La ceguera de este desgobierno que nos precipita al abismo es tan profunda que no puede discernir algo tan simple como que repartir migajas de dinero no puede comprar el bienestar de un país. Que tremenda desgracia para los ciudadanos de a pie, que una minoría obcecada por su propio bienestar, por su bienestar de alto nivel, sea la que decida por el humilde bienestar de la mayoría… y me es indiferente que los que por nosotros deciden o imponen sus paradójicas e injustas leyes, sean de una ideología o de otra, porque lo humanitario debería de estar por encima de cualquier ideología.
Ellos no perciben que comprar una posición social no es comprar el respeto de tus semejantes, ni comprar un buen colchón signifique comprar nuestros sueños, ni una conciencia tranquila. Ellos, en su diabólica carrera hacia el enriquecimiento personal, se saltan día a día las más elementales leyes ético/morales para permanecer en un poder que llevará a la más absoluta ruina a sus “súbditos”, porque, aunque sea un manido tema, la “bolivarización” de este país ya es un hecho, sin que nadie haya hecho nada por impedirlo. Y cuando digo nadie, me refiero a los que tienen medios y poder real para impedirlo, además de capacidad para organizarnos.
Nosotros, todos, hemos de comprender que una casa no tiene nada que ver con un hogar, que esta crisis, llamada como quieran, no es, en el fondo, más que un dolor reflejo del verdadero centro de sufrimiento del alma -huérfana de valores- de todas las personas, y en mi opinión, no solo vivimos una crisis de papeles, monedas y virus, sino una crisis real de ética, de valores, de empatía, de la cual un servidor tampoco es ningún buen ejemplo.
Si miramos con ojos de cuervo colérico las directrices que nos van marcando estos seis o siete grupos de desgobernantes en el poder, veremos que toda gira en torno a pequeñas subvenciones para crear una dependencia de sus migajas que nos hagan más pobres, al tiempo que nos hacen más incultos y, por ende, menos críticos. Nada de una educación libre e integral, nada de educar en valores, en formación. Nada del espíritu. Solamente, poder, dinero, ideología radical, odio, resentimiento, venganza…
Reconozco que, con las tribulaciones que estamos padeciendo, hay más dificultad para recuperar nuestros sentimientos de fe y de esperanza, para recuperar esos valores como justicia, amor, respeto, perdón, paciencia, caridad, abnegación, trabajo… de las que tanto está necesitada esta ciega humanidad que camina sin remedio hacia el despeñadero, y estoy convencido, a pesar de todo, que sólo el abrazo de esos valores nos podrá sacar del atolladero… y me siento obligado a decirlo.
.
Antonio Poyatos Galián.