Se han cumplido este pasado 8 de junio, 50 años del traumático cierre de la frontera con el que Franco pretendió aislar a la población de Gibraltar, encerrándola en su propia casa, castigando tan duramente a los gibraltareños por haber expresado democráticamente su voluntad de no querer ser españoles y desear seguir unidos, ahora como Territorio Británico de Ultramar, a la Corona que ostenta la Reina Isabel II.
Una conmemoración que ha llevado al alcalde de La Línea de la Concepción, recientemente uno de los más votados de España, Juan Franco, a cruzar el paso fronterizo y fundirse en un abrazo con el ministro principal de Gibraltar, Fabián Picardo y hacerlo precisamente delante de los restos de la antigua Verja, que el Archivo Nacional de Gibraltar ha guardado como una reliquia para mostrar ahora al mundo, en una interesante y documentada exposición, titulada “El Cierre”, aquel tremendo drama y el daño enorme que produjo aquella decisión del dictador, secundada entre otros por el tiránico general Antonio Pérez Soba que desde Algeciras, como general gobernador militar del Campo de Gibraltar fue la mano ejecutora del cierre.
Hay que decir, que previamente, meses antes, sin piedad y sin tener en cuenta para nada el daño que se estaba produciendo, no solamente a los gibraltareños, pero muchísimo más al pueblo de La Línea, el general propició, desde Algeciras, una serie de medidas contra los Trabajadores Españoles en Gibraltar, desde duras restricciones en la frontera, como por ejemplo, vaciarles en un contenedor la bolsa de lona en donde los trabajadores portaban cada madrugada el “costo”, es decir, la comida que sus esposas y madres les preparaban para su sustento diario en Gibraltar, o quitarles el “pase” de trabajo que concedía el delegado de Orden Público en La Línea, coronel Picatoste, alegando las más pueriles acusaciones. Había que ir creando un clima propicio para el cierre del 8 de marzo.
Al falangista sindicato vertical de Trabajadores Españoles en Gibraltar se le sugirió que, a modo de “fake news”, se fabricaran falsas noticias para desprestigiar a Gibraltar, inventándose barbaridades como aquellas de que las mujeres que trabajaban en Gibraltar, más de siete mil en aquella época, eran humilladas, tratadas como esclavas, despreciadas y cosas peores, cuando en realidad el testimonio directo de aquellas mujeres era todo lo contrario. La población gibraltareña las mimaba y cuidaba como si fueran de su familia, interesándose por sus padres, por sus hijos y entregándoles regalías y ayudas para su familia en La Línea. La prensa del Régimen, especialmente el Diario “Arriba”, órgano del Movimiento Nacional y el sometido “ABC” se hacían eco casi a diario, de noticias falsas que perseguían el desprestigio de Gibraltar resaltando ante la opinión pública española verdaderas barbaridades, falsas, intoxicando y preparando a la opinión pública para justificar el cierre, con noticias como aquella de que el trabajador español era vejado y despreciado en Gibraltar, cuando en realidad era todo lo contrario.
El día del cierre fue un momento traumático para miles de familias, españolas y gibraltareñas a las que, a la fuerza, se les obligó a separarse, no solamente en términos laborales, sino familiares y personales.
La orden dictada por Pérez Soba era tajante. A toda prisa muchas familias gibraltareñas, que por apego o tradición familiar, vivían en La Línea o en los llanos del polo, en Campamento y otros lugares cercanos al Peñón, tuvieron que recoger a toda prisa lo más elemental y cargarlo en un carro o furgoneta (no había suficientes medios para atender tantas necesidades) y abandonar sus casas, para volver a la fuerza a Gibraltar. Todo un drama, con despedidas entre lloros y sollozos, con los niños abrazados a sus vecinos linenses de toda la vida.
Cuenta desde Campamento, Antonio Bernal, el último trabajador que cruzó la frontera antes de la medianoche del cierre (trabajaba en un bar musical de Gibraltar), que aquel día y los siguientes, fueron de pena, de llanto, de rabia contra Franco, por aquel traumático momento de la separación y el desgarro tras toda una vida juntos, llanitos y españoles. “Como quieren-decía Bernal- que los gibraltareños sean españoles, si tanto daño les hemos hecho”. Y con razón.
Gibraltar resistió el duro asedio y su población, lejos de rendirse, se hizo más gibraltareña, más unida ante aquella injusticia y más, mucho más, vinculada a Gran Bretaña. Se fortaleció la identidad de pueblo unido. “Y teníamos-nos decía Andrew Bossano, casado con una española- más dinero en nuestro bolsillo, porque nuestro trabajo no se mermó y si aumento nuestro ahorro. Antes, nos gastábamos todo alegremente en La Línea y el Campo de Gibraltar, en compras en los comercios de La Línea y en su atractivo mercado, en salir los fines de semana y almorzar o cenar en las ventas de La Almoraima y Los Barrios o en los bares y restaurantes de Campamento o La Línea”.
En La Línea de la Concepción y en Campamento y Puente Mayorga, barriadas de San Roque principalmente y hasta en Algeciras, donde el barquito “Aline” con cientos de trabajadores cruzaba varias veces al día la Bahía, el cierre fue una hecatombe. La población real de La Línea de la Concepción, que aquella floreciente época estaba en torno a los 100.000 habitantes reales, entre censados y no, quedó cercenada por la mitad. Solo quedaron algunas familias, los comerciantes y sus tiendas medio arruinadas y los maestros, funcionarios y personal que dependía de las pagas del Gobierno español, “los que comían de la olla gorda”, como se denominada a quienes cobraban de los Presupuestos Generales del Estado.
Los comerciantes y empresarios linenses tuvieron la habilidad de abrirse hacia el incipiente auge de la Costa del Sol, como hizo Almacenes Gavira que poseía una veintena de bares-tiendas estratégicamente situados por toda La Línea y unos enormes almacenes, bien surtidos de bebidas y artículos a buen precio y que en Gibraltar tenía su mejor clientela, organizando una flota de furgones que cada día, con puntualidad, se desplazaba hasta la Costa del Sol para buscar en bares, discotecas y hoteles, desde Marbella a Málaga, las ventas que con el cierre perdía. También empresas constructoras, como la de Juan Carmona que tras levantar las torres de apartamentos y hotel Rocamar, se fue a construir en Estepona el Parque Antena, llevando trabajadores y materiales desde La Línea. Varios ejemplos podían citarse, de almacenistas de frutas y verduras, como el de Frutas Yagüe que estableció parte de su negocio en Marbella llevándose a sus empleados de La Línea, ante su drástica merma de sus ventas.
Pero estos fueron los ejemplos menos relevantes.
A la población trabajadora de La Línea se la envió a la diáspora. Y los miles de trabajadores españoles en Gibraltar y sus familias linenses, se dispersaron por Londres, sur de Francia, donde hay muchas familias de La Línea que vuelven cada año a la ciudad, por Norteamérica y hasta en Australia existen linenses hijos de trabajadores de La Línea que allí se asentaron y echaron raíces, pero sobre todo en Barcelona y otros lugares de Cataluña, en el norte y en Madrid, donde la Casa del Campo de Gibraltar acogió a muchos de ellos que deseaban seguir teniendo un vínculo de unión con su pueblo. Todos, deseando volver a La Línea y así lo han hecho algunos, ya jubilados, como el caso de Antonio Pérez Carmona, después de trabajar en la NASA.
Los conocimientos del inglés ayudaron a muchos a desenvolverse fuera de su tierra.
Los testimonios de muchas de estas familias condenadas al desarraigo, son hoy emocionantes y algunos casos espeluznantes, cuando recuerdan como lo tuvieron que dejar todo en su pueblo, donde habían nacido y crecido, para emprender una nueva vida.
A algunos de estos trabajadores linenses, gracias a su preparación y a su voluntad de supervivencia, les ha ido bien. Otros terminaron regresando a La Línea fracasados en su intento. Fue el caso de un experto pastelero que triunfaba haciendo tartas en Gibraltar, que “engañado” por el sindicato que prometía unas ayudas a todo aquel que quisiera irse fuera a emanciparse que, luego no eran ayudas a fondo perdido sino un crédito de la Caja de Ahorros de Ronda (Unicaja hoy), que había que devolver en dos años. Con aquella promesa engañosa, cogió a su familia y se fue a un pueblo de Málaga a poner un obrador de pastelería. Un par de años después tuvo que regresar a La Línea arruinado y con un embargo de la Caja, que ejecutó su casa, maldiciendo lógicamente el momento en que Franco lo quitó de su trabajo en Gibraltar, donde ganaba con su esfuerzo, muy buenas libras (aunque España, para mantenerle el “pase de trabajo” le obligaba a cambiar a bajo precio en la sucursal del Banco de España instalada en La Línea, una cantidad de esas libras, con lo que se mermaban los ingresos por el esfuerzo de su trabajo. Y es que los trabajadores “cambiaban” al precio oficial sus libras porque no tenían más remedio, pero aún así el trabajo en Gibraltar les permitía una economía holgada y sacar a su familia adelante.
La tragedia de la diáspora y el desarraigo de tantos miles de familias linenses, dejó a la ciudad mermada a la mitad.
Los que quedaron acudían especialmente los fines de semana a las cercanías de la cerrada verja, para ver, desde lejos a sus familiares y gritarles para preguntar por sus seres queridos, para alzar al cielo a sus niños, para que los vieran sus familiares al otro lado de la verja y para terminar volviendo a casa llorando por la maldita separación de estos dos pueblos cercenados.
El Gobierno del general Franco cortó todas las comunicaciones con Gibraltar incluso las telefónicas.
Un grupo de radioaficionados de La Línea, el Campo de Gibraltar y de Marbella, donde la señal radioeléctrica llegaba “como un cañón”, abrían cada noche sus emisoras de la Banda Ciudadana, “Banda Pirata” entonces, para hablar con Gibraltar, transmitir mensajes y en muchos casos, llevar a familiares ante sus micros para que pudiesen hablar entre ellos: “Roger, roger, aquí tengo en “vertical” a María para hablar con su hermana (casada con un gibraltareño): “Como está mamá. María?” preguntaban desde Gibraltar. Tremendo, María llorando contestaba: “La enterramos la semana pasada”. Y en otros casos la madre preguntaba a la hija ¿como estás?: “Mira tengo que decirte que ya nació tu nieto. Es precioso. Qué lástima que no lo puedas ver”. La vida y la muerte entre familiares se comunicaba por las emisoras de la CB, muchas de las cuales, incluyendo a los walkies talkies que se usaban a este lado de la frontera, se exhiben en una interesante exposición llevada por el Museo CB de San Roque al Museo del Istmo en La Línea, lo que fue antigua Comandancia Militar.
José María Yagüe, el director del Museo CB de San Roque, que cuenta con más de tres mil emisoras en Banda Ciudadana de todos los tipos y modelos, ha mostrado estos días la exposición a un grupo de Trabajadores Españoles en Gibraltar junto con el presidente de ASCTEG la Asociación Cultural de los Trabajadores Españoles en Gibraltar, alguno de los cuales usaron a la emisoras para comunicarse con familiares al otro lado, en aquellos años que duró el cierre.
Juan José Uceda, su portavoz, que perdió su trabajo en Gibraltar a los 19 años por el cierre y se tuvo que convertir en emigrante, recuerda con amargura aquellos días. Tengo familiares que usaron estas pequeñas emisoras de radio para comunicarse entre ellos y yo soy uno de los agradecidos a los radioaficionados que lo hicieron posible. “La radio que burló el Bloqueo”, la Radio que saltó la Verja, es otro elemento importante a destacar en esta efemérides de la conmemoración de los 50 Años del Cierre, para que esa tragedia humana y esa sin razón de hacer daño a los pueblos hermanos, no vuelva a ocurrir.
Recuerda el portavoz de Asteg que durante los largos años del cierre, hubo muchos valientes que se manifestaron ante la frontera para que fuese abierta de nuevo, siendo reprimidos y apaleados por la entonces Policia Armada.
El activista Gonzalo Arias capitaneó un grupo de valientes protestando por el cierre y llegó, en un gesto simbólico, a saltar la Verja para volver a Gibraltar, acto que tuvo mucha relevancia en la prensa extranjera. También se destacó en aquella lucha, el notable escritor e historiador, Juan Manuel Ballesta Gómez, que fue el presidente de los comerciantes linenses y que alzó valientemente la voz contra el cierre que tanto daño hizo a La Línea, pronunciando con valentía conferencias monográficas sobre el tema
Estos días, en su visita a Gibraltar y ante Fabián Picardo, el alcalde de La Línea, Juan Franco decía: “Tengo muy claro que el cierre supuso “un antes y un después” para la sufrida población de mi pueblo, La Línea. “Aquello fue una tragedia humana en todo su sentido. La decisión se tomó (el Caudillo y los suyos) sin tener en cuenta el daño a los españoles que vivían, especialmente en La Línea, y recuerdo la historia de mi abuela, que perdió su puesto de trabajo en Gibraltar, y la de varios familiares que tuvieron que emigrar, ejemplos varios de las graves consecuencias que el cierre tuvo para La Línea”.
Hubo otros muchos daños colaterales con aquella inhumana medida del cierre de la frontera. Con la frontera cerrada y sin apenas actividad económica, la juventud linense creció, en una gran mayoría sin perspectiva de futuro para sus vidas. Fue cuando irrumpió el “caballo” la droga que hacía correr por las venas de muchos jóvenes la ilusión de un mundo irreal. Pero el “enganche” pronto tuvo graves consecuencias para la ciudad, donde pululaban una serie de chavales, de toda condición social, que hacían el daño que fuese para poder darse un “chute”. Pronto las viviendas se tuvieron que dotar de rejas y cerrojos por todas partes. Fue cuando saltaban por las terrazas, se metían en los patios interiores y forzaban la ventana que no tuviese seguridad para poder llevarse algo, aunque fuese la bombona de butano vacía, para poder conseguir la dosis. Es verdad que esa fue otra triste y lamentable situación creada por el cierre y que afortunadamente pasó. Aunque dañó y mucho la imagen de la ciudad que trataba de buscar una salida en el Turismo y en la explotación de sus plays vírgenes, algo que nunca llegó.
La exposición ‘Closure’ (El Cierre), recién inaugurada en Gibraltar, reúne 210 paneles con fotografías, recortes de prensa y objetos relacionados con el cierre de la frontera. La muestra, organizada por el Archivo Nacional de Gibraltar junto con la Oficina del Viceministro Principal, se podrá visitar hasta el próximo 14 de junio en el John Mackintosh Hall (Gibraltar).
En la inauguración de la exposición, el Viceministro Principal, Joseph García, describió el cierre de la frontera como uno de los elementos fundamentales que han contribuido a que, más unido que nunca, se afiance el sentimiento de la identidad gibraltareña como pueblo. Añadió que aquel acto traumático fortaleció la decisión de los gibraltareños de defender su soberanía británica”. “Aquel corte total, incluido el corte de las telecomunicaciones convirtió el Peñón en una ciudad bajo asedio”, recalcó.
El “evento traumático” al que se refiere García se produjo el 8 de junio de 1969, cuando el Gobierno franquista tomó la decisión unilateral de impedir el tránsito a Gibraltar desde España, algo que se mantuvo para el tránsito peatonal hasta 1982 y para el de vehículos hasta 1985.
Como señala el comisario de la exposición y Archivista de Gibraltar, Anthony Pitaluga, el objetivo principal de esta iniciativa es contar una historia cuyo inicio se remonta a años antes del cierre propiamente dicho y cuyos efectos perduran en la memoria de las poblaciones de ambos lados de la frontera.
Para esta exposición se han ubicado en la entrada del John Mackintosh Hall las verjas de hierro que existían en la frontera, como el más expresivo símbolo de la separación de familias y de la aplicación de restricciones a Gibraltar.
Precisamente ha sido ante el vestigio histórico de la verja que se cerró donde el Ministro Principal de Gibraltar, Fabian Picardo, y el alcalde de La Línea, Juan Franco, se han encontrado para comenzar juntos la visita a la exposición “Closure”.
“No tengo recuerdos de 1969 porque no había nacido -decía Fabián Picardo- pero tengo las memorias que me contaban, del daño que había causado el cierre a tantas familias, sobre todo a las emparentadas con españoles, pero también se destacaba entre el pueblo gibraltareño la voluntad de seguir siendo británico, de no claudicar ante las presiones y que el cierre de la frontera no iba a afectar de ninguna manera a la firme decisión del pueblo de Gibraltar de no ceder nunca ante la presión de España”.
“Algo de lo que no nos olvidamos nunca los actuales políticos gibraltareños”, apuntó, “Aquello fue una tragedia humana, para La Línea y para Gibraltar y hoy, por si todavía queda alguien con el mismo espíritu del dictador, que piensa que haciéndonos daño nos va doblegar, se equivoca. No sabe que el pueblo de Gibraltar es duro como la Roca, que aguanta en sus firmes convicciones. Aquel cierre fue lamentable, que partió los corazones en toda la comarca y eso, nunca lo podremos olvidar y así se lo transmitiremos a las nuevas generaciones. Queremos la paz y la convivencia con nuestros vecinos, con nuestros amigos, pero que nadie piense en que ese deseo de convivencia en paz y armonía, es un síntoma de rendición. Queremos a nuestro país, queremos a nuestra tierra, en la que nacieron y murieron nuestros antepasados llanitos y deseamos lo mejor para La Línea y para toda Andalucía. Y en lo que podamos ayudar y contribuir para que haya más progreso y bienestar a los dos lados de la frontera, lo haremos.
La Exposición “Cierre”, una selección de láminas nunca vistas
La muestra se estructura en ocho secciones: Antecedentes del cierre, Represalias, Cierre, Segregación, Repercusiones, Protestas, Apertura y Campaña. La última, Campaña, se refiere a las restricciones que siguieron aplicándose sobre Gibraltar posteriormente, sobre todo relacionadas con las retenciones en la frontera. Anthony Pitaluga considera muy importante dotar de contexto al hecho histórico central, por eso las imágenes arrancan en 1950 con la visita del Duque de Edimburgo con motivo de la formalización del nuevo Consejo Legislativo de Gibraltar el “Legislative Council”.
Aunque pasaron muchas cosas entre 1950 y 1969, las imágenes recogen los hitos principales, como la visita de Isabel II a Gibraltar en 1954, la presentación del caso de Gibraltar en las Naciones Unidas por Sir Joshua Hassan y Peter Isola en 1963, la documentación fotográfica de 1965 sobre las medidas restrictivas aplicadas en la frontera para el tránsito de turistas, el referéndum de 1967 (donde 12.138 gibraltareños votaron a favor de mantener los lazos de unión con Gran Bretaña y solo 44 personas por pasar a soberanía española) y la Constitución de 1969.
La exposición incluye numerosos recortes de prensa de periódicos de Latinoamérica, nunca vistos previamente en una selección como esta. Los países latinoamericanos, alineados con la posición española de manera mayoritaria, publicaron artículos agresivos contra Gibraltar, incluso incitando a una acción militar violenta. Todo ello se expone en el apartado de Represalias, el inmediatamente anterior al de Cierre. Estos recortes latinoamericanos se combinan con otros de prensa española igualmente violentos y propagandísticos.
La memoria en vídeo
La exposición está acompañada de un apartado audiovisual en el que se recogen entrevistas a personas de Gibraltar que vivieron el cierre de la frontera.
Uno de los protagonistas de vídeo, Juan Pecino, destaca en su entrevista que en los momentos del cierre “había mucha confusión, tanta como la que existe hoy con el Brexit”. Explica que por culpa de tener la frontera cerrada no pudo ir al entierro de su abuela, que residía en España. “Como yo, sufrieron muchos gibraltareños”, apostilla. Patrick Franco expresa que es “difícil expresar el sentimiento que tuve al sentir que estábamos aislados”.
Patrick Franco también señala que la identidad gibraltareña creció con fuerza en aquellos años. Otro de los entrevistados, Louis Wood, usa la misma expresión: “Crecimos como pueblo”.
Otro de los aspectos destacados de las entrevistas fue el del agradecimiento al activismo en la frontera. Juan Pecino, visiblemente emocionado, recordó el compromiso del activista español Gonzalo Arias, que saltó la verja en varias ocasiones y realizó protestas no violentas contra una “política de bloqueo” que consideraba “inhumana”. “Era una fuente de inspiración, una persona digna de admiración”, recalca Pecino.
Una verja cerrada, otra que se abría a diario
La frontera estaba constituida por dos vallas: una española y otra gibraltareña. La española se mantuvo cerrada a cal y canto, mientras que la gibraltareña, ubicada justo junto a ella, se abrió y cerró cada día, con un ritual que se convirtió en todo un símbolo. A pesar de que ambas estaban muy próximas, las autoridades españolas no permitían el acceso hasta ese punto. Los españoles podían acercarse, como máximo a una valla anterior, separada por más de cien metros, lo que obligaba a que las familias se vieran a gran distancia y tuvieran que hablarse a gritos. Esto aparece representado en numerosas fotografías de la sección de Segregación, algunas de las cuales captan a personas utilizando prismáticos para ver mejor a sus familiares y amigos.
Si hay una frase que resume el aguante gibraltareño durante estos años es este titular de portada del Gibraltar Evening Post del 12 de junio de 1969: “Podemos Soportarlo, Franco” [We Can Take It, Franco]. Pitaluga señala el recorte con orgullo y sonríe: “A la vista está lo que conseguimos”.