Ahora me están dando la razón muchos de los que me la negaron tiempo atrás, cuando se libraron aquellas batallas campales protagonizadas por los radicales independentistas por las calles de las ciudades catalanas, ahora empiezan a darse cuenta, tarde, muy tarde, cuando han vuelto las barricadas, los incendios y los destrozos, la barbarie, en definitiva, a las calles, con extensión otros a lugares fuera de Cataluña. Ahora piensa más gente que estamos inmersos en una guerra civil en la que, además, un bando, el que debería defender el orden y garantizar la seguridad de los españoles, cede continuamente y deja campar a sus anchas a la otra, que representa un terrorismo callejero manifiesto.
La causa de esta nueva explosión de violencia, de estos atentados terroristas contra el Estado, vuelve a ser el desprecio absoluto a la Justicia que no solo manifiesta esa turba despreciable sino que se ve apoyada por unos partidos políticos muy concretos: los independentistas, con el aplauso y la justificación del partido que forma con los socialistas el gobierno de España… la acción represiva que debería de ejercer el Estado al amparo de la Constitución Española, en defensa de ese bien común que tanto proclama proteger la izquierda putrefacta española, no solo no se está ejecutando sino que hay que soportar, para más asco, que determinados sujetos protesten por el exceso de las actuaciones policiales.
El objetivo de romper España ya está conseguido y ahora lo que queda es pisotear a todos los que no compartan esas ideas. ¿Hay que permitirlo?. Yo no me recato en decir que la culpa es de los españoles, no del pueblo sino del populacho envenenado por individuos e individuas que en vez de estar fuera de este país, o en la cárcel, están gobernando tanto el estado como las diecisiete repúblicas bananeras que constituyen el Estado de las Autonomías, glorioso invento debido, por una parte, al complejo de inferioridad inculcado desde el inicio del nefasto ciclo democrático, y por otra a la necesidad de satisfacer a los politicastros miembros de los distintos partidos.
Ahora, y con la pandemia de covid 19 por aliada, el desgobierno es mucho más patente y manifiesto y la arbitrariedad es más manifiesta. Ahora, una parte del gobierno se manifiesta en contra de la Constitución y las Instituciones, y la otra calla o manifiesta tímidamente una crítica a la situación de manera que no sea demasiado molesta para su socio en minoría, porque en el fondo toda la coalición gubernamental sigue el mismo objetivo. Y la sociedad se mantiene silente, muda, como si la cosa no fuera con ella… Es de suponer que cuando la ruina sea absoluta querrá decir algo…
El estado de desorden y desconcierto ha generado, además, un ambiente de agresividad, de hostilidad y violencia entre la propia ciudadanía que se respira en la calle, en esas calles de uso restringido de los pueblos y ciudades en los que habitan personas acobardadas y a la vez dóciles, tan dóciles que se han aborregado y siguen el dictado de la peor tiranía por la que España ha pasado. ¡Se sufre una situación invivible!. Ningún problema de los que acucian a los españoles se ha resuelto, ningún paro que no sea para separar, destruir la convivencia, enfrentar a los unos contra los otros, ha sido dado.
El momento precisa dureza y sentido patriótico, abandono de los gestos teatrales y acción contundente, y rendición de cuenta por tanta traición, tanta falsedad y tanta destrucción. Es momento de hacer que el gobierno nacional se vaya, no que dimita, hay que echarlos cuanto menos a patadas y obligar a la Justicia a actuar de manera que cada cual responda por sus acciones u omisiones, ¡si obligar a la Justicia!, pero aquí cada cual va a lo suyo.
¡Y basta ya de teorizar y de lanzar mensajes de falsas expectativas!. Con las bandas de criminales quemando, apedreando y destruyendo todo lo que pillan a su paso, se necesita acción. Tal vez la primera debió haber sido haber sacado del gobierno a los populistas de las extrema izquierda desde el momento en que ya se manifestaron las discrepancias, pero eso no lo puede hacer el impresentable déspota que dirige ese gobierno porque su ambición de poder, de poder absoluto, le ciega y porque ha puesto la calle en manos de sus socios de coalición y sabe que la manipulación de las masas por parte de estos le llevarían a ser la primera víctima.
España, como todos los países occidentales, además, no tiene ideologías sino que se mueve en el mundo de los intereses, y en el contexto de una decadencia de todos los que fueron grandes objetivos internacionalistas: La UE, la ONU, la propia OTAN. España está, indiscutiblemente, peor posicionada que otras partes y cualquiera que sea capaz de romper el cerco de la autolimitación de su libertad y de su pensamiento, y busque la opinión que de nosotros se tiene desde fuera se quedará impactado de lo minusvalorados que estamos, de la desconfianza que inspiramos, de nuestra credibilidad y nuestro prestigio exterior. Pero a los tiranos, tanto a nivel nacional como los de las parcelas autonómicas, les trae sin cuidado mientras que ellos estén situados. El populacho, eso sí, sobre todo el manejado por los populistas, cree todavía en el cuento de la izquierda y la derecha. También esa gente de la supuesta derecha se obstina en creer la misma falacia, pero la realidad es que debería pensarse que ninguno, de ningún lado, nadie que ostente responsabilidades públicas o de representación popular está legitimado para ocupar tales puestos y deben de ser sacados del poder, pero la cobardía es mucha, el temor es enorme y aún no ha llegado el gran estallido.
¿Alguien puede pensar seriamente que a lo que quede de aquí a poco de España va a acudir la inversión extranjera? ¡Más bien sucederá, está sucediendo, lo contrario! Y no se venga a decir que es por causa de la pandemia, porque esta afecta a todo el mundo: ¡Es por causa del desgobierno, por la impresión de inseguridad e inestabilidad, por la disolución del Estado! ¡A nadie a quien se le tenga aprecio, amistad o, simplemente desde el plano profesional, a ningún cliente de fuera de España, se le puede aconsejar otra cosa que no sea que salve lo que pueda y se marche! Y quienes no quieran ver, ni oír, que piensen que estamos en una guerra, una guerra peculiar en la que a unos se les permite todo y a otros nada, de momento, pero auguro que pronto llegará la ocasión en que se dé un paso adelante y el choque brutal se produzca.
Manuel Alba