El Congreso de los Diputados se ha convertido en una mala taberna. Algunos representantes de Podemos o de ERC parecen haber salido de lo más profundo del infierno, de una partida de billar con el concejal o de la barra de una taberna con dos copas de orujo encima.
En lugar de ser el Congreso un lugar de pedagogía política ofreciendo un plus de representatividad se ha convertido en una mala taberna. Un tal Rufián, charnego por otro lado, monta escándalos públicos que pondría el grito en el cielo si sucedieran en cualquier colegio. Este individuo que difícilmente pasaría un psicotécnico se permite el lujo de decir: Hasta pronto ganster, nos vemos en el infierno, mamporrero y cosas así , mientras que el Presidente de la Comisión de Interior que es miembro del PNV, se limita a decirle que no tiene la palabra, en lugar de señalarle la puerta.
Me parece lamentable tener que oír a un tal pablo Iglesias frases como Me la pela, me la reflanflifan, me la suda sin que nadie rediga nada, sin que la Presidenta del Congreso actúe y le expulse de inmediato del plenario.
Parece que existe un cierto complejo por parte de los políticos, ya se ve, porque nadie quiere tomar ninguna determinación, por si acaso, se intentan mezclar los chivos con las cabras que es lo que harían diciendo que les coartan la libertad de expresión. Pero, desde luego, si afear la conducta a un impresentable que salió del billar y cayó en el Congreso porque un amigo lo metió en una lista electoral como el que se cuela en el fútbol, un indigente moral e intelectual, trae consecuencias, las instituciones y sus presidentes tienen y deben afrontar las mismas porque este verduleo no se puede permitir.
Y todo esto se debe, desgraciadamente, a la falta de nivel. No es permisible que el gran debate del día sea la Coca-cola del Sr. Espinar o los insultos de Iglesias o Rufián, que se permiten el lujo , encima, de hasta hacer ruedas de prensa sentados en el suelo(Iglesias) en el salón más importante de la Casa de la democracia como es el Salón de los pasos perdidos.
Yo me siento ofendido por todos ellos y por quienes se lo permiten. Esto parece más un parlamento griego, ucraniano o venezolano. De vergüenza.
Patricio González