Mirémoslo objetivamente y veremos que a pesar del montaje que supone la llamada periódica a las urnas, los ciudadanos nos sentimos cada día menos representados por los que deberían ser nuestros representantes, no percibimos que sus palabras reflejen lo que nosotros decimos y alucinamos cuando vemos aprovecharse de los más desfavorecidos al decirles que habrá sueldo universal, casa gratis para todos y tonterías por el estilo siempre todo gratis- sin decir que eso es imposible, que alguien ha de pagarlo
Cada día más, intuimos que los políticos representan realmente solo a ese mundo financiero e incluso mafioso, que controla, además, los medios de comunicación, que son los grandes cómplices, y que ponen títeres -en toda la extensión de la palabra-, para que repitan hasta la saciedad lo que interese al que los maneja, para llegar a acuerdos, a condiciones o convergencias que beneficien lo que verdaderamente le importa al poder real: los beneficios económicos, los dineros. Solo así puedo explicarme a mí mismo como en cada nuevo proceso electoral, la calidad humana y profesional de los aspirantes aumenta negativamente en progresión geométrica, y, por ende, cada vez más descerebrada, propensa a los apaños y a las corruptelas más inverosímiles.
De verdad, mirémoslo objetivamente y veremos que el plantel de firmas que nos representan en el Parlamento, incluso los que gobiernan el mundo, no nos representan. Representan unos intereses diferentes a los nuestros. Sus intereses son poder y dinero, dinero y poder y todo ello a costa del sacrificio de más dos tercios de la humanidad, y de todo el tercer y cuarto mundo, de la infancia, de la senectud que se convierten para ellos, sobre las infinitas mesas de negociación, en basuras improductivas, en lastre que solo consume y que no genera lo que ellos entienden que hay que generar
Es cierto que la red y los nuevos sistemas de comunicación, nos empiezan a permitir una democracia algo diferente y una libertad de pensamiento ajeno a lo establecido, pero aún tiene la desventaja de no llegar al público en general, o de llegar sesgado hacia la organización que lo publicite, sin controles entre lo cierto y lo falso, y cuando ahondan en alguna herida real -recuerden WikiLeaks-, pergeñan leyes censoras para cargarse a todo aquel que se desmande denunciando verdades que están en la mente de todos y que ellos solapan en los engañosos discursos de siempre, en mítines, televisiones y propagandas.
Tenemos, queridos lectores que perder el miedo a llamar a las cosas por su nombre: esto es un despotismo y tenemos que decirlo. Las antenas parabólicas, Internet y los móviles han sido los medios que han posibilitado aunar los sentimientos y esfuerzos de los ciudadanos contra los déspotas, sacando a la luz miles y miles de prácticas corruptas y mafiosas alejadas totalmente de la ciudadanía, aunque unas, incomprensiblemente, tengan más ecos que otras en las televisiones.
Pero nosotros cada día vamos más hacia atrás por culpa de esta ciega e incomprensible inacción que nos lleva, como mucho, a votar a los que creemos menos malos
Antonio Poyatos Galián