Traducción del artículo publicado en las ediciones estadounidense, europea y asiática del Wall Street Journal a cargo de Tunku Varadarajan, ex profesor de derecho en Oxford e investigador de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford.
Ser Gibraltar es una papeleta realmente difícil: con una extensión apenas 2,5 veces superior a la del Central Park de Nueva York, el Peñón ha afrontado durante la gran parte de los últimos tres siglos la hostilidad en su frontera terrestre con España, cedida por ésta a Gran Bretaña en 1713. La cesión se hizo a perpetuidad, lo que no ha impedido a España tratar a Gibraltar como un territorio en litigio e intentar de recuperarlo a la fuerza. La frontera se reabrió completamente sólo a partir de 1985, diez años después de la muerte del general Francisco Franco, pero incluso la España democrática ha impuesto cierres de la frontera de vez en cuando desde entonces para enseñar a Gibraltar quién manda.
El pueblo gibraltareño se ha posicionado en favor de Gran Bretaña y en contra de España en el debate soberanista. En el referéndum de 1967 sobre si la soberanía del territorio británico debería entregarse a España, el 99,64 % de los ciudadanos votó no, y en el referéndum de 2002 sobre si la soberanía en Gibraltar debería ser compartida por el Reino Unido y España, el no llegó al 98,97 %. Incluso el nacionalista español más recalcitrante no interpretará esta última cifra menor como una muestra de progreso de la causa de Madrid.
Sin embargo, los últimos problemas de Gibraltar son de naturaleza británica, no española. La Unión Europea fue una bendición para Gibraltar, ya que obligó a Madrid a tratar su frontera como si se tratase de la de dos Estados miembros, así como a garantizar para Gibraltar la totalidad de los derechos europeos.
Sin embargo, el referéndum del Brexit ha arruinado esta feliz situación. A pesar de haber votado a favor de permanecer en la Unión en un 96 % (una cifra muy gibraltareña), el Peñón está ahora condicionado por el voto del Reino Unido de abandonar la Unión Europea. Al asentir de manera inquietante a la presión española, la Unión Europea ha afirmado (en sus directrices para las negociaciones del Brexit) que no habrá un nuevo acuerdo con el Reino Unido válido para Gibraltar sin el consentimiento de España.
Este veto concede a España un gran poder para ahogar la economía gibraltareña y acompaña a la última oferta hecha al Reino Unido de soberanía conjunta de Gibraltar, bajo la cual el pueblo gibraltareño mantendría sus instituciones políticas y legales, al tiempo que tendría que reconocer que su territorio es tan español como británico. (Madrid actúa como si los gibraltareños no existiesen. Sólo habla con Londres, impidiendo que el pueblo gibraltareño se exprese. Por su parte, el Reino Unido ha afirmado que no aceptará un cambio en el estatus de soberanía de Gibraltar sin el acuerdo explícito del pueblo gibraltareño).
Para averiguar cómo Gibraltar se prepara para la vida tras el Brexit hablé con Fabián Picardo, su Ministro Principal. (Dato: fue mi alumno de Derecho en Oxford, en 1992). Picardo es directo en su rechazo a la oferta de cosoberanía con España: La gente que nace de una manera concreta no cambia sólo porque le hayan ofrecido un acuerdo. Los británicos no se convierten en alemanes si les ofrecen un buen trato, y los gibraltareños no se convierten en españoles porque el acuerdo sobre la mesa sea atractivo en términos comerciales.
Picardo, cuya abuela era española, afirma que los términos que se nos han ofrecido respecto de la soberanía conjunta representan, en realidad, la hipocresía total de la posición española. Explica que muchos de los ataques españoles hacia Gibraltar tienen como objetivo el sector de los servicios financieros. A pesar de que Gibraltar está altamente regulado, y que cuenta con un centro de servicios financieros a la altura de Londres y Frankfurt, España afirma que el territorio permite el blanqueo de dinero. ¿Y cuál es el primer punto de su oferta de soberanía conjunta? Que podemos quedarnos con el sector de servicios financieros; ¡y eso que, para ellos, este sector es algo absolutamente aborrecible al menos que se encuentre bajo una soberanía conjunta!, afirma Picardo.
Fuentes diplomáticas afirman que España estaba envalentonada para adoptar una línea dura con Gibraltar tras el Brexit porque la Primera Ministra británica, Theresa May, no hizo mención al territorio en su carta de salida de la Unión Europea. Pregunté a Picardo si presionaría para incluir un apéndice en la carta, uno que clarificase que Gibraltar debe ser incluido en cualquier acuerdo tras el Brexit. No estamos pidiendo una modificación de la notificación bajo el artículo 50 por parte del Reino Unido, afirma. Está seguro de que el Reino Unido apoyará a Gibraltar. David Davis, Ministro británico para la Salida de la Unión Europea, me dijo hace tres semanas que no aceptarían un acuerdo con Europa que excluyese a Gibraltar. No tengo motivos para dudar de sus palabras.
Picardo habla también de las elecciones generales anticipadas en el Reino Unido, que se celebrarán en junio y que anunció May la semana pasada. Lo que puedo decirle es que hablaremos todos los partidos políticos del Reino Unido para conseguir compromisos claros para que Gibraltar figure en sus programas electorales, tanto en lo que se refiere a nuestro poder para seguir comerciando en términos de mercado único con el Reino Unido tras el Brexit como en la inclusión de Gibraltar en los acuerdos comerciales futuros del Reino Unido, incluidos aquellos que se hagan con la Unión Europea.
Las negociaciones del Brexit prometen ser incluso más complicadas de lo que muchos imaginan. Los valientes gibraltareños se asegurarán de ello, pues su modo de vida está en juego.