Para mí es descorazonador, amigos. Escucho a los políticos en campaña repitiendo machaconamente el mismo recetario, las mismas sandeces, las mismas palabras huecas, las mismas o parecidas promesas que les hemos oído hasta la saciedad desde el inicio de esta, no tan joven, democracia y vuelve a dispararse mi tensión arterial, porque, de rebajar el número de políticos, de rebajar sus sueldos y sus prebendas, ni una palabra y eso sería el 50% de nuestra salvación económico/financiera.
¡Pero vamos a ver! ¿Cuándo van a darse cuenta de que lo que necesitamos son recetas diferentes a las utilizadas hasta ahora, que no han servido para nada porque mientras no haya una escala de valores aceptable, nada de lo que propongan funcionará? Hacen falta menos localismos, hacen falta medidas concretas que sean viables, hace falta más control, hacen falta más principios morales, hace falta honestidad, y sobre todo, hacen falta más ideas… algo que, es obvio, nuestra clase política no tiene.
Los líderes políticos andan perdidos, interesados como están sólo en no perder el sitio, no saben cuál es el rumbo correcto para dirigir y gestionar el país, los parches que ponen saben que no sirven para nada y que la realidad destroza cada día esos tapones, pero ellos siguen insistiendo en los mismas simplezas por llamarlo suavemente-, sabedores de que en este país no hay memoria (menos la memoria histórica, claro), y las noticias o las tonterías de los políticos duran en las portadas de los periódicos o en el interés de los lectores, apenas unas horas o unos días. Tanto se ha apostado por la inmediatez, por el corto plazo, que nos hemos quedado sin perspectivas de futuro, y ellos lo saben, por lo que cuando una simpleza· pierde interés, la sustituyen inmediatamente por otra burrada mayor en el siguiente mitin… que irá al limbo de la nada al día siguiente.
Estamos, por ello, a expensas de la propaganda más hábil para engañarnos, a expensas de los más cucos, de los que prometen imposibles, de los que prometen tonterías que suenan muy bien en los oídos de los desesperados o de los resentidos, de los que cobran del extranjeros o en el extranjero mientras señalan a los demás, sabedores ellos de que estamos sufriendo una amnesia generalizada, una demoledora crisis de valores y de honestidad, sumergidos en una especie de autoengaño colectivo, casi insidioso, sin querer ver que aquí nadie piensa en el futuro, que los jóvenes no tienen perspectivas, que los intelectuales de verdad están proscritos o en el autoexilio, y que los mayores dudan sobre su supervivencia…
Nadie emprende nada nuevo, si no es para empeorar, nadie aporta medidas concretas que mejoren lo existente, propuestas realistas, comenzando por decirle claramente al personal que lo que estarán obligados a hacer, quiérase o no-, es un llamamiento al esfuerzo y al sacrificio colectivo que incluya a los políticos y adláteres, dada la inestabilidad del futuro y la confianza en el mismo. Pero ellos, faltos de ideas, no quieren renunciar a su pequeña parcela de corrupto poder sobre cadáveres vivientes, y, por ende, no quieren transparencia para poder seguir gestionando la ruina de los demás.
Y digo yo que ¿Por qué no tiramos de Filosofía y hacemos una reflexión nacional sobre ideas? A lo mejor así salvamos a las generaciones futuras…
Antonio Poyatos Galián