Cuando en el mes de marzo nos confinaron de un día para otro, mandaron a los profesores a casa con lo puesto. Y allí se las arreglaron con el ordenador que tenían o con el de sus hijos, cada cual con lo que pudo, con su tiempo, su luz , su sombra y su imaginación para seguir educando a pesar de que la Administración estaba dedicada a otras cosas.
Llegó el verano y la Administración no hizo sus deberes. Después, volvieron a las clases otra vez con lo puesto, es decir, las mascarillas y una valentía de hierro para seguir enseñando a pesar de los pesares (He visto a las puertas del colegio de mi nieto, como un profesor regulaba el tráfico para que cruzaran los niños, hasta eso). Y ahora que se cierra España a medias otra vez, lo único que no se cierra son los colegios e institutos.
Llevamos dos meses de curso y ahí siguen, demostrando que los lugares más seguros contra el Coronavirus son los centros educativos. Esto no es una opinión sino que es perfectamente contrastable. No hay más que hacer un rastreo de los positivos que se producen en un colegio para ver que provienen del entorno familiar, de amistades o de ocio.
Todo esto quiere decir que si toda la sociedad se hubiese disciplinado contra el virus como se ha hecho en los colegios e institutos, asumiendo su lucha como un reto diario y paralelo a su propia tarea, lavándose las manos cada cincuenta minutos, con chavales que no se quitan las mascarillas durante cinco o seis horas, otro gallo nos hubiera cantado. Quiero decir, que no hubiéramos llegado a la situación en la que nos encontramos. Así que a nadie se le ocurra cuestionar la labor docente.
Pero, al igual que esa lucha contra el bicho que se hace en los colegios, también se hace en otros ámbitos porque no hay nadie tan interesado en cumplir y ser disciplinado en cumplir las normas como quienes necesitan su trabajo para seguir comiendo.
Vamos a ser serios. No metamos a todos en el mismo cajón, no aprovechemos el río revuelto para cargar contra todos indiscriminadamente. Todos somos mayorcitos para saber quienes lo están haciendo bien y quienes contribuyen diariamente a que vayamos peor. Aprendamos de esos referentes que les he comentado porque a pesar de lo que nos digan, la vacuna, todavía, va a tardar unos meses y luego, ya veremos.
Y, por supuesto, que hay que vivir, pero no tirando la piedra y escondiendo la mano, sino tendiendo la mano y escondiendo la piedra. En ello nos va el futuro que no solo es nuestro. Suerte a todos.
Algeciras, 11 de noviembre de 2020
Patricio González