Hace ya tiempo que comenté que la alarmante y alarmada situación actual a causa de la pandemia del desdichadamente célebre covid 19 tendría otros efectos si no fuese por haberse convertido en un fenómeno mediático, una feria, como todo en nuestros días, además, y peor aún, en una herramienta política. Hoy mismo una de las personas a las que hice este comentario manifestaba estar de acuerdo conmigo, a pesar de haberse escandalizado al escucharme decir que este virus no había dado de sí todo lo que de demoledor y destructivo puede traer y que la pandemia, la de verdad, habría de llegar con todo su rigor después, en unos meses.
Ahora que se habla de la tercera o la cuarta ola y se prodigan por el mundo medidas preventivas y vacunas , me toca decir que me mantengo en lo que en su momento expresé.
Pandemias, como ahora se llaman, hubo siempre y siempre siguieron un siniestro protocolo… Unas fueron meramente referidas por la historia, otras estuvieron mucho más documentadas. Ahora se vive lo que para mí no es sino el prólogo, la llegada de un mal, al modo que ocurrió en otras épocas, aunque esta opinión no es sino el fruto de repasar otras enfermedades devastadoras. La peculiaridad de ahora es que la alarma social producida por la constante y contradictoria difusión de datos, de tesis y de opiniones, y su utilización como medio de imponer conductas restrictivas de derechos y represivas desde los poderes públicos, la característica de la enfermedad que asoma en este momento es que ha podido paralizar la vida social e imponer el miedo mediante el imperativo del mito asumido por el común de la llamada Civilización Occidental de que todo acto, toda medida, está dictada “por nuestro bien”.
El fenómeno mediático ha invitado a la confusión ante la proliferación de noticias, informes, opiniones científicas que llegan a ser, incluso, contradictorias sobre el alcance del mal, tanto como hasta haberse difundido en su momento que el virus había sido controlado para después decir exactamente lo contrario y poner en guardia de que el peligro aumenta. Los politicastros hablan sin el menor recato de gestión de la pandemia, y tanto desde las esferas internacionales como hasta las autoridades de las poblaciones más pequeñas se enfrascan en una politización interesada de un triste fenómeno que bañan con mentiras y falsas previsiones.
Se me puede objetar que no siendo científico, mi opinión y mi pensamiento sobran en este tema y que lo que tengo que hacer es seguir las normas que se me impongan y callar. Ciertamente no se ha de esperar eso de mí, y menos se debe olvidar que cumplo las normas a rajatabla por imperativo legal, porque me obligan y porque me solidarizo con quienes se creen el engaño, que es la población en masa.
Pero quiero mirar atrás para que quien quiera leerme piense y para ello recurro a los datos de la historia, que nos reflejan algo constante en este tipo de maldito fenómeno, y lo hago no entrando en consideraciones de eso que se llama hoy “conspiracionismo”, es decir, de cual pudiera ser el origen del virus covid 19, de si es producto de la Naturaleza o si fue hecho por encargo, etc… Sencillamente señalo, y las fuentes históricas están al alcance de todos, que una pandemia tiene un ciclo, ese siniestro protocolo que antes referí y es común a todas: aparece como una nueva enfermedad, algo desconocido en el momento para después desarrollarse de una manera relativamente tenue, después expandirse como verdadera catástrofe y acaba o desapareciendo o debilitándose, todo ello por su cuenta.
La primera gran pandemia bien documentada procedía de Etiopía, según las crónicas. Y llegó a través de Egipto hasta Jerusalén y Constantinopla. Por ser esta ciudad la capital bizantina y reinando allí el Emperador legislador Justiniano, se conoce como “Peste de Justiniano” y afectó al propio Emperador hasta llevarle al borde de la muerte, en el año 542. Según se narra, esta enfermedad mató al 40% de la población de Constantinopla y a 4 millones de habitantes en el Imperio. Aquel azote apareció en el verano de aquel año y se debilitó y aparentemente desapareció en otoño, llevándose consigo parte de la economía del Imperio Bizantino.
Habría algún que otro brote notable porque no se fue del todo, pero no sería hasta ochocientos años después cuando volvería a manifestarse con terrorífica violencia, llegaría la famosa Peste Negra que desde 1.346 y 1.353 trajo al mundo la devastación. Al igual que en el caso anterior, entonces no se conocían las causas y por lo tanto tampoco ningún tipo de tratamiento, y no se llegó a conocer hasta el siglo XIX. La Peste Negra fue un fenómeno apocalíptico que no se supo a ciencia cierta por donde llegó, aunque se la acabó haciendo proceder de la Península de Crimea. Se sabe que en territorio peninsular la población bajó de 6 millones de habitantes a 2,5, es decir, 3,5 millones de personas en la Península Ibérica murieron de esta enfermedad, en torno al 66% de sus habitantes. Europa en su conjunto perdió el 60% de su población… Y en 1.353 la Peste se debilito pero no se fue, y se calcula que hasta finales del SXV, en sus sucesivos y periódicos brotes se llevó la vida de entre 100 y 200 millones de personas.
Lo más interesante de la Peste Negra es que no hay aún vacuna contra ella, aunque se trabaja en desarrollar una vacuna eficaz porque la enfermedad como arma biológica alarmaría a la población, ¿No resulta esto curioso?. ¡Años buscando la vacuna eficaz para la Peste, que se transmite de forma fácil, que es hasta ahora la enfermedad más mortal que se conoce, y ahora salen en semanas o meses vacunas “eficaces” contra el covid 19! ¡Una epidemia de Peste si podría tener un gran impacto en la salud pública y causar un pánico intenso en la población!.
Y si ahora hay alarma teledirigida e inoculada por la expansión del covid 19, si hay pánico y el mundo se para por unas cifras que son aún poco relevantes, que pasará si la pandemia se convierte en eso, en verdadera pandemia y se extiende a su aire. ¿Controlada?. ¡A la vista está que no lo está ni se espera que lo esté, dada las previsiones que van dando los supuestos controladores y gestores de la situación!
Se asusta a la población con cifras “alarmantes”, y voy a poner el ejemplo de mi ciudad natal, Sevilla, que está asustada por las cifras de contagios y muertes de estos meses de cruzada contra el covid 19 en Sevilla. Pues allí, en 1.350 apareció la peste en primavera, se intensificó en verano y se fue con las lluvias de otoño. No tengo cifras de víctimas pero las crónicas cuentan que plazas, calle e interior de viviendas estaban atestados de cadáveres. Hubo epidemias en 1.374, 1.383, y de 1.399 a 1.401. En 1.507 murieron en la ciudad 30.000 habitantes por una nueva epidemia, y la gran tragedia aconteció en 1.649, cuando desde principios de año hasta el mes de julio, en que desapareció, se contaron 60.000 muertos, cantidad que se conoce por los registros parroquiales y hospitales, pero que debió ser mayor porque la imperiosa urgencia de deshacerse de los cadáveres dejó muchas víctimas sin registrar. ¿Y hay que imponer el pánico ahora?
Para mí la historia nos enseña en este tema más que la ciencia,, como en otros tantos, y me hace deducir que si ha de hablarse de epidemia o pandemia, ésta aún no ha llegado, que si ha de llegar, será incontrolable y en todo caso sus efectos serán paliables, y que eso de la vacuna exprés contradice enormemente el hecho de que todavía contra la temible Peste Negra no haya una vacuna y que su tratamiento más sea farmacológico a base de antibióticos. Y para aquellos que están tan al tanto de las medidas preventivas que utilizamos, que a lo sumo podrán retrasar el fenómeno, les voy a terminar por decir que eso del confinamiento y demás precauciones las propuso un médico de Cerdeña llamado Quinto Tiberio Angelerio que al desatarse entre 1.581 y 1.582 la peste en la isla elaboró un tratado de 57 recomendaciones para evitar la expansión del mal, entre ellas:
No abandonar el hogar y que era importante mantenerse en casa y evitar salir o realizar reuniones; recomendaba que sólo una persona saliera en caso de ser necesario.
Mantener distancia con los demás: Las personas tenían que salir a la calle con un bastón con el que medían la distancia de separación de dos metros.
Atención de hospitales: Las personas de bajos recursos eran atendidos de forma gratuita y aseguró que las personas contagiadas no podían moverse por su cuenta, sino que tenían que ser trasladados a los hospitales por personal especializado para que recibieran atención médica.
¡Vamos, que la OMS, los Gobiernos y los expertos han descubierto la pólvora casi 540 años después de aquel medico sardo del Siglo XVI!. Y yo no tengo más remedio que seguir en mis trece, no sin advertir que la peor pandemia, la peor enfermedad se llama MIEDO.
Manuel Alba
14 de enero de 2021