No tengo más remedio que responder a un desafío incruento a través de la escritura, puesto que, como siempre digo, no solo me resulta imposible comulgar con ruedas de molino, sino que el argumento y el dato lo expongo para que aquel que tenga curiosidad y buscar las fuentes pueda constatar que lo que digo y escribo está fundado en verdad irrefutable.
Nuevamente se me opone a mi concepción de la Unión Europea, a la que doy por fracasada, como IV Reich, como intento imperialista y autoritario de establecer un sistema hegemónico en Europa de corte totalitario, la pretendida falsedad de que los veintiocho países comprometidos en tamaña fantochada son aliados por un pacto con todas las garantías democráticas. ¡Y lo grave es que son personas de formación jurídica quienes me pretenden convencer, mostrándome que seguramente no han llegado a leer las normas que fundamentan la actual estructura, el armazón de esta tramoya!.
No voy a entrar en esas teoría de conspiraciones tan al uso que van y vienen por los corrillo de aburridos de moda, ni por los círculos de enterados al uso sino que he de señalar algo muy simple: El tratado de Lisboa, aquel que entró en vigor el 1 de diciembre de 2.009, después de su ratificación por todos los miembros con mayores o menores reticencias. Se modificaron mediante él los tratados anteriores de Maastricht y Roma y, entre otras cuestiones, con él se dotaba a la Unión de personalidad jurídica propia para comprometerse, para suscribir tratados internacionales vinculantes en nombre y representación de todos sus componentes.
Por supuesto, se consideró, y se sigue contemplando como todo un avance en la unidad de Europa, un paso para la unión política y económica, y todas esas estupideces que acompañan a estas huecas papanatadas que se esconden bajo una realidad que cualquiera puede descubrir rascando el fino velo que oculta la verdad.
Porque hay una verdad que no ha dejado de estar tapada y que los partidarios y devotos de las tesis conspirativas atribuyen a mil y una causas, a cual más disparatada, ¡o tal vez no!, todo es cuestión de pensarlo. Unos dicen que detrás de todo esto está el célebre Grupo Bilderberg, otros apuestan que el entorno de los Rockefeller, otros apuestan por la industria petrolera o la farmacéutica. Hay publicaciones para todos los gustos y yo me ciño a los datos.
Lo cierto es que al igual que en España la Memoria Histórica nos sirve para que una guerra, que debería estar olvidada, y hacer avanzar el tiempo y progresar las mentes, nos tenga con el reloj parado en el último tercio del siglo pasado, en el caso europeo hubo una reconversión milagrosa que produjo un efecto de polaridad extrema: Con el proceso de Núremberg se dieron dos supuestos: el de aquellos que fueron condenados, ahorcados o condenados a prisión y el de los que se fueron de rositas o ni siquiera fueron acusados, continuando en la vida política como si tal cosa, amparados en la amnesia colectiva. Muchos de estos, precisamente, empapados de nacismo puro, serían padres de lo que hoy llamamos Unión Europea.
¿Estoy diciendo que la Unión Europea es una institución de corte nazi? Si partimos que los quinientos millones de ciudadanos europeos no tienen control ni sobre el nivel ejecutivo, ni sobre el proceso legislativo de la Unión y, peor aún, que el Parlamento que eligen, con sus setecientos cincuenta y cuatro miembros, no dispone de ningún medio eficaz para ni siquiera controlar el Consejo o la Comisión, no existiendo ni apariencia de división de poderes, en un organigrama que funciona desde el impresionante edificio Berlaymont de Bruselas, sede de la Comisión, de la que dependen cincuenta y cuatro mil empleados, funcionarios sobre los que nada saben los ciudadanos italianos, portugueses, españoles… ciudadanos a los que no se les ha formado, ni informado, no se les ha querido, porque no debe haber convenido, crear conciencia de europeidad sino que se les ha ido acentuando más, si cabe, su dispersión, habrá que preguntarse de donde y quienes fueron los padres de esa Unión que antes fue otra cosa, de donde surgió, la respuesta a mi pregunta puede resultar fascinantemente decepcionante.
Porque el origen no puede ser menos democrático, igual que su finalidad, cosa que ni me sorprende ni, como es obvio para quien me conozca, me hace rasgar las vestiduras, ¡el origen es el volver a las mismas, reconstruir un imperio, una Europa unida bajo un mando fuerte, en este caso sería bajo el eje franco alemán, con la tutela americana seguramente!. La causa pudo ser, tal vez, el miedo al comunismo y al avance de la URSS por el Este de Europa. Así inmediatamente después de la II Guerra Mundial se iniciaba la política de reconstrucción y del perdón y quienes se libraron de la cárcel, de la horca o lograron buen padrinazgo se pusieron manos a la obra:
El gran muñidor del invento sería Walter Hallstein. De él poco conocen las nuevas generaciones pero fue uno de los gestores de los pactos y tratados que en 1.938 forjaron el eje Berlín – Roma entre Alemania e Italia, él fue quien esbozó la estructura jurídica de una hipotética Europa bajo dominio nazi en 1.939 y junto a su mano derecha, Carl F. Ophüls participó activamente en el régimen nacional socialista. Desde 1.933 se había fundado en Alemania la Asociación de abogados nacional socialistas alemanes, que en 1.936 pasaría a ser la Asociación de protectores de la ley, de las cuales fue activo miembro Walter Hallstein. Fue estrecho colaborador del Ministro Hans Frank, condenado a muerte en Núremberg y trabajó intensamente en la preparación del marco jurídico y político para gobernar Europa tras la hipotética conquista alemana, incluso existe un discurso suyo en tal sentido de enero de 1.939 que hace relativamente poco tiempo se ha dado a conocer.
El Dr. Hallstein perdió la memoria tras la guerra, y los aliados también, Carl Ophüls de igual modo, y tantos otros. Konrad Adenauer pasaría a ser un mártir perseguido…. El alcalde de Colonia, fundador del Partido Demócrata Cristiano no dejó nunca de estar libre de sospechas aunque fuese encarcelado por los nazis y la razón tenía un nombre: Hans Globke redactor de las leyes raciales del III Reich, incorporado en 1933 al ministerio del interior se ocupó de extender las normas racistas en Austria y en la Francia ocupada sin ningún escrúpulo llegando a tener el triste honor de ocupar el puesto n.° 101 de la lista de criminales elaborada por los aliados. Desapareció después de la guerra y fue acogido por Adenauer que lo convirtió en uno de los hombres más poderosos de Alemania Occidental, protegiéndole de cualquier peligro que le acechase, a pesar de su más que probada implicación en acciones criminales.
Del lado francés contamos con promotores como Robert Schumann, el gran mito, del que no debería haberse olvidado su apoyo en los primeros tiempos a Pétain, o a Mussolini, o a la invasión alemana de Checoslovaquia, entre otras cuestiones que se han pasado por alto. Y es preciso recordar que Antoine Pinay fue miembro del gobierno del Mariscal Pétain.
Todos estos personajes forjaron el Tratado de Roma de 1.957, fundando la Comunidad Económica Europea, y habían participado más que activamente en el frustrado intento de implantar el Régimen Nazi en Europa, dejando en la duda el papel de Konrad Adenauer que, como señalé, se oscurece bastante por esa protección a ultranza de Hans Globke, quien llegó a ser interrogado antes de desaparecer y no negó los hechos y de quien las investigaciones evidenciaban que no solo se ocupó de confeccionar las leyes concernientes a la pureza racial sino de que se aplicasen, y acogió, abrió las puertas de su partido y reintegró a la vida pública a muchos antiguos miembros de las huestes hitlerianas, impidiendo que fuesen represaliados.
El insigne jurista nazi Walter Hallstein fue el primer presidente de la Comisión, órgano ejecutivo cuya misión es proponer y hacer cumplir la legislación comunitaria, es decir, que es la Comisión quien promueve la actuación del Parlamento Europeo, aunque hay otros organismos, como el Consejo , con funciones legislativas, siempre, en cierto modo supeditadas a la iniciativa de la Comisión. La estructura aleja a los quinientos millones de europeos de la toma de decisiones y los convierte en meros sujetos pasivos de ese gobierno, de ese ejecutivo promotor y ejecutor de leyes, con el monopolio de la iniciativa legislativa, juristas como Carl Friedrich Ophüls se convertirán en piezas fundamentales para la construcción del armazón jurídico del nuevo orden como paso para una integración y el resto de los europeos olvidaron que aquellos alemanes fueron culpables del desencadenamiento de la guerra y de un gran número de crímenes y atrocidades contra la humanidad.
La actuación de la Unión Europea ha seguido, desde su origen una acción planificada indiscutiblemente en el sentido favorable a la hegemonía alemana y cualquiera que haya conocido el programa propuesto por Walter Funk, Ministro de Asuntos económicos del III Reich, sabrá que proponía una especie de espacio económico europeo que entusiasmaba a los franceses de Pétain y venía a ser el Mercado Común, que Sölter hablaba en 1.941 de la necesidad de que Alemania dominase la industria europea, que consideraban preciso esa acción económica para dominar el peligro comunista… la Unión Europea actual se pone en marcha inmediatamente como proyecto nada más fracasar el anterior intento de someter a Europa, con la CECA, la UEO, la CEE, EURATOM, como pasos previos… La Unión Europea es, indiscutiblemente, una institución de corte nazi, totalitaria abocada a instaurar el dominio de Alemania sobre Europa y estoy convencido que solo un estrepitoso fracaso, que por otra parte veo próximo, del proyecto europeísta podrá salvarnos de ese IV Reich. El miedo al avance comunista al término de la II Guerra Mundial permitió un renacimiento inmediato del afán imperialista y totalitario de los mismos protagonistas, los supervivientes, esta vez con el apoyo de los que les vencieron que, como siempre, hicieron mal sus cuentas, porque los Estados Unidos de América siempre acaban mal lo que comienzan, y a los hechos me remito.
Pensaron los norteamericanos que controlarían la situación pero no pueden, y hace mucho que se les fue de las manos. Ahora tienen muchos frentes, muchas piedras en el zapato… Nosotros, los europeos, somos ciudadanos de nuestros países y nos suponemos que de Europa, pero nadie nos ha enseñado a serlo, porque a nadie le ha interesado, y mucho menos a los que han de dominarnos, sabemos que tenemos obligaciones, que hubo compromisos que cumplir para gozar de las ventajas de estar en la Unión Europea, que fue lo que nos contaron aunque casi nadie dice haberse enterado muy bien, salvo quien recibió subvención, y vivimos al margen de lo que se cuece en el edificio Berlaymont de Bruselas, o en el Parlamento de Estrasburgo… Pero lo cierto es que es hora de empezar a pensar que poco a poco estamos creando el Cuarto Imperio Alemán.
Manuel Alba