Parece como si un manto de negrura hubiera caído sobre nuestra época, haciéndonos vivir en un tiempo de frustración permanente. Estamos desbordados por las desgracias que, como saben, casi nunca vienen solas, sino en escuadrones y, además, nos siguen decepcionando tantas cosas, que la tristeza nos puede. La tristeza y el miedo a que la cosa vaya a peor, como es casi seguro. Porque es un tremendo desengaño el que solemos soportar a diario en medio de falsos diálogos de destacados dirigentes y de la mentira táctica y deliberada que se siembra a diario sin miramiento alguno, por parte de los que nos desgobiernan
La falta de respuestas adecuadas, faltos de un faro de referencia como estamos, trae consigo una riada de fracasos, y al abrir el periódico -cada vez con menos ganas-, al oír la radio o ver la TV, nos golpea la crudeza de la situación de un mundo lleno de contrariedades y vacío de contenidos, y aunque todos lo sabemos, son muchos los que padecen en propia persona esa frustración, ya que las expectativas del ser humano no suelen coincidir nunca con la realidad real.
Hablamos actualmente de un duro concepto frustrante: la falta de valores que todos estamos sufriendo y que está pasando factura a un país adormecido por los sueños de los políticos, concentrados solo en un despilfarro y un mangoneo como jamás habíamos imaginado, mientras que somos víctimas del fracaso de una clase dirigente incapaz de poner solución a problemas como la enseñanza, la formación y el empleo, que no puede esperar porque la falta de conocimientos, la ociosidad y la educación en valores, acarrean una pérdida irreparable, un estado de decepción que tiene una importante carga emocional y nos llena de frustración: vernos superados por los hechos sin una luz de referencia hacia la que dirigirnos. Depresión, angustia, miedo y mucho daño todos ellos, sentimientos altamente destructivos para la persona cuando no sabe hacia dónde ha de caminar.
Ante este tiempo de frustración, de desesperación, de cinismo y de desvergüenza al que se está sometiendo al ser humano, a la moderna esclavitud por las tensiones que otros han creado, es imprescindible que se multipliquen los esfuerzos para promover la integración profesional en el mercado del trabajo, volviendo al estudio, a la preparación y al aprendizaje dentro de una escala de valores que nunca debimos abandonar
Las esperanzas, las ilusiones y los ideales son fuentes imprescindibles para los tiempos actuales y para forjar el futuro y una sociedad que, ya en sus inicios, aísla a millones de personas dejándolas sin la formación necesaria, que solo se consigue a base de esfuerzo y perseverancia, está condenada, por ende, a vaciarse de ilusiones, de posibilidades y de expectativas, lejos del entusiasmo que el mundo necesita. Deberíamos, al menos, meditarlo.
Antonio Poyatos Galián