La cantera de Nagüeles se transmutó el domingo en un escenario natural, en el que se proyectaron las musicales y tenebrosas pesadillas de ‘El Fantasma de la Ópera’, el mítico musical de Andrew Lloyd Webber que los espectadores tuvieron la suerte de disfrutar en su versión sinfónica.
Los artífices de esta llamativa interpretación fueron la Banda Sinfónica y el Coro del Liceo Municipal de Moguer, que con más de doscientos artistas sobre el escenario llevaron a Starlite Festival un montaje muy sobrio en el plano escénico, pero lleno de ricos matices en el musical.
En este punto hay que destacar al elenco de grandes de intérpretes que formaron la obra, y en especial a Soraya Méndez, que hizo el papel de la bella y dulce Christine Daaé, a la que acoge bajo su ala Erik, el misterioso fantasma que habita en las cavernas de la Ópera Garnier de París, interpretado de forma soberbia por David Romero.
El espectador no se quedó en ningún caso indiferente con la obra, que transitó constantemente entre el teatro y la ópera, la danza y la música sinfónica. Un compendio de elementos que otorgó riqueza al conjunto y que iba despertando emociones dispares entre el público, según así fuera la escena: Miedo y rechazo hacia el Fantasma, sentimiento amoroso por el encuentro entre Christine y el vizconde Raoul de Chagny, alegría en el impresionante número del carnaval, etc.
El gran logro fue que el reparto supo tocar todas estas sensaciones con muy pocos elementos escénicos, pues la tramoya se limitó a unos pocas piezas y escenarios móviles, que iban entrando en escena según lo requería la ocasión: Un palco, un órgano, una barca, un espejo en una pared, una lámpara de araña, etc. Lejos de la grandilocuencia de los musicales de Broadway, esta versión de ‘El Fantasma de la Ópera’ destacó por su frugalidad, lo que no restó ni un ápice de verdad a las interpretaciones ni al libreto, que pasó con creces el examen de su traducción de su lengua materna, el inglés.
Lo más interesante de la obra fue sin duda la inmersión que vivieron los espectadores gracias al juego de metaficción: Así, pasaron de estar admirando un musical a comtemplar una ópera o un baile de máscaras dentro de aquél, como una muñeca rusa dentro de otra. En este juego, destacó el uso que desempeñó la misma cantera, que sirvió de palco desde el que el Fantasma lanzó sus invectivas contra los que se habían vuelto en su contra, efecto sorpresivo que captó por completo la atención de público.
En cuanto a la obra en sí, poco se puede decir de ella que no se sepa ya: Basada en una novela gótica de Gastón Leroux, escrita en 1910, fue estrenada como musical en 1986 en el West End de Londres y dos años después en en Broadway. Desde entonces ha cosechando incontables éxitos en todo el mundo. Con motivo del 25 aniversario de su creación, se llevó a cabo una versión sinfónica en el Royal Albert Hall de Londres, de la que es hermana ésta realizada por la Banda Sinfónica y el Coro del Liceo Municipal de Moguer. Puede que se trate de la hermana menor, pero en poco o nada desmerece a su precedesora. Un trabajo mayúsculo que por desgracia no se tradujo en un mayor respaldo del público, que apenas copó la mitad de la entrada.