Comenzó un nuevo año y escuchamos hasta la saciedad los deseos y propósitos del personal que dicen- piensan realizar en este año. Todos los años se repite la misma cantinela de buenos propósitos y, aparte de tradiciones disparatadas como el vestir de rojo el interior, o algo similar, casi todo el mundo en la noche de fin de año se llena de deseos inalcanzables con el fin de demostrarnos a nosotros mismos que la estupidez humana, además de recalcitrante, no tiene fin.
Cada 31 de diciembre, un impulso, tanto individual como colectivo, nos impele a plantearnos cambiar algunas cosas de nuestra vida diaria. Metas que cada uno nos planteamos con idéntico entusiasmo, aun sabiendo que esos objetivos llevamos toda la vida sin alcanzarlos, pero seguimos trazándonos las mismas o parecidas metas.
Da igual que en todas y cada una de esas ocasiones anteriores, nuestra dureza de mollera, nuestro nulo esfuerzo o nuestra persistente inclinación a dedicar nuestro tiempo a otros menesteres, haya dado al traste con esas intenciones. Da igual que hayamos intentado aprender inglés, o hacer deporte, o dejar de fumar, o comer más fruta, o comer más sano, o ser mejores personas, etc. etc. etc., Cada año nuevo, la ensoñación se apodera de nuestras neuronas con puntual rotundidad, para acabar llevando esas ensoñaciones al mundo de la nada.
Porque, la idea peregrina de pensar las cosas que vamos a hacer durante el año, tiene la misma razón de ser, en mi opinión, que vestir de rojo el interior, o sea, nada. Hay cuestiones vitales que conforman la vida del ciudadano medio, del ciudadano de a pie, que transcurre con escasos vaivenes en una superficie de logros escasos y fracasos abundantes y frecuentes, con la excepción de un par de celebraciones al año y algún triunfo de su equipo favorito. Esa es la realidad, aunque modismos actuales como los de fin de año o los de la noche de San Juan intentan hacer creer al personal que los deseos se cumplen con solo desearlos, aprovechando esa duermevela de las neuronas activas en esas fechas, pero sin incidir con subrayados en que se necesita mucho esfuerzo para lograr un determinado objetivo. Las cosas, los que peinamos canas lo sabemos muy bien, solo se consiguen a base de esfuerzos y sacrificios una vez que tenemos las metas definidas. Pero esa es otra cuestión sobre la que esta decadente sociedad no quiere entrar a valorar y esa es la cuestión principal.
Antonio Poyatos Galián