles de gran cilindrada y prestigiosa marca haciendo caravanas, automóviles que llevan matrícula alemana en su mayoría, es decir, que no se han adquirido o arrendado aquí. Esto visitantes tienen gran poder adquisitivo, son los que dejarán algún dinero en los comercios, tal vez en líos de ropa y joyería. En los restaurantes no suelen entrar por cuestiones religiosas y por no exponerse demasiado, se refugian en sus grandes mansiones y contratan para su estancia, que no suele llegar al mes, personal que se amolde a sus costumbres .pocos, muy pocos españoles, además la mayor parte de su abultado servicio bien con ellos, Estos visitantes son jerarcas de segundo o tercer rango en la escala de mando de sus países respectivos. Los tiempos de la visita del famoso Rey de Arabia Saudí, motivo de interrupción de la estancia del Monarca español en Palma para venir a rendirle pleitesía, quedaron ya en el olvido y el actual amo y señor de ese país ha encontrado en Tánger su paraíso ¿Cuántos árabes, como se suele generalizar, habrán venido?. No se calcular a ciencia cierta pero serán, a lo sumo, un centenar de príncipes, princesas y asimilados y sus respectivos séquitos, y me da la impresión de que por mucho dinero que dejen, no se justifica la euforia que las fuerzas vivas de la ciudad manifiestan. ¡No creo que con lo que dejen, por mucho que sea, se puedan mantener los negocios el resto del año!. ¡Siempre me ha causado intriga el misterio de esa lista bastante voluminosa de establecimientos de lujo en los que no se ve entrar clientela y cuyos gastos de mantenimiento son astronómicos!
Hay ciudadanos rusos, pero no de aquellos en los que se pusieron las esperanzas de un resurgimiento glorioso de la zona. Muchos residen aquí y se dedican a mantener las propiedades de otros, trabajan para esos otros que ya no vienen. No les iba mal aquí aunque se veían de alguna forma señalados con el dedo porque se hizo mucho énfasis en la presencia de delincuentes peligrosos y bandas organizadas de aquel país, algo que por desgracia es normal: Alrededor de dinero se mueven siempre oscuros intereses y personajes poco deseable, sean rusos, árabes o de donde fueren.
Aquellos rusos compraron inmuebles de considerables proporciones y precios astronómico y muchos tuvieron voluntad de permanecer aquí, residiendo en un clima infinitamente más benigno que el de su tierra pero se chocaron con la España de la quijotada, la obediente España que cumple con obediencia reverencial las órdenes de Berlín y de Washington, capitales de esos países donde al parecer se atan los perros con longaniza y todo es beatifico. Y en apoyo de un sitio donde manda, precisamente, un gobierno de origen golpista y filonazi, se adoptaron sanciones contra los ciudadanos rusos, porque aunque fuesen contra Rusia, los afectados eran los ciudadanos, y ellos, sea por razones de patriotismo, sea por perjuicios económicos, o sea porque se les acabo la paciencia, optaron por buscar otros destinos y mantener sus inversiones en España, y muy especialmente reconocerlo.
Por cierto, lo de las razones patrióticas es muy difícil de explicar aquí, porque los españoles del presente no lo podrían entender, desgraciadamente. Quedan ingleses, alemanes, franceses, europeos en general. Los británicos son los más abundantes entre los residentes, pero la salida de Gran Bretaña del fiasco, de la triste broma, del timo de la Unión Europea y las veleidades y traspiés con Gibraltar pueden hacer cambiar las cosas. Y el resto de los europeos no están muy boyantes que se diga. Por lo tanto, mucho ruido y pocas nueces en el asunto pero mucha euforia y excesivo embuste a la hora de evaluar resultados. ¡La temporada se hará pasar como un nuevo triunfo!. Se hablara del incremento de las pernoctaciones entre las que deben de contar, supongo, las de las personas que sin ir más lejos, en mi edificio, andan metidas como sardinas en lata en los apartamentos, ¡hay hasta ocho personas ocupando un estudio, por ejemplo!. Los establecimientos de hostelería han contratado poco personal de temporada, y volviendo a mi edificio, el restaurante de abajo, que otros años ha habido casi que denunciarlos para que cerrasen a hora prudente y no hubiese escándalos, este año no llega a cerrar más allá de la una de la madrugada y siempre hay sitio para comer o cenar con una calidad más que excelente y precios comedidos.
La España sin gobierno y sin perspectivas claras, la de los diecisiete cortijos de señoritos es la consagración del embuste. ¿Dónde está la recuperación económica? ¡Al bolsillo de la gente no ha llegado ni se la espera! Mientras se mendigan apoyos para gobernar, algo inconcebible, estafando al electorado con los chalaneos y los trucos de trileros, mientras se finge por unos y por otros su sacrificio para hacer gobernable el país, cuando la verdad lo que les mortifica es no tocar poder, a los ciudadanos se les miente y estos aceptan de buen grado el embuste. Nadie se inquieta por el descalabro que supone esta situación, por la posibilidad de unas terceras elecciones o por la constitución de un gobierno inestable que caiga a las primeras de cambio por una moción de censura, una pérdida de apoyos y todo sigue aparentemente en calma, se mantiene la fe teológica en el sistema y pocas son las dudas según se aprecia ¡Ya se verá a corto y medio plazo por donde nos sale esta verbena!
España es inestable, se diga lo que se diga, porque el mero hecho de su tasa de desempleo hace que así sea. La gente sin nada que hacer sigue sentada en los bancos y en las escaleras de los portales esperando el milagro La inseguridad se palpa, pero esa es otra: Ya suenan clarines de triunfo que anuncia el desvergonzado despropósito de decir que la delincuencia ha disminuido este año, y supongo que con motivo de la apertura del nuevo Año Judicial alguno de los que le corresponda dar el discursito tendrá la desfachatez de decir que la delincuencia ha disminuido. ¡Mentira! La reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal ha introducido el engaño y, de camino, ha abierto una puerta a la arbitrariedad y así, desde el día 6 de diciembre de 2.015, en aplicación del artículo 284 de dicha Ley, las denuncias que se presentan a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado pasan a archivo y no se trasladan al Juzgado de Instrucción ni al Fiscal si en el plazo de setenta y dos horas no se identifica al autor del delito. Se exceptúan los delitos contra la vida, la integridad física, los de ámbito sexual y los de corrupción. Esto quiere decir que un robo, una estafa, una falsedad documental, cualquier delito que no sea de los específicamente señalados, tendrán como inexorable destino el archivo policial si en tres días a contar desde la denuncia no se identifica al delincuente, lo que supone que a los Juzgados han llegado desde esa fecha, 6 de diciembre de 2.015 muchos menos atestados y las estadísticas de los Tribunales o de la Fiscalía General del Estado no contarán con los delitos cometidos y no investigados, sobre los que no se abrirá instrucción siendo archivados directamente por las Fuerzas de Orden Público. ¡No habrán disminuido los delitos, no habrá bajado la delincuencia, simplemente se ha legalizado la ocultación de la verdad, el falseamiento de la realidad, gracias a esa reforma de última hora impulsada por el Sr. Catalá, Ministro de Justicia!. De cualquier modo, la gente se tragará el embuste, como es habitual.
Siga por lo tanto el circo, la España quijotesca y de verbena que se cree todos los embustes .Siga el desafío al Estado y la chulería catalana, siga la euforia y los alardes de esos índices de recuperación económica que a los bolsillos no llegan mientras que por las calles de todas las ciudades, de la mía también, hay gente recogiendo residuos en las basuras o buscando chatarra o algo que vender en los contenedores. ¡Todo va de maravilla!
Manuel Alba