Dicen los filósofos que donde hay vida hay riesgo, y si la política es una importante parte de nuestras existencias no hay quien se libre de trances y peligros en su ejercicio. Cuando hemos dejado atrás la segunda vuelta de la Elecciones francesas con la victoria del candidato socioliberal Emmanuel Macron sobre la ultraderechista Mari Le Pen, hemos visto y oído muchas cosas.
He de confesar que me impresionó, con mucha pena y dolor, la muerte de la diputada socialista francesa Corinne Erthel en un mitín en la región de Bretaña, desplomándose en el escenario. Su pasión por la política y un ataque al corazón acabaron con su vida. Creo que es un dramático ejemplo que la política es una actividad de riesgo.
Con el desapego hacia la política y el desprestigio que injustamente se generalizan hacia todos los políticos, mucha gente piensa que esta actividad es un ejercicio de placidez y buen rollo. Cierto es que es un ejercicio voluntario y nadie obliga a nadie, pero también nadie puede negar que en su dedicación se puede perder la vida.
Pero hasta ahora considerábamos como profesiones de alto riesgo, los que están expuestos a radiaciones o agentes tóxicos, particularmente los cancerígenos o mutagénicos o aquellas que se están en contacto permanente con productos químicos peligrosos.
También incluíamos en el catalogo los trabajos con exposición a agentes biológicos, la fabricación, manipulación y utilización de explosivos, los referidos a cielo abierto y de interior o los sondeos en superficie terrestres o plataformas marinas.
Sin olvidar los trabajos acuáticos , sobre todo las de inmersión , algunas relacionadas con la construcción como las excavaciones , movimientos de tierras y túneles o aquellos que entrañan riesgo de caída o sepultamiento, a los que hemos de añadir los de la industria siderúrgica o la construcción naval.
Y para completar el cuadro no podemos dejar a un lado la producción de gases comprimidos, licuados o disueltos, los trabajos con concentraciones elevadas de polvo silíceo o los que están relacionados con montajes eléctricos en los que se maneja alta tensión.
A estos podíamos añadir algunos más, pero lo que hoy seguro que es una actividad altamente peligrosa, que puede llegar a costarnos una grave enfermedad, incluso la vida, es la política, y lo que digo, lo afirmo desde el conocimiento y la experiencia personal como otros muchos compañeros y compañeras de diferentes opciones a los que he visto sufrir, padecer y perder la salud en el ejercicio de la misma.
Resulta estresante la toma de decisiones, que nos obliga a correr un riesgo entre el acertar o equivocarnos, quienes no hacen nada, jamás son cuestionados, porque tal vez no cuentan. Pero en la actividad política nos movemos permanentemente entre el ganar y el perder, gobernar y pactar.
Cualquier responsable público ha de soportar, en ocasiones con razón y en otras de la forma más injusta, argumentos en contra y a favor de sus tesis e insultos, que en la mejor de las ocasiones los profieren gente con nombres y apellidos y en otras de forma anónima a través de las redes sociales.
Quien ostenta un cargo de responsabilidad ha de cargar con su mochila de ilusiones para transformar la realidad y mejorar la vida de las gentes y frustraciones y decepciones cuando, por mucho esfuerzo que se haga, la solución no es posible por falta de recursos o voluntad política de quienes han de asumir la responsabilidad.
En el camino de tensiones y lucha por el poder, es frecuente encontrarse a integrantes de la fauna que hacen gala de una ambición sin límites y de aquellos que no conocen los límites de su ambición, y han de pasar buenos y malos tragos en un balancín entre las discrepancias y las tensiones que van de los enfrentamientos a las fracturas.
Dentro de esta psicopatología de quien ejerce la política están quienes se esfuerzan en conocer la realidad y practicar la cercanía desde una postura saludable y aquellos que no se enteran jamás de lo que ocurren porque se empeñan en permanecer alejados de la gente y de todo lo que les afecta.
Hay que admirar y reconocer quienes hacen de su vida política, la historia de un compromiso, y mantienen las manos limpias y sus bolsillos de cristal, frente a quienes hacen de esta noble actividad su medio de vida, lo que practican el frentismo frente al diálogo y el entendimiento.
Superar el riesgo de encontrar el camino o estar perdidos, entre las luces y las sombras, lo que vemos y lo que no, lo que nos dicen y lo que nos ocultan, hacer de la mentira y el embuste el emblema o ser coherentes entre lo que se dice y lo que se hace.
Vencer inseguridades y fatalidades para ejercer la responsabilidad de gobernar o el saber hacer oposición. Tomar las decisiones adecuadas para no poner en juego la estabilidad frente al populismo y el radicalismo, y lograr que se beneficien la inmensa mayoría frente a una minoría que puede resultar perjudicada.
La política es una actividad de inseguridades, incertidumbres y peligros en el que sus actores se mueven entre verdades y posverdades, promesas e incumplimientos, entreguismos y desconfianzas, venganzas, rencores y resentimientos.
En la que como cualquier actividad humana, pero quizás con más insistencia, en función del poder que se tenga, está al acecho la corrupción que todo lo contamina y ensucia., la grandeza del ideal y la servidumbre y la dependencia del voto.
Quienes se la juegan cada día y en cada elección se mueven entre la participación y el apoyo de los ciudadanos o la abstención y el darles la espalda, las entregas y las intrigas, el compromiso y el contrato para toda la vida, las lealtades y las traiciones, las medallas y los rechazos, los aplausos y los abucheos, las unidades y las pluralidades.
La actividad de servicio a la comunidad es de riesgo en la que se pone en juego la salud y en ocasiones la credibilidad por la mala percepción, y quiero terminar este artículo tal y como lo comencé con un ejemplo concreto de la actualidad.
Cómo es posible cuando acaba de iniciarse la campaña de las primarias a la secretaria General del PSOE, en la que se observan riesgos objetivos, subjetivos, ordinarios, extraordinarios, personales y variables, que incluso y lamentablemente en algunos aspectos suenan a amenazas.
Deberían tener en cuenta lo manifestado por Miguel Ángel Vázquez, portavoz del gobierno andaluz y miembro del equipo de Susana Díaz expresa que se aborden con un espíritu positivo, constructivo y propositivo, para que no se den situaciones que solo hacen crear una atmósfera de riesgo, ruptura y guerra como lo dicho por José Vélez, alcalde de Calasparra que llamó faraona a Susana Díaz y denunció supuestas prácticas mafiosas de la gestora que dirige el partido
Resulta también, que uno de los candidatos, Pedro Sánchez parece estar manteniendo contactos con Iñigo Errejón para tantear una futura alianza. Digo yo, que antes se tendrán que manifestar los militantes en las urnas y aquel o aquella a quien voten será quien estará legitimado para iniciar conversaciones con otras fuerzas políticas. El resto es una aventura arriesgada.
Juan Antonio Palacios Escobar