No estoy respondiendo desde hace bastantes días a las preguntas que se me hacen. Algunas de ellas constituyen verdaderos desafíos, retos, pretensiones, absolutamente estériles, de hacer que me pronuncie sobre cuestiones que para mí no tienen el mínimo valor o de que reconozca, en clave de vencido, que mis ideas, las que se me suponen, no tienen valor alguno, que han sido superadas y que estoy totalmente apartado de la realidad, de la verdad.
Es cierto que no respondo, es cierto que no me preocupo de contestar ni me doy por aludido ante cualquier pretendida provocación una vez cumplido el término que yo mismo me marqué y que ha coincidido con una serie de circunstancias que se han producido en el entorno, y que mantienen su ritmo de desarrollo a escala mundial, en una humanidad tan tendente a la homogeneización como inconsciente de su proceso disolutivo. Pero el no responder no significa que carezca de respuestas. ¡ sencillamente no tengo el menor interés por ocuparme de dar satisfacción y priorizar al número en detrimento de la élite!.
Cuando Federico el Grande de Prusia convocó el certamen filosófico en 1778, sobre si era útil para el pueblo ser engañado, bien induciéndole a nuevos errores o bien manteniéndolo en los que ya estaba. Condorcet escribió su disertación para este concurso, si bien no llegó finalmente a presentarla, pronunciándose en sentido negativo. La falsedad filosófica del siglo XVIII, iría en contra dejando claro que el engaño era un mal menor y muy necesario, y así Goethe lo consagra en un poema que se mantiene en plena vigencia hoy:
«¿Debe engañarse al pueblo?
Desde luego que no.
Más si le echas mentiras,
Mientras más gordas fueren
Resultarán mejor».
Desde el siglo XVIII el pueblo, hecho número, masa, consagrado al principio de la cantidad y amoldado convenientemente, por el propio interés y no por otra causa, a los dogmas igualitarios, acepto el engaño y la mentira como muy necesario y así ha ido “progresando” y “evolucionando” el mundo hasta el presente, superando todo tipo de valor trascendente y allanando todo tipo de resistencia. ¿Qué el origen de la cuestión es anterior al mal llamado Siglo de las Luces?. ¡Por supuesto que sí, y ni los propios grandes promotores y pensadores de aquel periodo se creyeron jamás lo que predicaron! Pero supieron elevar una mera herramienta, un instrumento, un método para alcanzar el conocimiento cuan era la filosofía a la categoría de una Ciencia, de un saber propio, y desprender de la misma ramas, sistemas y corrientes personales, propias de cada uno de los autores que fueron incorporando sus peculiares visiones interpretativas a las grandes cuestiones de la existencia humana de todos los tiempos!. Pero ya hasta me aburre tratar estos temas….
Ahora escucho a mi alrededor cosas que no me resultan extrañas del todo al haber aprendido a comprender el pensamiento del hombre masa con el paso de los años, aunque a veces me asustan… Y no se ha de pensar que lo que me da miedo es el materialismo absoluto que domina el mundo globalizado en toda su extensión y del que participan todos los rincones del planeta sin exclusión de ningún tipo ni excusa de tipo ético o religioso alguno, como algunos pretenden ver, pues solo se cubre con el leve velo de una moralina utilitarista para cubrir las pocas apariencias que quedan por tapar en según qué sitios. ¡Al fin y al cabo, si se analiza a fondo, el capitalismo más radical promovido por el liberalismo más ortodoxo y el marxismo más rotundo practicado por los sistemas comunistas llevarían al mismo sitio! Desde el ateísmo oficial del marxismo – leninismo de la URSS o desde el calvinismo mayoritario de los EEUUA, los dos extremos oficialmente opuestos en el siglo XX, la célula social no era el individuo sino el grupo, la colectividad, y el individuo es un hombre máquina, productor, elemento de una cadena, engranaje de un sistema…. No eran tan distintos en su fin último: la competencia por el poder y los mercados. Y al final de ese ciclo, con la emergencia de otras potencias y la generalización de ese sistema global presente, invasivo, el materialismo triunfante que tendrá que generar necesidades de consumo para seguir produciendo, justificándolas con las moralinas que resulten pertinentes, podrá espantar a determinados grupos de las masas, no tanto a sus dirigentes, porque los engaños serán de demasiado alto calado, pero habrá que seguir produciendo, generando riqueza y consumiendo, para lo cual se precisará, inexorablemente amortizar y desmontar lo que sea preciso renovar….
Claro que ya la edad y las ganas de explicar mi pensar sobre todo esto se me han pasado, y también el sentimiento de culpabilidad que en otros tiempos me embargaba cuando un interlocutor, generalmente de eso que no sé por qué le llaman izquierdas, me pontificaba de cuestiones profundas sobre la transición del medioevo al capitalismo sin haber leído a Sweezy, Dobb o Takahashi, o cuando alguien de eso que llaman derecha creía firmemente que con la caída del Muro de Berlín ya todo iba a ser una balsa de aceite, en plan Francis Fukuyama, dando por terminada la Historia del Mundo.
Por cierto, me pregunto ahora si esos que me califican de extrema derecha tendrán conocimiento de la controversia que surgió en el XX Congreso del Partido Bolchevique de 1.922 en el que la llamada Oposición Obrera se opuso a la burocratización del Partido y la Revolución, al control burócrata de los técnicos economistas que alejaron a la clase trabajadora de la gestión de la producción y de qué modo esa Oposición Obrera fue laminada por el propio Lenin y por Trotsky. Igual les puedo prestar a los de Podemos uno de los escasísimos ejemplares que quedan del folleto que bajo el título Oposición Obrera publicó la líder de dicho movimiento hasta que éste fue disuelto y Comisario del Pueblo para Asuntos Sociales Alexandra Kolontai, y que lo copien, porque seguro que tan altos próceres del marxismo no tienen idea de un asunto que es interesantísimo y que suele ocurrir siempre con los partidos, sean del pelaje que sea.
Pero, insisto, eso lo tengo asumido, sin temor alguno y con todas las consecuencias… Lo que no puedo alcanzar a entender es una tendencia, cada vez más fuerte, más sólida y peligrosa, hacia las falsas espiritualizaciones, algo que empezó ya en el siglo XIX y que ha sido un foco de discusión y discordia durante el siglo pasado para convertirse en el momento presente en algo que me produce inquietud.
Tal vez las crisis socio económicas, por un lado, la extremada materialización de la vida moderna, la perdida de las esperanzas en las perspectivas de futuro u otras muchas causas que se podrían enumerar, algunas tan simples y, a su vez, tan complejas, como la soledad del ser humano moderno, la falta de compañía, de pareja, de afecto,… hacen que se recurra a unos espejismos de “vida” o aspiraciones de experiencias esotéricas, trascendencias, elevaciones a planos espirituales superiores a la realidad terrena, contactos con un “más allá”, etc… Normalmente se trata de la búsqueda de un camino de evasión de la vida poco satisfactoria, llena de frustraciones, desamparada, o de exploración de una pretendida llamada a la superioridad, un sentimiento absolutamente subjetivo pero del que se posee un convencimiento absoluto de haber sido elegido para una misión de algún modo mesiánica.
No voy a exponer ningún tipo de opinión, ni he de hacer comentario alguno sobre todos los fenómenos que pudiera conocer por las razones que fuesen, de este tipo de movimientos, corrientes o como cada cual quiera denominarlos, simplemente señalar que con la generalización de los nuevos medios de comunicación, redes sociales y demás medios tecnológicos, hay todo un universo de mundos paralelos confusos que atraen especialmente a personas de la cuarentena hacia abajo.
No son pocos los llamados a revolucionar el mundo creando un Imperio General que ellos han de liderar, o los que practican hechizos, alquimia, magia negra, blanca, espiritismo. Todo esto no es nuevo, ni a nadie ha de sorprender… Pero si me ocurre de un tiempo a esta parte, y no por verlo a través de medios informáticos, pues solo uso estos para obtener datos para mi trabajo, sino por contacto directo con determinadas personas que han tenido conocimiento de que poseo una cierta cantidad de libros “interesantes”, por llamarlos de algún modo, o que tengo contacto con proveedores de libros antiguos y descatalogados, o capacidad de traducir determinadas simbologías, que me piden determinados textos que resultan bastante espeluznantes e inadecuados, incluso aunque sean fruto de la leyenda y no existan.
Y cuando uno constata los hechos que suceden en las calles no tiene más remedio que pensar que al enloquecimiento de las mentes en este mundo desquiciado pueden estar contribuyendo estos fenómenos que no tienen ninguna gracia. La última experiencia vivida al respecto ha sido con una señora joven, con la que comí, invitado por un amigo que quería presentármela, un amigo que es como un hijo para mí. Al final del almuerzo, la joven me pidió un favor muy especial, que era que le facilitase un libro que decía que habia “visionado” que yo tenía: “El Libro Negro de los Muertos”, también llamado “Artificios Oscuros”
Dicho libro es un producto de la fantasía pero me quedé horrorizado por la petición, que se volvió casi en amenaza al decirle que ni lo tenía ni existía. Cuenta la leyenda que se trata de un poderoso libro de hechizos ancestral cuya magia es tan oscura y destructiva que todos los brujos, brujas, nigromantes, hechiceros, por perversos que sean, tienen prohibido por el mismísimo diablo poseerlo por la terrible clase de magia negra que contiene. Entre otros contenidos, dice la leyenda que tiene unos rituales de resurrección, incluyendo uno que requiere sacrificios humanos. También tendría rituales para dotar a niños pequeños con poderes extraordinarios y monstruosos.
Puede comprenderse que se me pida, con el convencimiento de que lo tengo, tamaña locura, me dé que pensar. ¿Cómo en la segunda década del siglo XXI una persona joven pide eso?, ¿Qué pretende?, ¿Qué pasará por su cabeza? ¡No es ninguna tontería!. Vivimos en una sociedad de perturbados y estas pseudoespiritualidades son la guinda que faltaba al pastel, porque aquella chica, erre que erre, decía que lo necesitaba para salvar al mundo….
Repito que no voy a exponer mucho más allá, pero hoy es común que tras un empresario, un deportista de élite, políticos, gente de esas que ahora se llaman “influencers” (nueva especie de vagos exhibicionistas y parásitos sociales), cantantes y demás haya un guía espiritual mago, hechicero, chamán… Es normal que a través de los tatuajes la juventud, y los ya no tanto, se carguen de simbologías ancestrales sin saber de qué se trata lo qué llevan puesto, incluso se rinde culto a determinados artistas muertos, teniéndoles como seres divinos, enviados, mesías…
El mundo está habitado por la masa informe y por esta creciente “pseudoélite” que quieren salvarlo con hechizos, rituales, satanismos y demás prácticas “espirituales a su modo” que, por otra parte van acompañadas de un innegable trasfondo materialista y lucrativo, pues ningún tipo de grupo o corriente de esta índole deja de poseer su correspondiente organización recaudatoria. Personalmente conozco a unos que hablan con su enlace con los dioses que es nada menos que Michael Jackson, que fue, por lo visto, reencarnación de Jesucristo y hay quienes han leído libros de mi biblioteca y han salido endemoniados porque no les ha gustado un pelo lo que se decía en ellos a pesar de estar escritos por sus propios ídolos como, por ejemplo Mme. Blavatsky: Un amigo mío está convencido que el libro que le preste, publicado a finales del S. XIX y con 300 páginas lo había falsificado yo, porque Blavatsky no podía haber escrito lo contrario de lo que él pensaba.
¡Esto es lo que me da miedo! La proliferación de publicaciones en internet, de rituales de magias y hechizos que puedan ser peligrosos y de cabezas que puedan estar dispuestas a probar a ver si les salen bien, en un contexto de una sociedad desquiciada, sin valores, en la que no se respeta a nadie ni nada, y crean que no exagero… observen, indaguen. ¡No estoy incitando a creer en ocultismo, magia ni nada por el estilo! Sencillamente advierto que en un contexto social determinado cualquier cosa es posible y sobre estas locuras es muy difícil tener control.
M. Alba