La decepción ha cundido entre los alcaldes del Campo de Gibraltar, a excepción, claro está del de Algeciras, por la visita del ministro de Exteriores García Margallo, en su vano intento de vender el humo de una propuesta que no va a llegar a ninguna parte, aunque él espera el momento de apretar tuercas, para forzar la voluntad del pueblo de Gibraltar que piensa va a ser fácil de sojuzgar y someter a sus deseos, en cuanto comience, como él ya ha insinuado y lleva cuatro años haciendo, a poner dificultades en la frontera y a hacer la vida imposible a los gibraltareños por no querer ser españoles y seguir siendo fieles súbditos de SM la Reina Isabel II.
La buena voluntad del ministro Margallo se desvaneció, demostrando importarle muy poco el Campo de Gibraltar, es decir la parte española que él y su Gobierno están obligados a cuidar y a mimar, antes de hacer promesas, cuando los alcaldes le presentaron en el seno de la Mancomunidad de Municipios, una serie de peticiones, muy interesantes y necesarias, para revitalizar la comarca ante la llegada del Brexit. Ni caso. El alcalde de San Roque y vicepresidente de la Diputación de Cádiz y algunos otros no han dudado en mostrar públicamente su decepción con Margallo, al que no se ha oído ni una promesa, ni un intento siquiera de comprender las necesidades de esta parte, que sí es España. Su obsesión es la bandera, el endulzar una propuesta que venza la voluntad de los gibraltareños, el presentar un caramelo para que el gibraltareño ceda, el hacer propuestas grandilocuentes que luego, a la hora de la verdad, ya se vería en que podrían quedar. Como los Acuerdos de Córdoba, que el actual Gobierno del PP se ha pasado por el forro, dejando a España en muy mal lugar como Gobierno serio que no respeta los acuerdos de un Gobierno anterior. Y quita hasta el Instituto Cervantes, como castigo. Es decir, se barrunta que todo puede ser papel mojado, cuando la soberanía se haya medio perdido y el Peñón tenga la soñada bandera de Margallo en lo alto. Y por ello, los gibraltareños no se fían.
Pero sí es verdad que todas esas propuestas de Margallo, dispuesto, según dice a aceptar el status de Gibraltar y todo lo que hasta ahora ha sido condenado por la España del PP, sus televisiones y periódicos más adictos, son algo muy positivo, que ya debería estar, sin la exigencia de cambio de soberanía, en marcha.
El Gobierno de Gibraltar pidió el pasado año en la ONU el cese de la política de castigo a Gibraltar, el final de la era de crispación y enfrentamiento que en más de 300 años, nada bueno ha a aportado al Campo de Gibraltar comprometiéndose, si ese nuevo clima de cooperación y entendimiento mutuo se hiciera posible, a dar un gran impulso a la economía de esta parte de la Baja Andalucía, a crear hasta 45.000 puestos de trabajo.
En Gibraltar se habla el idioma del dinero, hay grandes profesionales muy preparados en las empresas, en el Centro Financiero, con contactos a nivel mundial. La Cámara de Comercio americana vino a Gibraltar con el senador y ex fiscal general de los Estados Unidos Ken Salazar a la cabeza y vieron en Gibraltar unas grandes posibilidades por su situación a caballo entre Europa y Africa. La pronta puesta en marcha del Gibraltar World Trade Center conectado con los otros WTC en China, en América, en la India y en el mundo puede ser un generador de posibilidades, que, de no existir esa crispación y ese enfrentamiento que Margallo y los suyos han propiciado desde que el PP está en el poder, beneficiaría a Gibraltar, pero mucho a la zona vecina, donde hay polígonos industriales muertos de pena, sin apenas actividad, donde hay terrenos para desarrollar proyectos, donde hay mano de obra abundante y cualificada.
No hace falta cambiar de bandera el Peñón, ni obligar a los gibraltareños a que renuncien a la soberanía de su casa, del Peñón donde nacieron sus abuelos y se crían sus hijos para que efectivamente, se hagan posible todas esas promesas de bienestar para la zona que Margallo viene a ofrecer a cambio de ceder la soberanía de la Roca. Acaben de una vez con el enfrentamiento, con la crispación, con el castigo a los gibraltareños, con Brexit y sin Brexit e inicien de una vez el esplendor de esta tierra que tanto lo necesita, dejando a un lado la soberanía de la discordia y centrándose en el necesario bienestar y progreso de los pueblos a uno y otro lado de la frontera. El anterior ministro de Exteriores en su visita a Gibraltar para poner en marcha los Acuerdos de Córdoba, se centró precisamente en esa política de cooperación regional y manifestó ante los medios de comunicación del mundo entero: Lo de la soberanía, ahora no toca. Ahora lo que toca es el poner los cimientos de una cooperación mutua para el bienestar y el progreso a ambos lados de la frontera. Y Margallo, se cargó esa positiva idea.
Gibraltar puede ser el gran motor de la economía y el progreso de una buena parte de Andalucía. Los gibraltareños saben como hacerlo. Pueden hacerlo.
Deberíamos aprender de otras zonas: Mónaco ha favorecido el progreso de la Costa Azul. San Marino, Andorra, Liechtenstein y otro pequeños territorios y podríamos citar también Ceuta y Melilla, viven sin tensiones, sin la crispación y el enfrentamiento que España propicia con Gibraltar, cercenando toda posibilidad de progreso para la zona circundante, que, por otra parte, España tiene medio abandonada, como puede verse dando un paseo por las barriadas de La Línea de la Concepción.
Margallo, en su visita a Algeciras oyó las peticiones justas y bien estudiadas de los alcaldes en la Mancomunidad. Pero ni una palabra siquiera de esperanza para el Campo de Gibraltar. Caramelo o palo a Gibraltar. Lo único que le interesaba es su afán de colocar la bandera en el Peñón. Vino con las manos vacías y ya saben el refrán Manos que no dais, que esperáis. Y, aparte de la medalla de oro de Algeciras que se ha calificado en las redes sociales de peloteo descarado, con las manos vacías se ha ido. En Gibraltar, que han sufrido los palos, las colas, los intentos desesperados de asfixiar, por todos los medios a su economía, que han sentido con dolor las campañas de intoxicación y desprestigio que desde Madrid se han inspirado para hacer daño al Peñón, la oferta de Margallo, no cuela. No se fían.
Cuando Margallo llegó al Campo de Gibraltar, el Peñón no estaba. Una intensa niebla lo había tapado para que Margallo no lo viera. Y es que, ni el Peñón, ni muchos campogibraltareños que han sufrido las inhumanas colas, el daño, la zozobra y la inquietud, no querían ni verlo, como aseguraba con una elocuente fotografía Asteg. Todo un presagio.
Por Carlos Duty