Cometí de nuevo el error de ver un poquito el telediario, y como ustedes imaginarán, acabéapagando el aparato, más desequilibrado aún de lo que estoy, y con las tendencias suicidas acentuadas, por las acciones, por la actitud y por el lenguaje que utilizan medios de “incomunicación” y políticos de uno u otro signo, que es lo único que parece preocuparles.
El mundo se ha vuelto definitivamente loco -pensé- y la sensatez ha cedido, alarmantemente, pasos hacia el poder de los miserables, que muestran ufanos sus desvergüenzas ante unas instituciones que premian a los delincuentes de guante blanco y castigan al precarista, aldesempleado, a las PYMES y a los desheredados en general… pero ellos no lo dicen así, sino que utilizan una verborrea que suene bien, pero carente de sentido para el común de los mortales.
Ellos han inventado un lenguaje para lerdos, y a mi esa verborrea me sumerge en una parodia de mentecatos a la que asisto como espectador obligado, pero asombrado por tamañas estupideces, ya que lo esencial lo sabemos todos… por intuición, porque lo estamos pagando con mucho sacrificio.
Vivimos en estado permanente de shock, -un sin vivir-, ante un espectáculo absurdo, con figurantes de tercera, que emiten discursos vacuos adornados de sonrisas estúpidas mientras fanfarronean con las cifras por exceso o por defecto, que nunca sabemos si son ciertas… ellos se limitan a seguir el guion, a cobrar, y mañana será otro día, mientras nosotros no pegamos ojo pensando lo que nos esperará mañana.
Menos mal que nos quedan un poco más próximas las elecciones, como único bálsamoante tanto asalto institucional, dotados todos de descarada impunidad… como pasará con los indultos de los ERE de Andalucía.
Antonio Poyatos Galián
Me mandó mi amigo Pancho un buen artículo titulado “Ética de la Renuncia”, en el que el autor defiende que todos deberíamos ser coherentes y comenzar a racionalizar el consumo y, sobre todo, la especulación.
En un principio, sentía la sensación de que el argumento era pura utopía, pero el caso es que esa cuestión daba vueltas en mi pensamiento durante toda la noche, pensando los “pros” y los “contras” de tan urgente cuestión.
Es obvio que la limitación de recursos del planeta no nos deja muchas opciones, si es que queremos verlo objetivamente, aunque también es obvio que, si decae la producción, aparecerá la hambruna allá donde era impensable hace una década. Pero el Planeta está agotado. No da más de sí porque está sobreexplotado, superpoblado y no sé si eso será por el tan real cambio climático o viceversa, pero la realidad está ahí y tenemos que parar esta locura.
La vorágine del crecimiento continuo, producto de un consumo (consumismo) desbocado y la especulación financiera que cada año pide un porcentaje de beneficios superior al anterior, se han vuelto insostenibles. Hay que parar. Nadie parece prestar atención a esa realidad mientras siguen pensando en la fantasía de que habrá una solución mágica. Craso error.
La situación actual, como digo, requiere la coherencia que nadie plantea, y esa coherencia, en esta etapa del Planeta, requiere decrecimiento, bajar el nivel de consumo desaforado haciendo pequeños sacrificios individuales, potenciar pequeños modelos de economía cercana, consumo de proximidad y productos de temporada, evitar envases plásticos… etc.etc.
Pero lo cierto es que nadie o casi nadie, está dispuesto a hacer pequeños sacrificios que afecten a su “modus vivendi” y necesitamos sí o sí, regenerar el Planeta Tierra y, entre otras muchas cosas, exhausto como está, hay que parar la sobreexplotación de sus recursos y renunciar a bastantes cosas que el capitalismo/neoliberalismo, ha inoculado en nuestra sangre. Es un granito de arena la actitud personal que cada uno pongamos en marcha, pero no hay otra.
Antonio Poyatos Galián
A raíz del triste espectáculo de decadencia que está dando esta vieja Europa, relativo a la guerra de Ucrania y cien asuntos más, le daba vueltas tratando de entender lo inentendible, y llego a la conclusión de que el declive de las sociedades pasa por no querer reconocer ni sus errores ni suslimitaciones, y, aun así, nos mostrarnos como “sabedores” de todo lo que nos rodea, que es lo que nos está pasando.
Lo bueno y lo malo se presentan de manera exacta e indudable, si queremos verlo, y a la hora de la verdad, existen de una manera absoluta y, quizá, desagradecida, pero en los tiempos presentes, la verdad, la sinceridad, la tolerancia, el sentido común, y el bienestar son casi una entelequia a los que el relativismo está haciendo un daño feroz.
Porque, los dictámenes de los “sabios” dicen que la verdad es diversa… y eso es una trampa, una especie de placebo que hace que nos sintamos mejor con nosotros mismos, cuando el hecho de que cada uno tenga “su” verdad no significa que “La Verdad” no exista, y el hecho de que busquemos la sinceridad hace que, en el fondo, encontremosalgo no deseado, ya que la franqueza suele doler en demasía.Por eso miramos para otro lado ante cualquier problema latente.
La gran mayoría de los filósofos e intelectuales del momento, optan por el relativismo, y yo considero que este hecho viene dado por la carencia que tenemos a la hora de intentar encontrar respuestas a las preguntas del día a día… y a preguntas muchísimo más enredadas que ni nos planteamos.
Estamos habitando en una mentira manifiesta en todos los ámbitos de nuestro día a día, porque, a corto plazo, es mucho más satisfactorio que vivir en la verdad, y sin lugar a duda, tener a la verdad como bandera, supone un sacrificio insoportable, que da lugar a que el autoengaño sea inevitable, como nos está sucediendo, y haciendo que la decadencia humana caiga por su propio peso.
Deberíamos cambiar, o al menos intentarlo, ya que elcambio comienza por uno mismo, y ahora estamos habituados a relativizar todo, a no dar importancia a hechos cruciales, a echarle la culpa de todo a todos, menos a nosotros mismos y a nuestra falta de valores, alimentando ese ego que no deja paso al avance como personas o como sociedad y que ahora tratan de justificar relativizando valores y conceptos trascendentes.
Lo de Europa, es un mínimo ejemplo de nuestro autoengaño, -sólo hay que “dialogar”-, relativizando asuntos cruciales por los que ya estamos pagando ahora y que en el futuro próximo serán letales.
Antonio Poyatos Galián.
De que nos hablan?
Mientras una gran mayoría de habitantes deeste país se debate entre la simple posibilidad de poder llegar a fin de mes, si es que tienen un mínimo y precario trabajo, y la remota posibilidad de poder traspasar el primer tercio del mes si no lo tienen, las sensaciones que aporta la clase política en general -pura hojarasca-, es de auténtica desconexión con los hechos que nos están sucediendo.
Tal vez por eso, con la que nos está cayendo, lo más importante para ellos sea hablarahora sobre desmemoria histórica, sobre laicismos, sobre identidades de género, sobre ayudas que luego no llegan porque se pierden por el camino, sobre federalismo o sobre la corrupción de “los otros”.
Pura estrategia, pienso yo. Incluso me atrevo a llamarla estrategia de agotamiento para que no nos fijemos en sus prebendas, que es lo que me parece que practica la clase política nacional, sea del color que sea, al margen incluso de los 17 + 1 gobiernos que forman parte de este país, antes llamado España.
Nos tienen agotados, amigos. España está agotada, no solo en materia política, sino, lo que es más importante, en materia social, ocupada sólo en palabrerías, producto todo ello de esa falta de valores que veíamos innecesarios y sin los cuales tenemos el rumbo perdido.
La política que se practica en nuestras tierras, aparte de subir impuestos asfixiando alas otrora clases medias, está dirigida en muchos casos por corruptos, por inútiles, por convictos, por penados o por “investigados”, que lo que intentan es lograr que nos habituemos a lo que hay y, sobre todo, a que nos sostengamos en la única creencia de que “lo que hay” es lo mejor para nosotros.
¿No es ese el mensaje que, al fin y al cabo, nos llega desde hace años? Parece que no tienen otras miras que reducirnos a la más elemental e irresoluble convicción de que sea quien sea el que maneje el cotarro, no hay otra salida, no hay otro camino fuera del “maná” del Estado, (marxismo puto, mensaje bolivariano, cubano, norcoreano, etc., por cierto)
Nos tienen agotados, insisto, y nos hablan de estupideces sin plantearnos ninguna disyuntiva a la cruda realidad, sin sentar las bases reales para que los emprendedores, por ejemplo, puedan tirar del carro, para reducir los impuestos a la clase trabajadora, y para que el fraude en ayudas que salen del Erario pero que luego no llegan a los verdaderamente necesitados, como digo, y el resto de zarandajas, sea reducido a la mínima expresión.
Pura estrategia de agotamiento, como digo, ya que, mientras ellos no reduzcan al menos un 50% el número de políticos y el 100% de sus prebendas y corten de raíz la corrupción galopante -de todos-, que es lo que hay que hacer para reducir impuestos, todo lo demás es, una política de agotamiento del elector, es marear la perdiz sin querer darse cuenta de que todos -también ellos- nos iremos a pique.
El sentido común de este humilde juntador de letras, tiene fundadas dudas de que esta “tropa” nos vaya a sacar del lodazal en el que andamos metidos… desesperante.
Antonio Poyatos Galián.
Hablando hace unos días con un funcionario público -psicólogo él-, que se “come” los marrones de tanto desequilibrado como llega a su oficina, me decía que, en realidad, estamos en la sociedad del reciclaje emocional en donde priman solamente los envoltorios llenos de vacío en su interior… y poco más, y esa abstracción genera, decía él, una falta de interés por el sentido de nuestra vida, que roza la indolencia radical, haciendo que las relaciones con nuestros próximos hayan cambiado totalmente, dado el ensimismamiento de los individuos que la componen, que no aciertan a ver el faro hacia donde ir.
Pero, además, -seguía diciendo-, vivimos con tanta rapidez, que no agradecemos ni valoramos lo que nos envuelve, y esto es, en el fondo, lo que nos crea una pesadumbre subyacente, un aturdimiento emocional, que nos lleva a relajarnos frente a una pantalla y, en definitiva, seguir hundidos en un severo embobamiento que nos hace tener la mirada perdida durante muchas horas al día, esperando una gran noticia que no atinamos a definir, dando paso a la gran enfermedad de nuestro siglo y de la que nadie quiere hablar: La depresión y el suicidio.
Le decía yo que, cuando miro a la gente que pasa a mi alrededor, llama mi atención el observar a muchos jóvenes y no tan jóvenes, que caminan tapando sus oídos con pequeños altavoces que les incomunican con el mundo exterior… Y no es que estén enfadados con el mundo, pienso yo, solo escuchan música o van charlando con alguienmientras van a alguna parte, sin “ver” ni mostrar el más mínimo interés por lo que sucede a su alrededor. Quizá eso resuma el fondo de nuestra conversación.
¿Qué hemos hecho mal en las últimas décadas? -inquiría el susodicho-, ¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Qué está pasando para haber llegado a este extremo de abismo interno? Quizá la respuesta -yo tampoco lo sé-, sea que el ser humano actual está muy bien alimentado de materialismo y no tanto -nada- de sensibilidad y emociones, de valores no mudables y de preguntas sobre nosotros mismos y sobre el sentido de nuestra vida.
Hay que volver, pienso yo, a la Filosofía -que borraron de las aulas-, a poner aquellos valores que nos identificaban, en su sitio, ya que su ausencia, sin lugar a duda nos ha llevado a una sociedad depresiva y decadente en extremo, a la par que muy preocupante.
Antonio Poyatos Galián