Cuando algunos dijimos que la convocatoria de elecciones al Parlamento de Cataluña para el día 21 de diciembre de 2.017 en el mismo acto de anuncio de la aplicación del artículo 155 de la Constitución por parte del Presidente del Gobierno, y dentro de las medidas concretas de dicha aplicación, resultaba cuanto menos prematuro y disparatado, razonábamos como motivo que el previsible resultado daría lugar a un paisaje político igual al antecedente, y así ha sido. La situación se ha mantenido dando lugar a la perpetuación de un estado de crisis y crispación que no permite vislumbrar una pronta solución.
El desafío independentista, como se ha dado a llamar el fenómeno de anormalidad institucional catalana, mantiene su pulso y lo hará a la espera de que el Estado se debilite más, inmerso en las batallas indisimuladas por el poder que no solo se libran entre los partidos sino en el seno de los mismos sin que puedan ponerse sordinas que acallen los enfrentamientos. Y en Cataluña, con la administración autónoma intervenida, las medidas que pudieran paliar la desconexión de hecho que se ha producido durante cuatro décadas de desvinculación, de rechazo y de desprecio a todo aquello que supusiera relación con el resto de España, empezando por el idioma y siguiendo por todos los símbolos, no se llegan a apreciar. El Estado ha permitido ese alejamiento sin poner coto desde el primer momento a los desmanes y ahora, cuando tiene en sus manos la dirección fáctica de la administración catalana pone escusas o se mantienen las situaciones. Ahora se dan cuenta desde las instancias gubernamentales, o por lo menos lo dicen, que el artículo 155 tan loado y ensalzado no sirve para poder reconducir la situación y recuperar las competencias estatales usurpadas de manera fraudulenta por las leyes catalanas a lo largo de los años, que con el artículo 155 no se puede conseguir volver a devolver a nuestro idioma español su papel constitucionalmente marcado, ni se puede deshacer el fraude y la tergiversación cultural con la que han enfrentado a las generaciones actuales de catalanes con el resto de los españoles a base de mentiras y patrañas
. ¡Si ni siquiera a los altos cargos del Gobierno Autónomo que han despreciado al Jefe del Estado negándose a recibirle en un acto protocolario bajo impertinentes escusas se les ha puesto firmes!
¿Qué está pasando?… Desde luego a quienes se atrevieron a sugerir que en Cataluña lo aplicable era el artículo 116, 4 del texto constitucional les echaron los perros, a pesar de que tenían su legítimo derecho a opinar y sólidos argumentos para defender su pretensión, y personalmente soy de los que pensaba que esa era la vía y en estos momentos me reitero y me reafirmo en mi opinión, convencido de que antes o después habrá que ir por ese cauce. Se prefirió por políticamente correcto someter a los españoles a un estado de angustia y amenaza prolongado en el tiempo con vocación de perpetuarse y en ello parece que estamos. Un nuevo Presidente del Parlamento Catalán con unos comportamientos más o menos semejantes a los de su antecesora, una Mesa del Parlamento igual de radical, unos personajes a los que parece importarles un rábano lo que pueda ocurrir y que siguen manteniendo su cantinela a un ritmo que debe costar una fortuna, unos personajes de opereta que se dicen estar en el exilio cuando no son sino fugitivos de la justicia y cobardes consumados
. Se permiten toda esa tropa hablar de presos políticos para referirse a contumaces infractores del ordenamiento jurídico penal común del Estado que, además, siguen erre que erre con su triste melodía de payasos sin gracia y los secunda un partido político que juega en España a vender las bondades de su padrino venezolano, ese Nicolás Maduro que sí que sabe de presos políticos
.¡y de cómo tratar a los opositores!
Hace unos días escuchaba decir a Josep Pique que esta especie de golpe de Estado se ha producido ahora y no una generación después por el convencimiento que tenían sus promotores de que era el momento apropiado. La ambición y las ansias de protagonismo de los dirigentes de los grupos independentistas les llevo considerar que dadas las circunstancias de crisis y descomposición del Estado, el clima de enfrentamiento, las dificultades de toda índole del momento por las que se atravesaba invitaban a precipitar los acontecimientos y dar el acelerón final, a pesar de no contar con mayorías suficientes, algo que en una próxima generación alcanzarían, y ahí está el peligro
. ¡gran verdad y grave problema a evitar! Pero la forma de evitarlo requiere lo que en España se echa de menos, a pesar de esa presunción absolutamente necia e infundada a mí entender de ser modelo de virtudes y ejemplo a imitar políticamente hablando: falta actitud, voluntad de compromiso de los partidos políticos y sus dirigentes con los asuntos de Estado. En España no se distingue aquello que afectando al conjunto del Estado con carácter fundamental es intangible, indiscutible e intransigible y los asuntos políticos, aquellos que son susceptibles de ser tratados, encauzados, organizados y ejecutados según los criterios programáticos de los partidos una vez que estos alcanzan mayorías de gobierno. Tampoco existe voluntad de pacto de cara a afrontar situaciones o momentos que requieren esfuerzos de amplio espectro.
Momentos como los presentes son difíciles y el arco político español es confuso, los partidos venden una unidad interna que nadie se cree, entre otras cosas porque las divergencias no se disimulan demasiado, y la lucha por el poder se hace cada día más feroz, haciendo de asuntos que deberían ser objeto de acuerdos de grandes mayorías armas arrojadizas en el todo vale para alcanzar ese ansiado Palacio de la Moncloa, caiga quien caiga o lo que caiga. Algunos, crecidos por los sondeos, inician un juego que puede resultarles pernicioso a la larga, otros se radicalizan en un populismo extremista pasado de moda para recuperar una clientela que se les fue con quienes han demostrado la inepcia más rotunda en aquellos lugares donde han tocado el poder a nivel local o regional y unos usos y modos que han espantado a gran número de sus propios dirigentes.
Cuando se contempla como la incertidumbre catalana se eterniza y hasta tiende a extenderse, vemos que el debate de las pensiones está abierto, siendo esta otra cuestión que no es meramente de matiz ideológico o político, sino un problema de Estado, que la seguridad ciudadana no vive su mejor momento y aunque los números puedan haber menguado por el artificio legislativo que operó de modo que quedan fuera de las estadísticas oficiales los hechos delictivos sin presunto autor o sospechoso, la violencia se vive a todos los niveles, creciendo en los centros escolares, en las manifestaciones deportivas, y que el azote de la corrupción todos los días nos brinda novedades desagradables, se siente la necesidad de mirar al exterior y buscar fórmulas. ¿Por qué en Alemania se puede hacer una gran coalición de gobierno y aquí no?, ¿Por qué en España nadie es capaz de ceder un milímetro en sus posiciones?, ¿Acaso sea preciso un adelanto de las Elecciones Generales para conocer la realidad presente de la representatividad de los partidos políticos para tomarla como punto de partida o supondrían éstas, tal vez, una repetición a escala estatal de lo acontecido en Cataluña: más o menos lo mismo?
La verdad es que por encima de todo pienso que triunfará la cordura, pero no pinta bien la cosa de momento porque a nuestro entorno, a Europa parece que le vienen a soplar vientos un tanto hostiles que también han de afectarnos y a la salida de la Unión Europea de Gran Bretaña, con todas sus implicaciones y la repercusión económica que tendrá para el sector turístico en España, a los conflictos provocados por los países miembros que otrora estuvieron bajo la influencia soviética: Polonia, Hungría, Rumanía, se le va a venir encima una Italia de gobernabilidad complicada que podría incluso tomar el camino británico si se articula una coalición entre la Liga del Norte y el Movimiento Cinco Estrellas
Alguna vez he comentado que ante una de las múltiples dudas de conciencia asaltaron a la muy católica Reina Regente María Cristina, sobre un delicado asunto de gobierno, D. Antonio Cánovas del Castillo, malagueño ocurrente y agudo le respondió preguntándole: ¿Cree Vuestra Majestad que se hace política con ángeles?. Y en estas horas pienso que con ángeles no, evidentemente no, pero si se contara con políticos como aquellos, como D. Antonio Cánovas, como Sagasta, Martínez Campos, Jovellar, Silvela, Maura, Canalejas, Dato
. Gente de otro talante, de otra madera
Porque me parece a mí que en el fondo de todos los problemas de la maltrecha España subyace la mediocridad y la falta de entidad de quienes ejercen la labor política, incapaces de mirar más allá de sus intereses y de entender que ante la necesidad del Estado no hay partidos ni personas.
Manuel Alba