Un servidor no entiende -o sí-, en donde radica la dificultad que causa el que llevemos siete u ocho meses sin que nuestros políticos hayan podido o querido formar un gobierno. Y no digo yo que sea fácil -que debiera serlo-, pero tampoco es algo de una dificultad insuperable. Es muchísimo mas difícil madrugar cada día de la semana para ir al trabajo -el que lo tenga-. Es muchísimo mas difícil sacar adelante a una familia con un sueldo de miseria si lo comparamos con el de nuestros políticos. Es muchísimo mas difícil instruir a nuestras criaturas cuando del exterior reciben permanentemente llamadas constantes a la estulticia, a la necedad y a la ignorancia.
Hay, en fin, muchísimas cosas mas empinadas y complejas para la ciudadania en general, que formar un gobierno para la nación, y sin embargo, los designados por la sociedad, porque ellos se han postulado para formar gobierno, no lo hacen porque no quieren, o porque nos han engañado y no saben hacerlo… todo ello pese a que reciben del Erario unas jugosas y abusivas remuneraciones para que hagan dignamente su trabajo, el trabajo de llevar al pais al mayor bien común, a lo mejor para sus ciudadanos.
La dificultad para formar gobierno procede, en opinión del que suscribe, de la inanidad, de la inutilidad de los políticos que se presentaron a las elecciones, y que multiplica hasta la nausea el sectarismo, el resentimiento de no se sabe qué -o sí-, el deseo de eliminar al adversario político, y, sobre todo, la búsqueda del bien personal de los intervinientes en tan dramático espectáculo. ¿En manos de quién estamos? Aterra pensarlo, atrapados como estamos en un sistema en donde no elegimos a nuestros representantes de forma directa y en donde un puñado de votos da un protagonismo inusitado en la cámara legislativa del país.
Sería fácil: una especie de Selección Nacional de lo político, un gobierno de concentración seleccionando a los mejores en cada puesto, siempre formado con los respetuosos con la Constitución, por supuesto, y en la proporción de los votos conseguidos, pese a la endiablada fragmentación del voto de las últimas elecciones. Sería -quizá-, la mejor opción al problema planteado, al espectáculo que estamos dando al mundo y que perjudicará gravemente la marcha de nuestra economía.
Pero, a la vista de los tarugos que tenemos como jefes de filas de los partidos políticos actuales, parece que hemos encargado el trabajo de formar gobierno a los más torpes y haraganes de cada partido que no ha ganado las elecciones, cuando -señores políticos-, vivir cada día, y no digamos siendo pobre, es infinitamente más difícil que formar un gobierno. Ustedes parece que no lo saben. Ya está bien.
Antonio Poyatos Galián