Reconozco que estoy descolocado, amigos. Soy un hombre sumido en la duda. Vaya por delante que me siento inseguro en un mundo inestable, y fuera de mi entorno me siento a disgusto y desorientado. Es el sino de mi vida, que complica mi existencia y multiplica mis complejos, qué le vamos a hacer.
Porque, pocas cosas he tenido tan claras desde pequeño, como las reglas de ortografía, y me he desarrollado creyendo que eran inmutables, que a lo blanco lo llamábamos blanco y a lo negro lo llamábamos negro, que se utilizaba el nombre o el sustantivo y no la definición pero resulta que ahora, casi por votación popular, la degradada Real Academia de la Lengua las cambia, y me encuentro con que al día de hoy no sé si debo escribir truhán o truhan, Rey o rey y con mis creencias religiosas me pasa lo mismo. Yo pensaba que, por ejemplo, la Navidad era una tradición inmutable, y ahora la España progresista-resentida decidió cambiar sus usos y costumbres, con lo que he vuelto a perderme, a sentirme a la deriva cual famoso zapateril gobierno… así que cuando llegue la Inmaculada, ya no sabré si poner un portal de Belén en mi casa, como cada año, o montarle cirio a los resentidos progres que hacen de autoridad civil y a los de mi entorno, que no ven con buenos ojos nuestras creencias y cultos si éstas son católicas.
Es el sino de unos tiempos, supongo, que intentan que olvide lo que me enseñaron mis padres y lo que intento transmitir a mis hijos y ante los ataques a la religión católica que profeso, no sé si lo del musulmán ¿recuerdan? que denunció al profesor por pronunciar la palabra jamón en clase, es lo que deberíamos hacer todos los creyentes: defender con uñas y dientes legales nuestras creencias. Por ir acorde con los tiempos, más que nada. Yo ya tengo dudas entre si debo defender mis ideales y mis creencias y ser llamado talibán y retrógrado (y fascista, por supuesto), o dejar que los actuales franquitos progres del todo vale, me impongan sus dictaduras sociales del todo vale, muchas de ellas provenientes del resentimiento, como digo porque si uno ya no puede protestar ni fiarse de la Real Academia de la Lengua ¿Debo callar también, sin protestar, por la deriva antirreligiosa que están imponiendo unos resentidos descerebrados, manifestando así mi tolerancia para con quienes me ofenden? ¿Debo seguir callando ante el desigual trato que las leyes dan a las creencias religiosas católicas con respecto a las demás confesiones? ¿O acaso debo defender mis ideas en comisaría, como el alumno del jamón? ¿Qué otras opciones me quedan cuando a nivel colectivo los católicos dejamos hacer y los jueces, o las leyes, no ven delito en los atropellos a las creencias católicas?
Como ven, amigos, ante tantas dudas creo que tengo sobrados motivos para sentirme inseguro, inestable y desorientado y pido humildemente perdón, porque confieso que, en algún momento de trastorno extremo, me he llegado a preguntar: ¿acaso no deberíamos replantearnos ya, tanta tolerancia y tantas leches?
Antonio Poyatos Galián