Me dan mucho miedo aquellos que acaban de llegar a algo y ya saben más que nadie de todo, los que nunca ven nada confuso sino que dan lecciones de claridad con contundencia y sin ninguna duda, afirman que quienes llevan toda la vida dedicados a alguna parcela del saber están equivocados y que ellos tienen la mágica solución que a nadie se le había ocurrido.
Son teóricos de tres al cuarto que acusan a los demás de sus propias carencias, necesitan un permanente y constante baño de realidad. Se creen superiores a los demás y personajes de éxito, pero no saben hacer las cosas bien sin despistarse ni desconcentrase.
En su falta de humildad, son incapaces de llevar a la práctica cualquier valioso consejo o sugerencia. Se muestran imparables, pero les falta fuerza, se frenan y no confían en ellos mismos, y entre su incontinente verbo y su quehacer hay una gran diferencia en la que aparecen como lentos y flojos.
Son personajes que utilizan de forma torticera y poco inteligente el elogio, el halago y la adulación. Gente a las que les cuesta trabajo tomar una decisión, e ignoran que hay cosas que no tienen marcha atrás, aunque lo mejor esté por llegar.
Aunque no pierden puntada, casi siempre dan la sensación de estar despistados, como si se columpiaran en la inopia, entre ausencias y presencias, soñando e imaginando que encarnan a personajes de distintas historias y épocas.
Entre derroteros inesperados, chalados y chiflados, simpatías y antipatías, alumbrados y deslumbrados, preguntas y respuestas, implicaciones y complicaciones, incomodas tensiones y deseables conversaciones, hay momentos en los que hemos de poner la cara y otros en los que hemos de hacer mutis por el foro.
Hay ocasiones en los que los ratos de soledad son enriquecedores. Sencillos, rápidos y cómodos, manejándonos adecuadamente entre lo urgente y lo importante, la calma de la brisa que nos acaricia y los destrozos de un temporal que nos arrasa.
Descubrimos que debemos arriesgarnos si queremos que las cosas cambien, evitar los errores del pasado y atrevernos a vivir nuestra propia vida. No podemos permitir que pensamientos derrotistas nos lleven a la amargura, queriendo convertir nuestros gestos, obligatorios y necesarios, en una acción de propaganda.
Siempre debemos procurar mostrar nuestro lado más empático y comprensivo para evitar discusiones inútiles. Mientras que hay quienes con sus torpes actitudes van estimulando el enfrentamiento y el odio entre amigos y amigas.
Más veces de las que nos gustaría las intenciones son retorcidas y en otras mal interpretadas. Las ideas no solo tienen que ser geniales sino sobre todo útiles, por eso quizás hay cosas que se aceptan sin discutir y otras que son imposibles de comprender por mucho que nos las expliquen.
Nos planteamos, una y otra vez, si debemos dejar que los acontecimientos sigan su curso entre pistas curiosas y despistajes inevitables, minimalismos y modestias, enaltecer nuestros valores o establecer pronósticos, nocivos y beneficiosos, originales y divertidos.
Los ritos y rotos nos hacen, en ocasiones, palidecer de terror o dar saltos de alegría. No debemos extrañarnos de aquellas tensiones, que nosotros mismos hemos provocado. Debemos estar dispuestos a vivir y experimentar, que es ser capaces de aprender.
Juan Antonio Palacios Escobar