No se ustedes, pero yo, cuando miro con ojos de cuervo colérico un poquito por encima de la habitual, lo que veo es que estamos atravesando un período embrutecedor y anulador de la voluntad individual y colectiva, producto del adoctrinamiento al que nos está sometiendo el sistema sin que seamos realmente conscientes de ello.
Lo que está sucediendo, pienso yo, no puede ser producto de la casualidad y creo que existe una firme determinación por liquidar cualquier forma de vida pensante. Los desconocidos que realmente mandan, esos que no tienen Patria ni Bandera, alimentan tanto nuestro YO individual, que la confusión, la pérdida de referencias, la dispersión de ideas y valores está haciendo que nuestra sociedad occidental se haya vuelto irreconocible, con individuos mediocres y amorales a los que no les importan las víctimas que puedan dejar en el camino con tal de lograr el éxito, mientras los de a pie nos hacemos el harakiri pensando que cada barbaridad que nos digan está bien, que eso es lo más de lo más, que todo vale y sobre todo el ¿Por qué no?
Y lo terrible es que todos estamos colaborando con ellos en ese adoctrinamiento, en aras de un falso progreso y libertad, cuando la realidad es que cada día somos menos libres y menos inteligentes, al menos para cambiar el estado miserable de las cosas que nos están sucediendo día a día, sin que nos demos cuenta.
Nos someten a un engaño obsceno, brutal
y lo peor es que no nos damos cuenta de ello. No nos damos cuenta de que ellos lo que quieren es destruir valores, ideas, creencias religiosas, tradiciones y cualquier barrera que se ponga para obstaculizar sus planes y así podernos marcar el camino por donde hemos de ir.
Estamos viviendo una gran mentira que repetida hasta la saciedad se convierte en verdad -Goebbels dixit-, y se aprovechan de que la estupidez humana no tiene límites, para conseguir sus objetivos a través de un adoctrinamiento subliminar para convencernos de que el éxito es consumir, estar en la corriente de sus tendencias, tener lo último que a ellos se les ocurra para intentar diferenciarnos de los demás, mientras ellos hacen Caja al tiempo que criminalizan a los que no sigan su rollo.
No me gustan los adoctrinamientos, no soporto que señalen con el dedo la dirección que debo tomar y pienso que deberíamos utilizar las pocas neuronas que tengamos aún activas, para revelarnos contra ese dedo indicador de lo que debemos hacer, aun cuando nos llamen, como mínimo, retrógrados.
Antonio Poyatos Galián