Una sociedad democrática moderna no puede consentir que sus políticos dediquen buena parte de su tiempo y sus esfuerzos a insultarse, a frases penosas, a expresiones impropias con las que preparar sus discursos y tratar de triturar al adversario.
La crispación no puede seguir siendo una constante en el Congreso de los Diputados. El bien común se lleva muy mal con las ideas defendidas desde el insulto. La tolerancia y el sentido de Estado deben ser las herramientas que, por lo que se ve a diario, nuestros diputados desconocen.
Nunca hemos tenido tantas razones para que los políticos cierren filas e intentar buscar soluciones a la mayor crisis, al mayor drama que hemos tenido desde la Guerra Civil española. Y nunca antes se había desaprovechado una oportunidad como esta para demostrar que nuestra clase política puede estar a la altura de las circunstancias.
Lejos de apoyarse, la táctica siempre ha sido y está siendo la de vapulearse unos a otros, ridiculizar, acusar y destruir.
Lo triste de todo esto es que han contagiado a la calle, polarizando peligrosamente a los ciudadanos que estamos otra vez con lo de las dos Españas.
La clase política ya se ve por los ciudadanos como un auténtico desastre y el grado de confianza de los españoles en sus políticos se ha desplomado por completo, dando igual la ideología que se tenga.
Nada parece unir a las fuerzas políticas, ni siquiera los setenta mil muertos ni la ruina económica que nos ha metido el coronavirus. Los acuerdos parecen imposible y ni siquiera la pandemia logra que los políticos olviden sus diferencias y el ataque frontal, parece ser, que es la única forma de hacer política en España.
Después de los ataques brutales que se hacen es muy difícil llegar a acuerdos.
No creo que los españoles nos merezcamos esto.
Algeciras, 23 de diciembre de 2020
Patricio González