Hace unos días tenía cita para visitar a mi médico de atención primaria, que dicen ahora, en el Ambulatorio de la Seg. Social. Mi turno llegó con los habituales cincuenta minutos de retraso sobre la hora teórica de la cita que me habían asignado, según refería una señora a la pregunté si era normal el retraso.
Durante todo ese tiempo que sobrellevé con paciencia franciscana-, al menos quince personas entraron en la sala de espera y llamó mi atención el hecho de que entre todas ellas, solamente dos personas pronunciaran un tímido buenos días. El resto, ni esta boca es mía.
Pero es que lo mismo pasa en la sauna de mi gimnasio, en la cola de la caja del banco o en mi cafetería de referencia. Ayer pensaba sobre ello mientras fumaba un purito y me preguntaba: ¿ya no queda nada de la educación que nos dieron nuestros padres, al menos en mi generación? ¿ya no se da ese tipo de educación? ¿quizá los educadores los padres, sobre todo-, no están educados en esas zarandajas?
Porque, ser sociable, pienso yo, no tiene por qué ser una cualidad de nuestra civilización, de acuerdo, pero la educación sí que debería ser una cualidad vital en la raza humana cuando conviven entre ellos, ya que una buena educación facilitaría mucho las relaciones entre todas las personas y en todos los ámbitos de nuestra existencia. Pero, por lo que veo, eso ya no se tiene en consideración. Ya no está de moda, ni se enseña en los hogares o en los colegios, y, por ende, no se practica habitualmente.
Pero a mí me enseñaron desde pequeño a saludar al entrar en un lugar y decir adiós o desear un buen día al abandonar ese lugar. No es necesario iniciar una conversación de media hora, es un decir, pero un breve saludo era obligado y suficiente, y es indudable que tales actitudes ayudaban a humanizar las relaciones con las personas con las que nos relacionábamos.
Ahora parece que el saludo a desconocidos es una vieja costumbre que nadie practica yo a lo mío, parece ser el lema-, y no hablemos ya de dar las gracias o dedicar una sonrisa de amabilidad al recibir cualquier servicio o cualquier deferencia Y no es cosa de que solamente los jóvenes dejaron de hacerlo, seguramente porque no se lo enseñaron. Es más profundo, es que ya todo el mundo pasa de todo el mundo, según parece, aunque quizá sea cosa de esta deshumanizada sociedad, plagada solamente de derechos, a la que nos han abocado, sin que nadie intentara siquiera poner remedio, y en la que nada es más importante que el propio ombligo y así nos va.
Antonio Poyatos Galián