El Campanario es un elegante club social y deportivo donde golfistas, turistas y residentes en su zona de entorno residencial, tienen el privilegio de poder disfrutar de gimnasio, jardines, piscina, salones de reuniones y, sobre todo, de un Restaurante que tiene ganada fama por su calidad.
En lo mejor del Triángulo de Oro de la Costa del Sol, El Campanario está entre villas y complejos residenciales junto al curso del golf Atalaya, no lejos de Guadalmina Baja y casi lindando con los límites de Estepona y Benahavís. Es como una perla escondida que hay que encontrar, saborear y disfrutar.
Su Restaurante tiene merecida fama por ofrecer una cocina muy de la tierra, donde el mercado manda para que pescados, mariscos, carnes y verduras puedan ser disfrutados sin sofisticaciones.
Lolo Marín que presume de ser un seguidor del mítico Manolo Pecino, aquel gigante y admirado chef de la cocina andaluza que fue el formador y maestro de la saga de los Pecino, basa su éxito en la sencillez y atractivo de lo que el mercado da.
Recordemos que Manolo Pecino en la Venta El Oro, junto al Palacio de la marquesa de Butte y también en El Brasilia y La Pescadora, hizo escuela con aquella Perdiz con Fideos exquisita, los sanjacobos que hoy han derivado en los enormes cachopos, las delicias del queso frito y sobre todo en saber freír el pescado.
Por eso, el comensal que acude a El Campanario no es engañado con inventos ni sofisticaciones.
El primer saludo que el comensal recibe, nada más entrar en el comedor es el de una mesa a modo de expositor, con las cigalas, los salmonetes, la gallineta, los rape, la gamba roja y la excelente gamba blanca de la zona, algún besugo y en este caso ejemplares robustos de un excelente mero. “Estos son nuestros poderes, esto es lo que hay para comer”, parece gritar el expositor.
Claro que hay eso y lo que la cocina mande, donde las carnes, con un buen cordero o la vaca madurada, compiten con la maestría de saber hacer la paella con el mejor fondo y el mejor sabor, que no todas las paellas salen iguales, y saben igual, oiga.
La Academia Gastronómica de Marbella experimentó hace meses la calidad de la cocina de El Campanario, el buen hacer del chef Lolo Marín y su equipo y las directrices de su propietario el empresario, Miguel Ortega Vera, haciéndole entrega de un Pergamino que resalta todos esos méritos que tiene El Campanario: cocina, profesionalidad del personal y buen servicio, presentación de la mesa y todos esos detalles que, a veces con demasiado rigor exigen los académicos, donde hay profesionales muy reconocidos tanto en el mundo de la restauración como de los vinos, con algún que otro “nariz de oro”.
A la vista de aquel éxito, disfrutando en El Campanario de un grato almuerzo, ha querido volver la Academia Gastronómica para verificar si este Restaurante sigue en la misma línea. Y lo sigue, manteniendo su categoría.
Esta vez, buscando la sencillez de lo nuestro: el tomate con caballa de Tarifa, boquerones malagueños, el calamar bien frito, la gamba y el marisco de la zona, la ensalada de pimientos asados a la brasa, la ensaladilla rusa y un mero a la brasa insuperable.
De la mar el mero y de la tierra el cordero nos recuerda el dicho. El mero era el pescado de más éxito que tenían “Los Cabito” en aquel mítico Restaurante de Estepona que luego sería El Iberia y que en los años 40-50 y 60 hasta que llegó el alcalde Angel Farinós y lo echó abajo para construir los bloques de pisos y el Paseo Marítimo, era donde paraban los Portillos, los taxis que iban a La Línea, los camiones que cargaban toneladas y toneladas de limones de Estepona y todo vehículo que circulara por aquella carretera estrecha de la Costa, cuando por Gibraltar llegaban uno por la mañana, otro por la tarde los dos únicos aviones de la BEA que desparramaban a los turistas ingleses desde el Hotel RAF, luego el Seghers, hasta el incipiente Guadalmina y el Marbella Club pasando por el Santa Marta.
La cocina de entonces se saboreaba, era auténtica y el producto inmejorable.
Dentro de lo posible, en El Campanario el chef Lolo Marín trata de potenciar los platos que tengan el mejor producto del mercado. Por eso, ese mero a la brasa que ofreció a la Academia Gastronómica de Marbella, era algo memorable, exquisito y sin necesidad de salsas ni aditivos.
Luego, el café y la copa en los jardines prolongaron una agradable sobremesa en un marco muy bonito y agradable.
Gala Benéfica para ayudar a los médicos que van a operar a Sierra Leona y Ghana
En esos jardines que nada tienen que envidiar a los del Marbella Club se va a celebrar una Gala Benéfica para apoyar la labor de asistencia médica que se lleva a cabo en las Misiones Salesianas de Africa impulsada por el párroco de Manilva, Casares y antes de Monda, el rondeño José Antonio Melgar Muriana que se lleva a los cirujanos del Carlos Haya y del Punta Europa de Algeciras a operar en Ghana o Sierra Leona.
Según nos indica el empresario Miguel Ortega, alma de esta iniciativa solidaria, la venta de mesas va creciendo por días “lo que significa que hay muchos amigos dispuestos a ayudar”.
Texto: José Luis Yagüe Ormad
Reportaje Gráfico de CACHO