Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez se han fajado en un debate en el Senado con tintes claramente electoralistas. Ninguno es candidato a los comicios de mayo pero da igual: este país ha entrado en modo electoral y los partidos ya solo piensan en cómo arañar algún voto a cuenta de anuncios grandilocuentes.
Antes de entrar en ese teatro, conviene recordar que en mayo hay elecciones autonómicas -no en todas las comunidades- y se renuevan los plenos municipales y los cabildos insulares.
Sus señorías diputados y sus señorías senadores seguirán sentados en sus escaños hasta final de año, salvo que al presidente Sánchez le dé por adelantar los comicios (cosa que no es imposible sino que muy posible). Lo digo porque esto de plantear unos comicios autonómicos y locales casi como un plebiscito presidencial demuestra algo de incultura democrática, pero esto es lo que hay.
Como también lo que hay son dos líderes lanzados el uno contra el otro a degüello. Y cada uno con su claque particular para reírles las gracias. Es lo que se vio en el Senado, en una sesión que no creo que entre en los anales de la oratoria parlamentaria. Como tampoco en el fondo.
Quizás el punto más bajo en la calidad parlamentaria llegó cuando Sánchez trató de hacer una chanza a cuenta de la «mediocridad» del Gobierno de la que había hablado Núñez Feijóo en una entrevista previa. En ese punto, y en un intento de contraponer a sus ministros con los del PP, Sánchez sacó del olvido a Rodrigo Rato, Eduardo Zaplana y Jaume Matas… Si eso es lo mejor que puede argumentar el presidente para defenderse, pues apaga y vámonos.
En cuanto a Núñez Feijóo, se le sigue notando algo incómodo. Da la sensación de que no termina de adaptarse del todo a las formas de la política madrileña, quizás porque se acostumbró en Galicia a unas muy meritorias mayorías absolutas.
Pero en la Villa y Corte está visto que sus señorías van con el cuchillo entre los dientes, de manera que o entra en el cuerpo a cuerpo o a veces puede parecer algo insípido.
Existe una cierta desazón con algunas de las cosas que quedan reflejadas en los diarios de sesiones de estos tiempos atropellados. Lo digo por la poca calidad democrática, pero esto no hay que borrarlo ni retocarlo, pues el tiempo juzgará.
En todo caso, creo que hay cosas para las que no es preciso esperar un siglo. Me refiero a lo de concluir que falta calidad democrática. Bastante, por cierto.
Patricio González
Paz Padilla parece que se dibuja como la salvadora de Mediaset. Todo parece indicar que va a tener presencia importante en la parrilla de Telecinco y que desplazará a algún programa mítico como es, por ejemplo, Sálvame. Dicen las malas lenguas que, además de lo que ya se conoce de forma oficial, está en camino un proyecto en el que su hija será colaboradora de Padilla y que restará mucha importancia al rey de la cochambre televisiva y demás colaboradores de Sálvame.
Si Paz Padilla es la presentadora que está llamada a salvar los índices de audiencia de Telecinco es que la cosa está dura de verdad. Sea como sea, fiar el futuro de una cadena a una mujer que ha dicho disparates de gran calibre jugando con asuntos tan graves como la Covid-19, el abuso sexual en el seno de la familia o el maltrato machista, no deja de ser una auténtica temeridad. Por cierto, se fotografía con líderes de Vox. Eso no es malo ni bueno, pero indica el tipo de personaje que es esta señora.
Macarena Olona, sin embargo, ya no se retrata con los políticos de Vox. Macarena Olona dice todo lo contrario a lo que ha estado diciendo mientras creía que era imprescindible en Vox, cuando aún pensaba que sería una lideresa que hiciera Historia de gran calado. Lo disparatado en el caso de Olona es que no se alcanza a comprender ese giro en el discurso que la coloca en territorio más cercano al PSOE que al PP. Es una cosa alucinante y, lo mejor, es que no se pone colorada. A esta mujer le votó un buen número de andaluces pensando que era una candidata maravillosa. No lo era y la desvergüenza abandonando Andalucía y a los andaluces y gastando arrogancia a espuertas allá donde va, es una cosa surrealista. No sabemos si con Olona se fotografió Padilla. Es posible. Padilla es andaluza y la otra se empadronó en un pueblo andaluz.
El que deja con la boca abierta es Juan García-Gallardo. Va de tontería en tontería y plantea un problema al PP de los gordos. Es decir, un político limitado es tan peligroso como cualquier persona limitada. Patadas a seguir, a lo tonto y a lo loco. Eso y poco más.
A mí me parece un pijo que no sabe hacer la o con un canuto que terminará siendo (tiempo al tiempo) la vergüenza de la política española y el principio de fin para Vox (segunda parte puesto que la primera ya la protagonizó Olona).
¿Qué liga a estos tres? Su discurso cambiante, vacío, peligroso e inestable.
Patricio González
Cita Previa
Dicen que en Fitur había más prensa acreditada que empresas interesadas en la Feria. Resulta creíble, porque los representantes políticos suelen ir a cualquier parte, incluida las más irrelevantes, con todo un convoy de márquetin para copar los titulares de las noticias.
Tras esa fachada de ilusión, resiliencia, normalidad y éxito sin igual se encuentra, sin embargo,la más prosaica realidad, aquella que sin un convoy de prensa se impone en el día a día de la mayoría de las personas. Si vive usted en cualquier barriada, se tiene que jugar el tipo sorteando coches para llegar a la farmacia. Lamentablemente, no hay una feria para los menesterosos, que sería la única forma que por allí se dejara caer un político.
Lo mismo sucede si ha enfermado y necesita una consulta médica, cuando tienen que esperar de 10 a 15 días para poder lograr una cita en atención primaria porque esa es la media que tenemos en España : DIEZ DÍAS de espera para acceder a una consulta en un centro de salud en cualquier parte de España según el informe que hizo público esta semana la Federación de Asociaciones de Defensa de la Sanidad Pública (FADSP). Nunca lamentaremos lo suficiente que no haya una feria de médicos de cabecera.
El deterioro de la Atención Primaria es generalizado en todo el país. Hay huelgas o paros convocados en varias comunidades para llamar la atención de una ciudadanía que parece hacer caso omiso, o bien que ya pasa olímpicamente , de la depauperación de los servicios básicos.
Cualquiera que bucee en las redes sociales se da cuenta de que hay más protestas-fotos por el precio de cualquier producto básico que por la falta evidente de medios personales de la sanidad, educación, servicios sociales, en la justicia, en los servicios de bomberos, policía o limpieza.
Ante este panorama, cada vez nos acercamos un poco más a ese submundo donde solo cabe la salvación personal , lo mismo que vienen haciendo la mayoría de las personas que viven en países pobres. Tan pobres como ya lo somos nosotros, con una renta per cápita que produce sonrojo. Pobres, sí, pero con ferias.
Patricio González
Al Asalto
Nunca me gustó que para protestar contra este o aquel Gobierno se convocase al personal a rodear la sede una asamblea legislativa. Como tampoco me agrada que haya otros poderes que cuestionen las competencias legislativas de las cámaras que representan la soberanía popular.
Desde los tiempos del ascenso del nazismo, está más que acreditado que nada mejor que una turba entrando en las sedes institucionales para desmontar la estructura de poder y acometer un golpe. Y eso vale tanto para derechas como para izquierdas.
Lo acabamos de ver en Brasil, como también vimos una intentona similar en Estados Unidos hace ahora dos años. También el asalto al Parlamento catalán.Y sospecho que, desgraciadamente, asistiremos a espectáculos similares. Sobre todo si quienes ejercen la oposición a los gobernantes democráticos evitan condenar abiertamente lo ocurrido. Es lo que pasó con Donald Trump ante el asalto al Capitolio y es lo que acaba de ocurrir en Brasil, con Bolsonaro midiendo mucho sus palabras para evitar una condena formal de los graves hechos.
La reacción internacional ha sido prácticamente unánime. Tiene más valor todavía cuando nos hemos encontrado con gobiernos de signo muy diferente al del brasileño Lula saliendo a condenar el asalto y a defender la legitimidad del presidente electo. Y es que eso es lo trascendental: hacer ver a los manifestantes y a quienes los instigan que la legitimidad se gana en las urnas y que hay que aceptar al elegido por mucho que uno discrepe. Evidentemente, en la imperfección de la democracia va de suyo que a veces el elegido demuestre a las primeras de cambio que no está capacitado, pero todavía no se ha encontrado un sistema mejor que el democrático. Y, como diría don Quijote, ‘desconfía, amigo Sancho, de los que te digan que si no votas correctamente, llegarán otros que saben más que tú para poner orden’. Porque precisamente eso es lo que pensaron los manifestantes: que ellos sí estaban revestidos de la autoridad para, por la fuerza, sacar a los gobernantes legítimos para hacerse con el poder y meter en cintura al país.
Dicho todo lo anterior, no es Bolsonaro el único que se salió del tiesto. En la escena política nacional se han producido reacciones fuera de lugar, en un intento de mezclar churras con merinas o de ponerse de perfil. Y lo mismo que lo digo para lo ocurrido en Brasil, también lo digo con el autogolpe del ya ex presidente Castillo en Perú.
Patricio González
Tu opinión nos importa un bledo
Determinadas encuestas nos lanzan cuando hemos usado un servicio el titular: “Tu opinión nos importa”. Está claro que es un titular incompleto porque debería añadir: “Tu opinión nos importa un bledo”. Supongo que no, que a veces se tiene en cuenta pero, en ningún caso es vinculante por lo que sirve para poco o nada. Utilizas ese mismo servicio un tiempo después y percibes que no sólo se han pasado tu opinión por el arco del triunfo sino que la situación ha empeorado.
Yo acabo de tener experiencias en centros que te llevan a cabo este tipo de encuestas o, incluso, la posibilidad de quejarte o denunciar.
Son sólo requisitos legales o de marketing, cuestiones de trámite que deben existir como existe la ONU o el apéndice intestinal sin que sepamos bien para qué sirven. Suelo contestar a las encuestas, a pesar de todo, de algo podrán valer.
La calidad del servicio en España se va desintegrando paulatinamente. En todos los temas, desde un servicio de telefonía hasta uno sanitario.
Quizá el peor de los problemas, cuando se trata de un centro sanitario público privado, da igual, es que ni siquiera te cogen el teléfono.
¿Cómo es posible que un centro sanitario no cojan el teléfono?. O también que después de más de media hora en espera consigues que alguien conteste, te dé la cita para el mes siguiente o te dicen que el médico de turno todavía no ha abierto la agenda.
Da igual la importancia de la dolencia. Y como digo, esto está ocurriendo tanto en los centros sanitarios públicos como privados
De todas maneras yo voy a seguir contestando esas encuestas de marketing por si suena la flauta, suponiendo, como suponemos todos, que son mera formalidad puesto que nuestro bienestar está supeditado al bienestar del bolsillo de los accionistas e incluso del Estado.
Patricio González